El fútbol como género negro
Mercado de invierno (RBA, 2015) es una novela negra, así que ustedes ya pueden imaginar que su autor, Philip Kerr, escribe la palabra dinero dirigiéndonos un guiño cargado de intención. Debemos entender que buena parte de ese dinero es tan oscuro como el pecado. En el caso Neymar, unos 40 millones de euros no declarados a Hacienda.
Philip Kerr es un escritor escocés que nos ha entretenido durante años con la serie del policía Bernie Gunther ambientada en la Alemania nazi. Con Mercado de invierno, Kerr, confeso entusiasta de este deporte, incorpora el fútbol a los escenarios del thriller. Técnica y literariamente, esta novela quizá no esté a la altura de la serie Berlin Noir, pero la información que ofrece sobre el deporte más popular del planeta es fenomenal.
La verdad de las novelas puede ser más profunda y auténtica que la verdad de los periódicos. Si usted quiere saber cómo y por qué se levantan los grandes estadios de fútbol, y los tratos que ello implica con ayuntamientos y grandes constructoras, olvídese de los diarios de papel que pueda encontrar en las barras de los bares, lea a Kerr. Y lo mismo digo sobre los fichajes millonarios y las sabrosas comisiones que van subiendo el precio del jugador hasta cifras disparatadas. O sobre los golpes bajos de las batallas por los derechos de retransmisión televisiva. O sobre los sobornos que implica llevarse la sede de un Mundial y por qué uno de los próximos se celebrará en Qatar.
Mercado de invierno está narrada en primera persona por Scott Manson, un ex jugador mulato y sofisticado que pasó una temporada en la cárcel por una violación que no cometió y que ahora es el segundo entrenador del imaginario London City. Pero casi tan protagonista como él es el primer entrenador del club, el portugués Joao Zarco, un tipo deslenguado, sarcástico y tocapelotas, un “capullo arrogante” para muchos, brillante y atractivo para otros, en el que no es difícil reconocer a José Mourinho.
Scott Manson tiene que lidiar con los futbolistas del London City, unos chavales que adoran los coches de lujo, el ligoteo con modelos guapísimas y soltar inconveniencias en Twitter. “Lo cierto”, dice Manson, “es que algunos de estos muchachos llevan más cremas para el cutis y productos capilares en sus neceseres Louis Vuitton que los que tenía mi primera esposa en el tocador”.
Esos chavales no tienen entrevista, pero los periodistas se empeñan en hacérselas a diario y sus respuestas no pueden ser más tontorronas. Así lo ve Manson: “Eso es lo que más revienta del fútbol: los tópicos. No son culpa de los jugadores. La mayoría son unos críos. Traynor sólo tiene veintitrés años y no sabe más. No, la culpa es de los putos periodistas por formular las preguntas predecibles de siempre, que generan esas respuestas trilladas”.
Algunos son gais, por supuesto. Pero no pueden salir del armario. Al menos ahora. Uno de sus jugadores le pregunta ingenuamente a Manson si piensa que puede revelar su homosexualidad y el entrenador le responde: “No, rotundamente no. (…) No hay futbolistas abiertamente gais en ninguna de las cuatro máximas divisiones de Inglaterra. Por supuesto, eso no significa que no existan jugadores gais. Todo el mundo sabe quiénes son, o cree saberlo, pero esos jugadores lo llevan con discreción por una simple razón: miedo. No de los oros jugadores, sino de las faltas de respeto que sufrirían por parte de los aficionados (…) Debes mantener esto en secreto. Si dices algo ahora será un suicidio profesional”.
Viktor Sokolnikov, un multimillonario ucraniano, es el propietario del London City. Forma parte de ese grupo de ricachones árabes y eslavos, a los que ahora se les añaden los chinos, que se permiten el lujazo de adueñarse de un club europeo. El fútbol, reflexiona Manson, es “una ballena atada a la borda de un barco que es la economía mundial. Y cuanto más dinero mueva, más tiburones llegarán para alimentarse”.
Los políticos suelen ser muy complacientes con los amos del fútbol. Hay dinero que ganar, hay plazas en el palco de honor del estadio por las que luchar, hay imágenes al lado del capitán que levanta un trofeo que pueden colaborar en un triunfo electoral. Lo mismo puede decirse de los grandes medios de comunicación. La corrupción en el fútbol es difícil de hacer aflorar. Aún así, Bartomeu y Rosell no son los primeros protagonistas de escándalos en el fútbol español. El mismo Messi tuvo problemas con Hacienda no hace mucho.
Siete equipos de fútbol españoles son investigados por las autoridades europeas por haber recibido ayudas públicas irregulares. Las deudas nuestros clubes con Hacienda y la Seguridad Social son fenomenales, sin que les pase lo que nos pasaría a usted y mí por una millonésima parte de esas cifras. José María del Nido, ex presidente del Sevilla, terminó entrando en la cárcel por malversación y prevaricación en el ayuntamiento de Marbella. Manuel Ruiz de Lopera, del Betis, y Jesús Gil, del Atlético de Madrid, fueron notorios predecesores de Del Nido en materia de mangoneos. Ramón Calderón, del Real Madrid, terminó siendo absuelto de la acusación de fraude en el voto por correo. El nuevo estadio valenciano de Mestalla es uno de los grandes símbolos nacionales de la burbuja inmobiliaria…
Y aún así, la novela de Kerr es también un canto a la belleza, la magia y la fraternidad del fútbol. Manson le dice a uno de sus jugadores desmotivados: “En el fútbol no hay obligación de ganar, pero sí de intentarlo. Es en eso en lo que creen los hinchas. Y es lo que creo yo.” El fútbol es el sustituto, imperfecto sin duda, que los humanos le hemos encontrado a la guerra. Es mucho mejor, créanme, desfogarse practicando o viendo un deporte en el que el genio individual y el trabajo de equipo se trenzan para conseguir esa fantástica explosión del gol.
“El fútbol”, escribe Kerr, “es la lengua franca del planeta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario