El fútbol, otra burbuja pinchada
Comisiones sospechosas, traspasos enloquecidos, sueldos exagerados, balances trucados...
Los administradores concursales encargados de poner orden en los clubes lo relatan
José Baltasar Plaza define de forma gráfica su cometido: “Estoy aquí
para limpiar la era”. La era, el erial, es el fútbol español. Este
abogado de 54 años es desde 2011 administrador concursal del Rayo
Vallecano. Fue nombrado por un juez de Madrid
para poner orden en las cuentas del club y reducir sus 60 millones de
deuda: bajar salarios, vender jugadores, renegociar con los acreedores,
pagar a Hacienda... Plaza gestiona el equipo y otras empresas en
concurso de acreedores desde un lujoso despacho en una privilegiada zona
de Madrid, y desde allí ha impuesto la austeridad. “Los presidentes del
fútbol se vuelven locos en el palco y tiran con pólvora ajena”,
diagnostica.
Como él, decenas de auditores, economistas e inspectores de Hacienda, en equipos de dos o tres personas, han vivido la experiencia —a veces disparatada, a veces ingrata— de llevar las riendas de un club de fútbol profesional. Desde 2004, cuando entró en vigor la ley concursal, 19 de los 42 clubes que militan en Primera y Segunda han pasado por concurso de acreedores. La lista sería más amplia si se sumaran los que ya han descendido a Segunda B. La posición de estos gestores es privilegiada para hablar de la burbuja del fútbol, cuya deuda con Hacienda asciende a 690 millones de euros (a esa habría que sumar la contraída con los proveedores). Son los hombres de negro del fútbol español, los encargados de pinchar la burbuja. Son elegidos por los jueces y cobran suculentas minutas con cargo a las empresas que van a gestionar. Su diagnóstico coincide: la gestión del fútbol español ha sido desastrosa, el dinero se ha dilapidado en fichajes desorbitados y con frecuencia innecesarios, hay un mar de comisiones más que sospechosas y Hacienda y las Administraciones han mostrado durante años una sorprendente manga ancha a la hora de renegociar las deudas.
Alfonso García Cortés no sabía nada de fútbol. Este abogado de Alicante de 51 años, con fama de fiable, había gestionado decenas de concursos de acreedores: inmobiliarias, empresas de turrón, fábricas textiles… Solo en los tres años anteriores había participado, como administrador o como abogado, en 75 procesos concursales. Pero no sabía qué era un lateral o un extremo. Hasta que en julio de 2011 un juez de Alicante le encargó gestionar el Hércules, el principal club de la ciudad, que acababa de descender a Segunda y acumulaba deudas de unos 60 millones. Fue elegido por su amplia experiencia. No es que la deuda de la empresa superase la de otras, pero el tema era socialmente muy delicado. García Cortés explica el desolador panorama que se encontró al abrir los libros: “El club tenía las cuentas embargadas y un saldo de menos 300.000 euros en el banco. Los salarios de la temporada anterior estaban impagados. Había deuda con la Seguridad Social, Hacienda y proveedores. Llevaba cuatro meses sin pagar la luz y el agua”. Tenía 40 procedimientos judiciales abiertos. Los activos del club no eran espectaculares: las copas y los jugadores.
El Hércules es propiedad del promotor inmobiliario y empresario de la basura Enrique Ortiz, imputado en la Operación Brugal. Tras un ascenso a Primera rodeado de sospechas de compra de partidos, había fichado al exinternacional francés David Trezeguet, un fino delantero cuyos mejores años los pasó en la Juventus de Turín. Del Borussia Dortmund llegó el artillero paraguayo Nelson Valdés. La plantilla costaba 26 millones y al caer a Segunda el agujero de las deudas de años era inasumible.
García Cortés, junto a un economista de la consultora KPMG, aplicó una terapia de choque. Los jugadores que tenían algún valor en el mercado fueron vendidos. A los demás los dejaron irse porque no podían pagar su ficha. Quedaban otros que se agarraban a sus contratos para no dejar el club. Rufete (ex del Valencia y Málaga, 500.000 euros brutos de ficha), Joseba del Olmo (280.000), Cristian Hidalgo (450.000), Mohamed Sarr (700.000) y Piet Velthuizen (600.000). Jugadores que no pensaban que pudieran mejorar sus salarios fuera y que exigían cobrar la ficha íntegra.
Entonces los administradores concursales hicieron lo que tantas otras empresas: aplicar un expediente de regulación de empleo (ERE) que incluyó a estos futbolistas.
Les ofrecieron 20 días por año. Algo impensable en el mundo del fútbol,
donde los jugadores reciben cuantiosas indemnizaciones por rescindir el
contrato e irse a otro equipo. La justicia dio la razón al club. “Si el
ERE hubiera salido mal, habríamos tenido que liquidar”, explica García
Cortés.
Bajar el coste de la plantilla es lo primero que hace un administrador. José Baltasar Plaza entró a gestionar el Rayo Vallecano en el verano de 2011. Contra pronóstico, el equipo acababa de subir a Primera y los futbolistas llevaban 10 meses sin cobrar. Ruiz-Mateos había dejado el club con una deuda de 60 millones de euros, 35 de ellos con Hacienda. Plaza cuenta que hallaron unas cuentas sorprendentes. “Había varios tipos de contratos: A, B, C y D y salarios muy elevados”. En el Rayo llegó a haber un cura que cobraba primas según los resultados del equipo. Los administradores apostaron por adelgazar drásticamente la masa salarial. Al capitán, Movilla (36 años), le redujeron el sueldo de 900.000 euros a 325.000 por su edad. La justicia aceptó después que los años eran un argumento para bajar el salario de un deportista.
Plaza no parece tener mucho que ver con Vallecas. Su enorme despacho está en el exclusivo paseo de Pintor Rosales, en Madrid, con vistas al Parque del Oeste. En la estantería hay fotos con el actual defensa del Madrid Pepe y con Juanito. Plaza sí conocía el mundo del fútbol. Había sido abogado de la agencia de futbolistas Bahía Internacional, que representa a Fernando Torres entre otros. Los tres administradores —junto a Plaza trabajan un economista y una inspectora de Hacienda— no solo tuvieron roces con los futbolistas. También con el entonces entrenador, José Ramón Sandoval, que cobró 188.000 euros del club diez días antes de entrar en concurso. Los administradores le demandaron y, al terminar la temporada, no fue renovado pese a haber salvado la categoría. Fríamente. Sin motivos personales. Como en toda multinacional.
Es normal que los administradores concursales sean criticados por la
Asociación de Futbolistas Españoles (AFE). Su asesor jurídico Santiago
Nebot cree que cargan contra los deportistas sin considerar que los
directivos de los clubes tienen la principal responsabilidad en la
situación. Nebot defiende que si los futbolistas están alejados de la
realidad es porque “su carrera profesional es muy distinta de la de un
trabajador normal”, y opina que aplicar a este colectivo la reforma
laboral en un ERE, como hizo el Hércules, es injusto: “Los contratos son
de solo unos años, así que 20 días por año hace que despedir sea casi
gratis”. Para Nebot, “el problema es que la Liga permite que los clubes
que no pagan no bajen, algo que no pasa en otros países”. Pese a que una
reforma legal de 2011 pretendía obligar a bajar a los equipos con
deudas, aún no ha habido ningún descenso. La AFE calcula que el sueldo
medio en Primera es de 1,2 millones y unos 100.000 euros en Segunda.
“Los números más bajos de las cinco grandes Ligas”.
El auditor Vicente Andreu entró en el Levante en 2008. El club había descendido a Segunda y debía 83 millones. Andreu también conocía el fútbol porque era directivo del Valencia, el rival local del Levante: “Me decían: ‘Ha venido un choto a terminar de hundirnos”. Choto es como llaman los aficionados a los seguidores del Valencia. Andreu había gestionado antes concursos como el de la inmobiliaria Llanera, con 700 millones de deuda. En su despacho, en una calle peatonal del centro de Valencia, recuerda una reunión con los futbolistas en la pretemporada, cuando se negaban a entrenarse por los impagos: “Empecé a explicarles qué era el concurso, que cobrarían a partir de ese momento, pero que la deuda anterior quedaba congelada hasta el convenio, que tenían que poner de su parte porque si el club bajaba a Segunda B podía desaparecer”. Según recuerda, uno de los futbolistas, repantingado en una silla, le soltó: “Pero bueno, ¿usted no ha venido aquí a decirnos cuándo cobramos?’. Me dejó de piedra. Creen que lo tienen todo asegurado”. “Alguno tenía más de un millón de euros de ficha y se negaba a bajársela”, añade. Al final negociaron un ERE.
Los administradores impusieron un tope salarial de 350.000 euros y
dieron plenos poderes al equipo técnico con la condición de no pagar
traspasos ni comisiones. Los años siguientes llegaron Ballesteros,
Juanfran, Valdo... Jugadores veteranos de los que no se esperaba
demasiado. Hasta el punto de que los administradores temían bajar a
Segunda B. Andreu recuerda que preguntó al director deportivo si estaba
seguro de los fichajes. “Al precio que los traigo, algún defecto tienen
que tener”, fue su respuesta. No lo tenían. Con un entrenador
desconocido, Luis García, y una plantilla de veteranos y canteranos, el
Levante siguió en Segunda y el año siguiente volvió a Primera.
José Antonio Bosch tampoco tenía relación con el fútbol cuando fue designado en noviembre de 2010 por la juez Alaya, que instruye entre otras la causa de los ERE, para administrar las acciones del Betis de Manuel Ruiz de Lopera, el 51%. El singular expresidente bético está inmerso en un complejo proceso penal sobre la propiedad del club. El Betis es especialmente complicado porque hay un administrador judicial por el proceso penal y, desde 2011, tres administradores por el concurso de acreedores que solicitó con 100 millones de deuda.
Bosch, un abogado de izquierdas que pleiteó sin éxito con su Colegio de Abogados para que la Inmaculada dejara de ser su patrona, relata que las cuentas eran raras. “Los jugadores cobraban el 20% de la ficha en 12 meses y el resto en pagarés que se abonaban al año siguiente. Así se fue acumulando la deuda”. El mal del fútbol, opina, radica en que “el mercado de fichajes está inflado y en los clubes no se aplican las reglas de las empresas”. Además, apunta otro factor en el que coinciden muchos de los consultados: esto no habría sido posible sin la connivencia de la Administración. Según Bosch, “Hacienda ha dado a los clubes un trato distinto que al resto de empresas. Ya le hubiese gustado a un ciudadano conseguir los aplazamientos que tiene el Betis”.
No es solo Hacienda. Los administradores descubrieron que el Ayuntamiento de la ciudad llevaba una década sin cobrarle el IBI ni el Impuesto de Actividades Económicas al club. Eso les ha permitido declarar como prescrita más de la mitad de esta deuda, por lo que las arcas municipales han dejado de ingresar unos 500.000 euros.
El pasado 10 de enero, el Deportivo de La Coruña fue el último en sumarse a la lista de clubes en concurso. Acumulaba 156 millones de deuda, unos 40 de ellos con Hacienda. Los impagos vienen de lejos. En 2003, la empresa Mondo Ibérica construyó unos campos de césped artificial para el Depor. Casi diez años después, reclamó en el juzgado el concurso de acreedores porque aún no había cobrado los 365.000 euros de la obra. El presidente del club desde 1988, Augusto César Lendoiro, pagó la deuda para que retiraran la reclamación. Para los gestores del club es más beneficioso pedir el concurso voluntario que hacerlo forzados por un acreedor.
El informe al que alude Prada Gayoso es el demoledor documento que
presentaron el pasado 20, en el que destrozan las cuentas oficiales del
club. El Depor estuvo cinco años sin presentar números en el registro
mercantil y desde la temporada 2006-2007 realizó “operaciones de
revalorización contable de sus activos, contrarias a las reglas legales y
reglamentarias sobre contabilidad”. Desde 2006 el club estaba “en causa
legal de disolución”. Comenzó entonces una serie de “artificios”
contables y cuando no tenía margen para más filigranas dejó de pagar a
Hacienda y a la Seguridad Social. Después del dictamen, el club
inscribió en el registro el acuerdo por el que desde 1999 Lendoiro cobra
unos 400.000 euros al año.
Días antes del concurso, el Deportivo fichó a un nuevo equipo técnico, a dos futbolistas, Silvio y Assunçao, y cerró varias renovaciones como las de Laure o Zé Castro. Es lo que los administradores conocen como “hacer grasa” o “darse la comida del oso”. Antes del periodo de austeridad del concurso acumulan deudas, ya que luego tendrán una quita.
Además de las cuentas incomprensibles o los altos salarios, a los administradores les han chocado las fabulosas comisiones del mundo del fútbol. Los auditores del Racing de Santander no han tenido que escarbar para encontrar pagos que han considerado ilegales. “Vimos operaciones extrañas en la contabilidad, que estaba muy bien hecha”, explica el economista Santiago Ruiz, de 52 años. El informe que elaboraron en noviembre pasado no solo expone la penosa situación del club tras la salida del inversor indio Ahsan Ali Syed. También detalla “gastos excesivos e injustificados que sin duda han causado perjuicio patrimonial al Racing atribuible de forma individual y exclusiva al presidente y consejero delegado, Francisco Pernía”, exsecretario del PP cántabro.
Entre ellos está la transferencia de 965.065 euros a una escuela de fútbol en Brasil de la que “no existe constancia”.
El informe es una retahíla de operaciones como mínimo sorprendentes. En 2007, el Racing compró al delantero belga Mohamed Tchité por 5,5 millones al Anderlecht. Pagó 337.500 euros de comisión y un millón más por un partido amistoso entre los dos clubes que nunca se jugó. Algo parecido ocurrió con el fichaje del polaco Euzebiusz Smolarek. El club también pagaba comisiones cuando vendía. Al traspasar al gigantón Nicola Zigic al Valencia por 16,9 millones abonó 841.000 euros a la firma Meta Image. “No hay registrado en el Racing ningún contrato por esa intermediación”, señalan los administradores. El traspaso de Garay al Real Madrid conllevó 600.000 euros en comisiones.
“Pagar 600.000 euros en una comisión es una salvajada. Abonaron sobreprecios por partidos absurdos”, cuenta Ruiz, a quien le sorprendió que todo estuviera en la contabilidad, como si fuese normal: “Todo el mundo estaba acostumbrado a hacer las cosas así, simplemente porque allí se hacía así”.
Pernía se defiende atacando. “Ponen eso para culpar a alguien y que no se diga que ellos descendieron al equipo”. Para él, la situación era normal y quedará claro cuando se vea el caso en el juzgado. Alega que los gastos de representación se deben a sus viajes al Golfo Pérsico para intentar vender el equipo, y que los partidos no jugados eran una exigencia de los clubes que les vendían los futbolistas para pagar menos derechos a otros clubes con los que compartían la propiedad del jugador. Su conclusión tiene un punto de amargura. “El fútbol es una locura. Si no fichas, la prensa te dice que te vas a Segunda. Y si refuerzas el equipo dicen que te has pasado de la raya”.
En el Betis, los administradores han conseguido documentar, con ayuda
de la Guardia Civil, el pago de comisiones por traspasos que luego
acababan en los bolsillos de los directivos. “Aquí hubo una especie de
saqueo que hemos puesto en conocimiento del juez. Hemos facilitado
facturas de comisiones que salieron del club y volvieron a dirigentes”,
explica el abogado Bosch. Un informe de la Unidad Central Operativa de
la Guardia Civil destapó al menos tres operaciones que consideran
fraudulentas. No son especialmente complejas. A lo largo de 23 páginas,
el informe
refleja el fútbol de una época. Ahí detalla la comisión de 354.000 euros que el Betis pagó a Bastogne Corporación por la salida del turco-brasileño Mehmet Aurelio en 2010. Por la rescisión de contrato el futbolista recibió 1,351 millones. Bastogne Corporación, que carece de empleados y no tiene permiso como agente de jugadores, comparte sede con otras empresas de Luis Oliver, sucesor de Lopera y entonces máximo dirigente del club.
