Gracias a la iluminación divina y humana, Corea del Sur y Corea del Norte han logrado alejarse del borde de la guerra, que hubiera podido convertirse en un enfrentamiento nuclear como lo querían los 'globalizadores iluminados' de Washington.
La antorcha olímpica puede perseguir su camino a través del tiempo, aumentando la comprensión cordial entre las naciones, para el bien de la humanidad
(Pierre de Coubertin, 1863-1937)
Los belicistas norteamericanos y sus fieles seguidores de la OTAN ahora no quieren aceptar el hecho de que las dos Coreas hayan podido reducir la tensión en la península solamente con el pequeño gesto de alcanzar un acuerdo sobre la participación de los atletas norcoreanos en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang.
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Los dos países, guiados también por el espíritu olímpico, formarán un equipo conjunto de hockey femenino y, además, unos 150 deportistas norcoreanos competirán en la olimpiada a la que asistirá una orquesta femenina de PyongYANG
Así se inició un proceso de distensión entre las dos Coreas que nadie esperaba. Sin embargo, este proceso representa una larga y paciente labor en conjunto del presidente ruso, Vladímir Putin, y de su homólogo chino, Xi Jinping, quienes, mientras Donald Trump estaba amenazando a Corea del Norte con "fuego y furia", estaban creando las condiciones para neutralizar la retórica belicosa del presidente norteamericano y dar tiempo a Pyongyang a cumplir con su propósito de armarse.
Ahora el 'Pequeño Hombre Cohete' ('Little Rocket Man'), como bautizó a Kim Jong-un Donald Trump, "logró su propósito estratégico", según Putin.
Actualmente, Corea del Norte tiene, como explicó el presidente ruso, "su ojiva nuclear y su misil de alcance global de 13.000 kilómetros, que puede llegar a casi cualquier punto del planeta, por lo menos ubicado en el territorio de su potencial adversario. Y ahora [Kim Jong-un] quiere aclarar, suavizar y calmar la situación. Es un político astuto y maduro".
Parece que los asesores de Donald Trump se dieron cuenta de que lo único que le quedaba a EEUU, al iniciarse la distensión en la península de Corea para suavizar la imagen beligerante de Norteamérica, era dar una bienvenida al acercamiento de las dos Coreas usando el pretexto de los próximos Juegos Olímpicos.
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En realidad no le quedaba a Washington otra alternativa sabiendo que el uso de "Furia Fuego" traería consecuencias catastróficas no solamente a la península de Corea, sino también a EEUU. Entonces lo más prudente para los estadounidenses era aplazar sus ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur hasta el próximo abril, después de finalizar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Como declaró Donald Trump a The Wall Street Journal, "sería inapropiado hacer ejercicios militares durante los JJOO".
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El exsecretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, advirtieron sobre el "peligro de acercamiento" entre las dos Coreas, que podría desestabilizar a toda la región.
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Por supuesto, China y Rusia fueron excluidas de la reunión porque los organizadores de la cumbre se acordaron de repente de que ambos países respaldaron a Pyongyang en la Guerra de Corea de 1950 a 1953. Tampoco los representantes de Naciones Unidas asistieron al foro, que se limitó principalmente a la presencia de naciones como Australia, Canadá, Japón, Francia, Reino Unido y Corea del Sur, que combatieron al lado de EEUU en aquella guerra sangrienta que terminó con la división de la Península de Corea en dos Estados en conflicto.
El tratado de paz nunca fue firmado y, técnicamente, tanto Washington como Seúl siguen en guerra contra Pyongyang desde 1950.
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El Gobierno de China consideró la reunión como algo "insignificante" y el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, dijo a los reporteros que el foro fue "destructivo" y se burló de la lista de los países participantes en Vancouver, como Luxemburgo, Grecia, Holanda, Bélgica, Nueva Zelanda y Colombia, que en realidad "no tienen nada que hacer en la Península de Corea".
En el caso de Colombia, resulta que este país está participando desde 1950 junto con EEUU en la defensa de los intereses norteamericanos en la Península de Corea. En 1950, el presidente colombiano, Laureano Gómez, ordenó la formación del Batallón de Infantería №1 'Colombia', compuesto por 4.314 militares, para enviarlo a la guerra de Corea integrando el regimiento 21, división 24, de Estados Unidos.
Según los testimonios de los militares que derramaron su sangre por la causa estadounidense en la península, la mayoría de las tropas del batallón no sabían ni dónde quedaba Corea ni por qué iban a pelear. Los instructores estadounidenses les explicaron que su deber era participar en la cruzada contra el bolchevismo en defensa de la democracia, la libertad y el cristianismo.
Irónicamente, estos colombianos que fueron a luchar por una 'democracia' a 14.756 kilómetros de distancia perdieron a 139 de sus compañeros en el campo de batalla, tuvieron 428 heridos, 69 desaparecidos y 28 prisioneros canjeados posteriormente. Los que retornaron viven en la pobreza y en el olvido tanto de EEUU como Corea del Sur y de su propio Gobierno.
Sin embargo, Bogotá, desde 1950, ha estado participando activamente en todos los ejercicios militares norteamericanos en la región tratando de complacer a sus amos de Washington y ahora al Gobierno de Donald Trump, que no busca la normalización de la situación en la península, sino su agudización, para tener siempre el pretexto de quedarse en la región cercana a China y Rusia.
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Paralelamente, Trump acusó de nuevo a Rusia por su apoyo a Corea del Norte, que dificulta el proceso de desnuclearización de Pyongyang según el plan norteamericano. Y así, día tras día, usando la misma retórica a la que Washington ha estado recurriendo desde los tiempos de Harry Truman, resumida posteriormente por el exvicepresidente de EEUU, Dick Cheney, que solía decir que "América no dialoga con el mal, América lo vence".
Sin embargo, este 'mal' que representa para EEUU la República Democrática Popular de Corea está bien armada y preparada para cualquier 'Fuego y Furia' y, tanto el actual Gobierno de Washington como el 'Estado Profundo' lo saben perfectamente. Por eso no se atreven a hacer realidad sus amenazas. Simplemente siguen, como lo decía Albert Einstein, en su locura, "haciendo lo mismo una y otra vez, pero esperando resultados diferentes".
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