Iñaki Williams y la goleada del racismo
No tuvo que esperar mucho el racismo para volver a la primera división española. Como ese fichaje de verano que espera con impaciencia el debut, la discriminación se hizo notar en la primera jornada para recordar que nunca se fue, que siempre ha estado ahí y que le espera una larga carrera en el mundo del fútbol.
Lo vivió en su piel Iñaki Williams, delantero del Athletic Club de Bilbao para unos, y negro pariente cercano al mono para otros, en el partido ante el Sporting de Gijón. El racismo ahí anotó su primer gol.
Clos Gómez, árbitro del encuentro, decidió hacer su trabajo ante los gritos que imitaban a un mono dirigidos a Williams. Su trabajo, ni más ni menos. Sorprende que tras los incidentes muchos hayan aplaudido su gesto de parar el partido por los incidentes en la grada. Con un listón tan bajo, jalear al cartero cada vez que entrega correspondencia o abrazar al notario cada vez que estampe una firma no debería descartarse.
Ser el primero en parar un partido por racismo no convierte a Clos Gómez en un árbitro ejemplar, sino en un colegiado que ha cumplido estrictamente con su cometido. Y eso debería dar que pensar a todos aquellos otros árbitros que callaron, a todos los que han retrasado hasta 2016 una acción que tuvo que llegar mucho antes. No hay dudas, ese es el segundo gol del racismo al fútbol.
Fuera del campo, el debate no pinta mejor. Hace unos meses Neymar, en un encuentro disputado en un zoo que pretendía ser un estadio de fútbol, escuchó gritos imitando la onomatopeya de un mono cada vez que tocaba el balón. La primatóloga Jane Goodall se sorprendería al descubrir cuánto se acuerdan de los simios en los campos de España siempre que hay jugadores negros.
Al hecho deleznable le siguió una reacción aún peor si cabe. Preguntado por los gritos racistas, el presidente del Espanyol, Joan Collet, respondió tras haber empatado contra el Barça que “después sale alguien y te dice que hubo un grito de no sé qué”.
Este caso explica muy bien cómo se percibe el racismo en el fútbol. Porque para qué condenar la discriminación o aplicar un correctivo a los autores cuando puedes banalizar y reducir el racismo a un simple grito de apoyo, como quien anima a su equipo con un ‘Hala Madrid’ o un ‘Amunt Valencia’. Otro gol más, y ya van tres.
Por encima de todos, los organismos reguladores del fútbol en España han construido un discurso en torno al racismo de grandes palabras y pocos hechos. A cada incidente racista le siguen declaraciones grandilocuentes como las que hizo Miguel Cardenal, presidente del Consejo Superior de Deportes, tras lo ocurrido con Iñaki Williams: “Si consideramos que la sanción no es lo suficientemente contundente para estos hechos graves, recurriríamos porque es una materia en la que no se puede hacer la más mínima concesión”.
La realidad luego muestra cómo a las promesas de cerrar campos le siguen acuerdos firmados sin el mismo bombo que relajan las sanciones por racismo. Contraataque de manual y golazo.
Es otra dimensión del fútbol completamente asumida. El árbitro pita el inicio del partido y se sucede un córner por aquí, una falta por allá, goles por doquier y varios gritos racistas contra los jugadores negros. Iñaki Williams es otra víctima más de un fútbol más preocupado por la imagen que por el fondo, un mundo que le regalará palabras vacías y se olvidará de los hechos, un deporte que perpetúa las diferencias que la sociedad española en su conjunto sigue sin afrontar. El gol definitivo de un partido difícil pero no imposible de remontar.
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