Otra de las operaciones destapadas es la de la venta del delantero Sergio García al Zaragoza. El Betis pagó a una empresa intermediaria 580.000 euros como comisión por la venta de García, y esta firma ingresó 489.000 a Bastogne Corporación, la sociedad vinculada al directivo del Betis. La firma solo recibió dos transferencias en el periodo analizado por la Guardia Civil. Las dos por traspasos del Betis.
Cuando se negó a despedir al director deportivo y su equipo, para ahorrarse la indemnización, el club colocó a Jesús García Pitarch, exdirector deportivo del Atlético, como presidente y arrinconó al oficial. Es curioso que García Cortés tenga problemas para recordar nombres de los futbolistas pero conserve en la cabeza los números del club.
Con su gestión, el Hércules pasó de perder 25 millones en Primera —cifra meritoria porque solo había facturado 26— a 1,8 en Segunda, y este año preveía beneficios.
Al frente del Betis, Bosch soportó presiones el año pasado, cuando el
equipo iba mal. “Me han insultado porque el aficionado al fútbol es
insaciable”. Recuerda cuando el conductor de un autobús junto al que
paró en un semáforo le gritó: “Señor Bosch, hay que renovar ya a Beñat”.
Sin embargo, el concurso del Betis ha dado con un sorprendente éxito
deportivo y económico: “Hemos cerrado el ejercicio con 2,5 millones de
beneficios y pagamos 19 millones a Hacienda, cinco de los cuales eran de
atrasos. No creo que haya muchas empresas en Sevilla que hayan pagado
esas cantidades”. Bosch apuesta por la continuidad del entrenador:
“Ninguna empresa exige resultados a corto plazo. No entiendo de fútbol,
pero Alex Ferguson lleva 27 años de entrenador del Manchester United y
funciona. No veo por qué no puede ser así. Lo impensable es que una
empresa que factura 47 millones empiece de cero cada año”.
Algo similar le ocurre al Rayo, cómodamente instalado en Primera con la plantilla más barata de la categoría. Gasta en salarios seis millones, menos que el sueldo de Cristiano Ronaldo. Vendieron a la estrella local, Michu, y a Coke, y este verano previsiblemente saldrán Leo Batistao y Lass. Si la grada protesta, mala suerte. “No nos dejamos llevar por los caprichos. Al llegar hubo un choque porque el futbolista se creía intocable. Ahora ven que pagamos cada mes y que somos serios”, explica Plaza.
Prada Gayoso insiste en que el problema no es solo de los directivos: “Habría que preguntarse si a los 20.000 accionistas del Depor les preocupaban las cuentas o los resultados deportivos. Una vez, un directivo importante de un club me contó que en su consejo solo se hablaba de lo que pasaba en el rectángulo verde, de por qué el entrenador había quitado a tal o cual jugador, pero que en cuanto entraban en materia financiera muchos consejeros se salían de la reunión porque tenían otras cosas que hacer”.
El abogado Antonio González Bustos, de 45 años, que entró en 2005 a gestionar el concurso del Sporting, coincide: “Me sorprendió que los criterios de gestión empresarial más básicos no se apliquen. Los accionistas lo que quieren es que el equipo gane, no les interesa el resultado económico”.
Cuando los administradores dejan el club, generalmente fijan una quita del 50% para los acreedores (jugadores, otros clubes y proveedores), que deben aprobar el convenio. Hacienda y la Seguridad Social ya no aceptan rebajas, pero sí pactan un periodo de pagos fijos para saldar la deuda. En la mayoría de los casos hay poca deuda bancaria porque hace años que la banca dejó de considerar a los clubes dignos de crédito.
El Hércules, por ejemplo, tiene un plan de pagos a Hacienda de 80.000 euros al mes en Segunda y 170.000 si sube a Primera. El Levante, que sigue vendiendo pese a jugar en Europa, destina a pagar deudas lo que supere los 600.000 euros de ingresos por traspasos. Con la entrada de los administradores y la mayor firmeza de Hacienda, la deuda de los clubes se ha reducido. En 2012 bajó un 8%, de 752,3 millones a 690,4 en febrero de este año. La Real Sociedad ha sido el primer club en salir del concurso. Lo hizo el pasado enero después de casi cuatro años cumpliendo el convenio.
El administrador del Rayo insiste en que, bien gestionado, el fútbol
puede ser negocio: “Con la plantilla más barata de primera vamos a dar
beneficios este año. La ley concursal está haciendo mucho bien al
fútbol”. Hasta ahora, los administradores no han liquidado ningún club
profesional. Puede que sí ocurra si incumplen los compromisos de pago
alcanzados con los acreedores.
Prada Gayoso justifica que, al contrario de lo que ocurre en otros sectores, aún no haya ningún club profesional que haya echado la persiana. “Si liquidas la empresa se vende el patrimonio y se reparte entre los acreedores. Pero en el fútbol solo puedes vender los trofeos, que igual tienen un valor para un coleccionista, y los futbolistas, que no dan para pagar nada. Así que los acreedores suelen preferir seguir con la actividad y aceptar una quita”. Por eso, y pese a que el Depor es colista y puede bajar a Segunda, en su informe ha considerado que el club es viable. Prada esgrime que no lo hacen por el impacto que tendría el cierre de un club que hace 13 años ganó la Liga: “El fútbol tiene solución. En España hay una gran demanda, gente que está dispuesta a sacrificar tiempo y dinero por este deporte. El problema es meterte en gastos excesivos”. El fútbol, argumenta, se ha convertido en un “negocio endemoniado, diabólico, imposible. Todos invierten en futbolistas caros para ganar y cumplir el presupuesto, pero por definición solo cuatro o cinco pueden lograrlo”.
Si la ley concursal y la quita que conlleva será una vacuna contra el
gasto excesivo en el fútbol o no, solo el tiempo lo dirá. Por el
momento es una forma de rescate que penaliza deportivamente a los clubes
que no han acumulado deudas impagables, como Huesca, Numancia,
Ponferradina o Alcorcón.
El Málaga desapareció una vez y ya refundado entró en concurso hace cinco años. Fue administrado por Daniel Pastor, de 52 años, presidente del Colegio de Economistas de Andalucía. “Tuvo un año de austeridad tras salir del concurso, pero ahora debe de tener una deuda de unos 60 millones con proveedores”. El equipo del jeque Al-Thani ha sido sancionado por la UEFA a no jugar competiciones europeas el año que viene por sus impagos. El Málaga confía en demostrar que se ha puesto al día con Hacienda.
La esperanza es el Levante, que tras salir del concurso mantuvo la política de austeridad. Sandalio Gómez, responsable del Centro para la Gestión del Negocio Deportivo de la Escuela de Negocios IESE, recuerda que se interesó por el club en enero de 2011. “El equipo había hecho una primera vuelta en Primera malísima. Tenía solo 15 puntos. Me reuní con el presidente, Quico Catalán, y le pregunté si no iba a fichar como hacían otros equipos en esa situación”. La respuesta fue que no, que esa era la plantilla y el entrenador apropiados y que si bajaban eran cosas del fútbol. “En lugar de eso, organizaron un concurso de dibujo sobre el Levante entre los hijos de los abonados y empapelaron el vestuario, organizaron una paella para unir afición y jugadores. Vi que el concurso había sido una vacuna que les impedía hacer disparates”. El Levante hizo una segunda vuelta espectacular y se salvó sin problemas. Sigue en Primera y juega en Europa. A veces, las menos, la vida es justa.
Como él, decenas de auditores, economistas e inspectores de Hacienda, en equipos de dos o tres personas, han vivido la experiencia —a veces disparatada, a veces ingrata— de llevar las riendas de un club de fútbol profesional. Desde 2004, cuando entró en vigor la ley concursal, 19 de los 42 clubes que militan en Primera y Segunda han pasado por concurso de acreedores. La lista sería más amplia si se sumaran los que ya han descendido a Segunda B. La posición de estos gestores es privilegiada para hablar de la burbuja del fútbol, cuya deuda con Hacienda asciende a 690 millones de euros (a esa habría que sumar la contraída con los proveedores). Son los hombres de negro del fútbol español, los encargados de pinchar la burbuja. Son elegidos por los jueces y cobran suculentas minutas con cargo a las empresas que van a gestionar. Su diagnóstico coincide: la gestión del fútbol español ha sido desastrosa, el dinero se ha dilapidado en fichajes desorbitados y con frecuencia innecesarios, hay un mar de comisiones más que sospechosas y Hacienda y las Administraciones han mostrado durante años una sorprendente manga ancha a la hora de renegociar las deudas.
Alfonso García Cortés no sabía nada de fútbol. Este abogado de Alicante de 51 años, con fama de fiable, había gestionado decenas de concursos de acreedores: inmobiliarias, empresas de turrón, fábricas textiles… Solo en los tres años anteriores había participado, como administrador o como abogado, en 75 procesos concursales. Pero no sabía qué era un lateral o un extremo. Hasta que en julio de 2011 un juez de Alicante le encargó gestionar el Hércules, el principal club de la ciudad, que acababa de descender a Segunda y acumulaba deudas de unos 60 millones. Fue elegido por su amplia experiencia. No es que la deuda de la empresa superase la de otras, pero el tema era socialmente muy delicado. García Cortés explica el desolador panorama que se encontró al abrir los libros: “El club tenía las cuentas embargadas y un saldo de menos 300.000 euros en el banco. Los salarios de la temporada anterior estaban impagados. Había deuda con la Seguridad Social, Hacienda y proveedores. Llevaba cuatro meses sin pagar la luz y el agua”. Tenía 40 procedimientos judiciales abiertos. Los activos del club no eran espectaculares: las copas y los jugadores.
El Hércules es propiedad del promotor inmobiliario y empresario de la basura Enrique Ortiz, imputado en la Operación Brugal. Tras un ascenso a Primera rodeado de sospechas de compra de partidos, había fichado al exinternacional francés David Trezeguet, un fino delantero cuyos mejores años los pasó en la Juventus de Turín. Del Borussia Dortmund llegó el artillero paraguayo Nelson Valdés. La plantilla costaba 26 millones y al caer a Segunda el agujero de las deudas de años era inasumible.
García Cortés, junto a un economista de la consultora KPMG, aplicó una terapia de choque. Los jugadores que tenían algún valor en el mercado fueron vendidos. A los demás los dejaron irse porque no podían pagar su ficha. Quedaban otros que se agarraban a sus contratos para no dejar el club. Rufete (ex del Valencia y Málaga, 500.000 euros brutos de ficha), Joseba del Olmo (280.000), Cristian Hidalgo (450.000), Mohamed Sarr (700.000) y Piet Velthuizen (600.000). Jugadores que no pensaban que pudieran mejorar sus salarios fuera y que exigían cobrar la ficha íntegra.
“Fue una especie de saqueo”
El abogado José Antonio Bosch administra la mayoría de las acciones del Betis desde noviembre de 2010 por orden judicial: “Aquí hubo una especie de saqueo que hemos puesto en conocimiento del juez. Hemos facilitado facturas de comisiones que salieron del club y volvieron a dirigentes”. La Guardia Civil ha documentado pagos del club por traspasos que luego iban a empresas de Luis Oliver, sucesor de Lopera. Bosch no sabía de fútbol antes de llegar al Betis.
El abogado José Antonio Bosch administra la mayoría de las acciones del Betis desde noviembre de 2010 por orden judicial: “Aquí hubo una especie de saqueo que hemos puesto en conocimiento del juez. Hemos facilitado facturas de comisiones que salieron del club y volvieron a dirigentes”. La Guardia Civil ha documentado pagos del club por traspasos que luego iban a empresas de Luis Oliver, sucesor de Lopera. Bosch no sabía de fútbol antes de llegar al Betis.
Bajar el coste de la plantilla es lo primero que hace un administrador. José Baltasar Plaza entró a gestionar el Rayo Vallecano en el verano de 2011. Contra pronóstico, el equipo acababa de subir a Primera y los futbolistas llevaban 10 meses sin cobrar. Ruiz-Mateos había dejado el club con una deuda de 60 millones de euros, 35 de ellos con Hacienda. Plaza cuenta que hallaron unas cuentas sorprendentes. “Había varios tipos de contratos: A, B, C y D y salarios muy elevados”. En el Rayo llegó a haber un cura que cobraba primas según los resultados del equipo. Los administradores apostaron por adelgazar drásticamente la masa salarial. Al capitán, Movilla (36 años), le redujeron el sueldo de 900.000 euros a 325.000 por su edad. La justicia aceptó después que los años eran un argumento para bajar el salario de un deportista.
Plaza no parece tener mucho que ver con Vallecas. Su enorme despacho está en el exclusivo paseo de Pintor Rosales, en Madrid, con vistas al Parque del Oeste. En la estantería hay fotos con el actual defensa del Madrid Pepe y con Juanito. Plaza sí conocía el mundo del fútbol. Había sido abogado de la agencia de futbolistas Bahía Internacional, que representa a Fernando Torres entre otros. Los tres administradores —junto a Plaza trabajan un economista y una inspectora de Hacienda— no solo tuvieron roces con los futbolistas. También con el entonces entrenador, José Ramón Sandoval, que cobró 188.000 euros del club diez días antes de entrar en concurso. Los administradores le demandaron y, al terminar la temporada, no fue renovado pese a haber salvado la categoría. Fríamente. Sin motivos personales. Como en toda multinacional.
» Limpiar la plantilla.
Los administradores no suelen congeniar al principio con los futbolistas. El abogado Damián Mora Tejada estuvo al frente del Murcia cuando bajó a Segunda y solicitó el concurso: “Teníamos una plantilla carísima, con sueldos de Primera. Eran mercenarios sin apego al equipo ni a la ciudad”. Mora es abonado del Murcia desde 1966 y no se pierde un partido. El forofo que lleva dentro no le impide sentenciar que para el club “lo mejor que le pasó fue bajar inmediatamente a Segunda B”. Así pudo limpiar la plantilla.
García Cortés aplicó un ERE a jugadores del Hércules: “Si hubiera salido mal, habríamos tenido que liquidar”
El auditor Vicente Andreu entró en el Levante en 2008. El club había descendido a Segunda y debía 83 millones. Andreu también conocía el fútbol porque era directivo del Valencia, el rival local del Levante: “Me decían: ‘Ha venido un choto a terminar de hundirnos”. Choto es como llaman los aficionados a los seguidores del Valencia. Andreu había gestionado antes concursos como el de la inmobiliaria Llanera, con 700 millones de deuda. En su despacho, en una calle peatonal del centro de Valencia, recuerda una reunión con los futbolistas en la pretemporada, cuando se negaban a entrenarse por los impagos: “Empecé a explicarles qué era el concurso, que cobrarían a partir de ese momento, pero que la deuda anterior quedaba congelada hasta el convenio, que tenían que poner de su parte porque si el club bajaba a Segunda B podía desaparecer”. Según recuerda, uno de los futbolistas, repantingado en una silla, le soltó: “Pero bueno, ¿usted no ha venido aquí a decirnos cuándo cobramos?’. Me dejó de piedra. Creen que lo tienen todo asegurado”. “Alguno tenía más de un millón de euros de ficha y se negaba a bajársela”, añade. Al final negociaron un ERE.
“En el narcotráfico al menos hay reglas”
Luis Manuel Rubí era un inspector de Hacienda de 38 años que en 1999 tomó las riendas del Atlético de Madrid. Lo hizo por orden de la Audiencia Nacional, que investigaba la propiedad del club. “Había sido administrador judicial en Galicia en casos de narcotráfico. Había llevado las bodegas de Oubiña o los criaderos de rodaballo de los Charlines”, explica ahora en su despacho, ya fuera de Hacienda. Pero lo que encontró en el fútbol fue distinto de todo. El ambiente era tan duro que no podía ir al palco y tuvo que llevar escolta. “Sentí más riesgo en el fútbol que en el contrabando gallego, donde al menos hay reglas”. Rubí fue el primer administrador en un club y, aunque estuvo solo unos meses, documentó comisiones ilegales con facilidad. “Busqué a un subinspector aficionado del Atlético que rápidamente detectó contratos con desviaciones increíbles”. Jugadores con precios inflados que hacían que “los fondos del club salieran fuera de España”. Meses después, y con un gran equipo, el Atleti bajó a Segunda. “Jesús Gil controlaba la plantilla. Les decía que yo quería meterlos en la cárcel”, recuerda.
