
Mourinho
Hice una pausa en la lectura de
Mercado de invierno, encendí la televisión y vi al presidente del
Fútbol Club Barcelona asediado por una jauría de cámaras y micrófonos. El locutor contaba que Josep María
Bartomeu veía muy comprometida su continuidad en el cargo por los últimos episodios del
caso Neymar,
un asunto que ya le había costado la cabeza a su predecesor, Sandro
Rosell. Recordé una frase que acababa de leer: “El fútbol y el dinero
van de la mano”.
Mercado de invierno (RBA, 2015) es una novela negra, así que ustedes ya pueden imaginar que su autor,
Philip Kerr, escribe la palabra
dinero dirigiéndonos un guiño cargado de intención. Debemos entender que
buena parte de ese dinero es tan oscuro como el pecado. En el caso Neymar, unos 40 millones de euros no declarados a Hacienda.

Philip Kerr
Philip Kerr es un escritor escocés que nos ha entretenido durante
años con la serie del policía Bernie Gunther ambientada en la Alemania
nazi. Con
Mercado de invierno, Kerr, confeso entusiasta de este deporte, i
ncorpora el fútbol a los escenarios del thriller. Técnica y literariamente, esta novela quizá no esté a la altura de la serie
Berlin Noir, pero la información que ofrece sobre el deporte más popular del planeta es fenomenal.
La verdad de las novelas puede ser más profunda y auténtica que la
verdad de los periódicos. Si usted quiere saber cómo y por qué se
levantan los grandes estadios de fútbol, y los tratos que ello implica
con
ayuntamientos y grandes constructoras, olvídese de los diarios de papel que pueda encontrar en las barras de los bares, lea a Kerr. Y lo mismo digo sobre
los fichajes millonarios y las sabrosas comisiones que van subiendo el precio del jugador hasta cifras disparatadas. O sobre los golpes bajos de las batallas por los
derechos de retransmisión televisiva. O sobre los sobornos que implica llevarse la sede de un Mundial y por qué uno de los próximos se celebrará en Qatar.
Mercado de invierno está narrada en primera persona por Scott
Manson, un ex jugador mulato y sofisticado que pasó una temporada en la
cárcel por una violación que no cometió y que ahora es el segundo
entrenador del imaginario London City. Pero casi tan protagonista como
él es el primer entrenador del club, el portugués Joao Zarco, un tipo
deslenguado, sarcástico y tocapelotas, un “capullo arrogante” para
muchos, brillante y atractivo para otros, en el que no es difícil
reconocer a José
Mourinho.
Scott Manson tiene que lidiar con los futbolistas del London City, unos
chavales que adoran los coches de lujo, el ligoteo con modelos
guapísimas y soltar inconveniencias en Twitter. “Lo cierto”, dice
Manson, “es que algunos de estos muchachos llevan más cremas para el
cutis y productos capilares en sus neceseres Louis Vuitton que los que
tenía mi primera esposa en el tocador”.

Esos chavales no tienen entrevista, pero los periodistas se empeñan
en hacérselas a diario y sus respuestas no pueden ser más tontorronas.
Así lo ve Manson: “Eso es lo que más revienta del fútbol: los tópicos.
No son culpa de los jugadores. La mayoría son unos críos. Traynor sólo
tiene veintitrés años y no sabe más. No,
la culpa es de los putos periodistas por formular las preguntas predecibles de siempre, que generan esas respuestas trilladas”.
Algunos son gais, por supuesto. Pero no pueden salir del armario. Al
menos ahora. Uno de sus jugadores le pregunta ingenuamente a Manson si
piensa que puede revelar su homosexualidad y el entrenador le responde:
“No, rotundamente no. (…)
No hay futbolistas abiertamente gais
en ninguna de las cuatro máximas divisiones de Inglaterra. Por
supuesto, eso no significa que no existan jugadores gais. Todo el mundo
sabe quiénes son, o cree saberlo, pero esos jugadores lo llevan con
discreción por una simple razón: miedo. No de los oros jugadores, sino
de las faltas de respeto que sufrirían por parte de los aficionados (…)
Debes mantener esto en secreto. Si dices algo ahora será un suicidio
profesional”.

Viktor Sokolnikov, un multimillonario ucraniano, es el propietario del London City. Forma parte de ese grupo de
ricachones
árabes y eslavos, a los que ahora se les añaden los chinos, que se
permiten el lujazo de adueñarse de un club europeo. El fútbol,
reflexiona Manson, es “una ballena atada a la borda de un barco que es
la economía mundial. Y
cuanto más dinero mueva, más tiburones llegarán para alimentarse”.
Los políticos suelen ser muy complacientes con los amos del fútbol. Hay
dinero que ganar, hay plazas en el palco de honor del estadio por las
que luchar, hay imágenes al lado del capitán que levanta un trofeo que
pueden colaborar en un triunfo electoral. Lo mismo puede decirse de los
grandes medios de comunicación. La corrupción en el fútbol es difícil de
hacer aflorar. Aún así,
Bartomeu y Rosell no son los primeros protagonistas de escándalos en el fútbol español. El mismo Messi tuvo problemas con Hacienda no hace mucho.
Siete equipos de fútbol españoles son investigados por las autoridades
europeas por haber recibido ayudas públicas irregulares. Las deudas
nuestros clubes con Hacienda y la Seguridad Social son fenomenales, sin
que les pase lo que nos pasaría a usted y mí por una millonésima parte
de esas cifras. José María
del Nido, ex presidente del
Sevilla, terminó entrando en la cárcel por malversación y prevaricación
en el ayuntamiento de Marbella. Manuel Ruiz de
Lopera, del Betis, y
Jesús Gil,
del Atlético de Madrid, fueron notorios predecesores de Del Nido en
materia de mangoneos. Ramón Calderón, del Real Madrid, terminó siendo
absuelto de la acusación de fraude en el voto por correo. El nuevo
estadio valenciano de Mestalla es uno de los grandes símbolos nacionales
de la burbuja inmobiliaria…

Y aún así, la novela de Kerr es también
un canto a la belleza, la magia y la fraternidad del fútbol.
Manson le dice a uno de sus jugadores desmotivados: “En el fútbol no
hay obligación de ganar, pero sí de intentarlo. Es en eso en lo que
creen los hinchas. Y es lo que creo yo.” El fútbol es el sustituto,
imperfecto sin duda, que los humanos le hemos encontrado a la guerra. Es
mucho mejor, créanme, desfogarse practicando o viendo un deporte en el
que el genio individual y el trabajo de equipo se trenzan para conseguir
esa fantástica explosión del gol.
“El fútbol”, escribe Kerr, “es la lengua franca del planeta”.