Luis Manuel Rubí era un inspector de Hacienda de 38 años que en 1999 tomó las riendas del Atlético de Madrid. Lo hizo por orden de la Audiencia Nacional, que investigaba la propiedad del club. “Había sido administrador judicial en Galicia en casos de narcotráfico. Había llevado las bodegas de Oubiña o los criaderos de rodaballo de los Charlines”, explica ahora en su despacho, ya fuera de Hacienda. Pero lo que encontró en el fútbol fue distinto de todo. El ambiente era tan duro que no podía ir al palco y tuvo que llevar escolta. “Sentí más riesgo en el fútbol que en el contrabando gallego, donde al menos hay reglas”. Rubí fue el primer administrador en un club y, aunque estuvo solo unos meses, documentó comisiones ilegales con facilidad. “Busqué a un subinspector aficionado del Atlético que rápidamente detectó contratos con desviaciones increíbles”. Jugadores con precios inflados que hacían que “los fondos del club salieran fuera de España”. Meses después, y con un gran equipo, el Atleti bajó a Segunda. “Jesús Gil controlaba la plantilla. Les decía que yo quería meterlos en la cárcel”, recuerda.
José Antonio Bosch tampoco tenía relación con el fútbol cuando fue designado en noviembre de 2010 por la juez Alaya, que instruye entre otras la causa de los ERE, para administrar las acciones del Betis de Manuel Ruiz de Lopera, el 51%. El singular expresidente bético está inmerso en un complejo proceso penal sobre la propiedad del club. El Betis es especialmente complicado porque hay un administrador judicial por el proceso penal y, desde 2011, tres administradores por el concurso de acreedores que solicitó con 100 millones de deuda.
Bosch, un abogado de izquierdas que pleiteó sin éxito con su Colegio de Abogados para que la Inmaculada dejara de ser su patrona, relata que las cuentas eran raras. “Los jugadores cobraban el 20% de la ficha en 12 meses y el resto en pagarés que se abonaban al año siguiente. Así se fue acumulando la deuda”. El mal del fútbol, opina, radica en que “el mercado de fichajes está inflado y en los clubes no se aplican las reglas de las empresas”. Además, apunta otro factor en el que coinciden muchos de los consultados: esto no habría sido posible sin la connivencia de la Administración. Según Bosch, “Hacienda ha dado a los clubes un trato distinto que al resto de empresas. Ya le hubiese gustado a un ciudadano conseguir los aplazamientos que tiene el Betis”.
No es solo Hacienda. Los administradores descubrieron que el Ayuntamiento de la ciudad llevaba una década sin cobrarle el IBI ni el Impuesto de Actividades Económicas al club. Eso les ha permitido declarar como prescrita más de la mitad de esta deuda, por lo que las arcas municipales han dejado de ingresar unos 500.000 euros.
El pasado 10 de enero, el Deportivo de La Coruña fue el último en sumarse a la lista de clubes en concurso. Acumulaba 156 millones de deuda, unos 40 de ellos con Hacienda. Los impagos vienen de lejos. En 2003, la empresa Mondo Ibérica construyó unos campos de césped artificial para el Depor. Casi diez años después, reclamó en el juzgado el concurso de acreedores porque aún no había cobrado los 365.000 euros de la obra. El presidente del club desde 1988, Augusto César Lendoiro, pagó la deuda para que retiraran la reclamación. Para los gestores del club es más beneficioso pedir el concurso voluntario que hacerlo forzados por un acreedor.
» Filigranas contables.
Uno de los dos administradores concursales del Depor, Francisco Prada Gayoso, de 69 años, tiene experiencia en clubes de fútbol. Antes del Deportivo, este gallego afincado en Madrid llevó los concursos del Ourense y el Celta de Vigo. Ha participado en unos doscientos en su carrera, pero le chocó cuando le llamó la juez que tutelaba el del Ourense: “Le expliqué que debía de haber un error, que yo soy del 10% de la población española que no sabe de fútbol, pero me dijo que no importaba”. Sobre cómo ha podido el Depor acumular una deuda con Hacienda de 40 millones, Prada razona: “En el informe dejamos claro que a esta situación solo se puede llegar con la tolerancia de los principales acreedores”. La Comisión Europea ha abierto una investigación a España sobre si estas deudas con Hacienda constituyen una ayuda de Estado encubierta, prohibida por la UE por vulnerar la competencia dejando en desventaja a otros clubes comunitarios.
“El jugador se creía intocable”
El abogado José Baltasar Plaza es uno de los tres administradores del Rayo Vallecano. Desde el concurso de acreedores, el club lleva una política de austeridad, con rebaja de sueldos y venta de jugadores. Y funciona. Con la plantilla más barata de Primera, el Rayo está haciendo una temporada brillante. “Al llegar hubo un choque porque el futbolista se creía intocable. Ahora ven que pagamos cada mes y que somos serios”.
El abogado José Baltasar Plaza es uno de los tres administradores del Rayo Vallecano. Desde el concurso de acreedores, el club lleva una política de austeridad, con rebaja de sueldos y venta de jugadores. Y funciona. Con la plantilla más barata de Primera, el Rayo está haciendo una temporada brillante. “Al llegar hubo un choque porque el futbolista se creía intocable. Ahora ven que pagamos cada mes y que somos serios”.
Días antes del concurso, el Deportivo fichó a un nuevo equipo técnico, a dos futbolistas, Silvio y Assunçao, y cerró varias renovaciones como las de Laure o Zé Castro. Es lo que los administradores conocen como “hacer grasa” o “darse la comida del oso”. Antes del periodo de austeridad del concurso acumulan deudas, ya que luego tendrán una quita.
Además de las cuentas incomprensibles o los altos salarios, a los administradores les han chocado las fabulosas comisiones del mundo del fútbol. Los auditores del Racing de Santander no han tenido que escarbar para encontrar pagos que han considerado ilegales. “Vimos operaciones extrañas en la contabilidad, que estaba muy bien hecha”, explica el economista Santiago Ruiz, de 52 años. El informe que elaboraron en noviembre pasado no solo expone la penosa situación del club tras la salida del inversor indio Ahsan Ali Syed. También detalla “gastos excesivos e injustificados que sin duda han causado perjuicio patrimonial al Racing atribuible de forma individual y exclusiva al presidente y consejero delegado, Francisco Pernía”, exsecretario del PP cántabro.
Entre ellos está la transferencia de 965.065 euros a una escuela de fútbol en Brasil de la que “no existe constancia”.
El informe es una retahíla de operaciones como mínimo sorprendentes. En 2007, el Racing compró al delantero belga Mohamed Tchité por 5,5 millones al Anderlecht. Pagó 337.500 euros de comisión y un millón más por un partido amistoso entre los dos clubes que nunca se jugó. Algo parecido ocurrió con el fichaje del polaco Euzebiusz Smolarek. El club también pagaba comisiones cuando vendía. Al traspasar al gigantón Nicola Zigic al Valencia por 16,9 millones abonó 841.000 euros a la firma Meta Image. “No hay registrado en el Racing ningún contrato por esa intermediación”, señalan los administradores. El traspaso de Garay al Real Madrid conllevó 600.000 euros en comisiones.
» El coche del presidente.
En el mismo lote de operaciones incluye la compra de un Audi S8 por 84.000 euros para el presidente. Con los administradores, los gastos de representación y viajes de directivos del Racing bajaron de 127.000 euros al año a 24.300. Ya no había pagos de ropa o gastos en un spa durante una estancia en Brasil, por ejemplo. La fiscalía ha reclamado a Alí y a Pernía que devuelvan 4,9 millones.“Pagar 600.000 euros en una comisión es una salvajada. Abonaron sobreprecios por partidos absurdos”, cuenta Ruiz, a quien le sorprendió que todo estuviera en la contabilidad, como si fuese normal: “Todo el mundo estaba acostumbrado a hacer las cosas así, simplemente porque allí se hacía así”.
Pernía se defiende atacando. “Ponen eso para culpar a alguien y que no se diga que ellos descendieron al equipo”. Para él, la situación era normal y quedará claro cuando se vea el caso en el juzgado. Alega que los gastos de representación se deben a sus viajes al Golfo Pérsico para intentar vender el equipo, y que los partidos no jugados eran una exigencia de los clubes que les vendían los futbolistas para pagar menos derechos a otros clubes con los que compartían la propiedad del jugador. Su conclusión tiene un punto de amargura. “El fútbol es una locura. Si no fichas, la prensa te dice que te vas a Segunda. Y si refuerzas el equipo dicen que te has pasado de la raya”.
“La gestión empresarial más básica no se aplica”, explica Antonio González Bustos, que administró el Sporting
refleja el fútbol de una época. Ahí detalla la comisión de 354.000 euros que el Betis pagó a Bastogne Corporación por la salida del turco-brasileño Mehmet Aurelio en 2010. Por la rescisión de contrato el futbolista recibió 1,351 millones. Bastogne Corporación, que carece de empleados y no tiene permiso como agente de jugadores, comparte sede con otras empresas de Luis Oliver, sucesor de Lopera y entonces máximo dirigente del club.
Otra de las operaciones destapadas es la de la venta del delantero Sergio García al Zaragoza. El Betis pagó a una empresa intermediaria 580.000 euros como comisión por la venta de García, y esta firma ingresó 489.000 a Bastogne Corporación, la sociedad vinculada al directivo del Betis. La firma solo recibió dos transferencias en el periodo analizado por la Guardia Civil. Las dos por traspasos del Betis.
» Ya en beneficios.
Una vez en el cargo, la política general de los hombres de negro del fútbol suele ser la de la austeridad: nada de volverse loco en fichajes. García Cortés, que administró el Hércules hasta el pasado 23 de enero, pide no ser el protagonista de la historia, pero las anécdotas de sus 18 meses al frente de un club arruinado propiedad de un promotor inmobiliario muestran lo que ocurre cuando la gestión empresarial entra en el fútbol. El abogado recuerda un domingo en el que su Blackberry se llenó de llamadas perdidas mientras estaba en el cine. “Era el presidente, que quería que echara al entrenador porque había perdido ante el Córdoba. ‘¿Cómo le vamos a echar si va cuarto?”, replicó el letrado.Cuando se negó a despedir al director deportivo y su equipo, para ahorrarse la indemnización, el club colocó a Jesús García Pitarch, exdirector deportivo del Atlético, como presidente y arrinconó al oficial. Es curioso que García Cortés tenga problemas para recordar nombres de los futbolistas pero conserve en la cabeza los números del club.
Con su gestión, el Hércules pasó de perder 25 millones en Primera —cifra meritoria porque solo había facturado 26— a 1,8 en Segunda, y este año preveía beneficios.
“El fútbol es una actividad protegida”
El auditor Vicente Andreu administró el Levante, donde bajó la masa salarial. “Tras el concurso, los futbolistas cobraban de media 250.000 euros. ¿Quién gana eso fuera del fútbol?”. Cuando llegó al club, vio que los jugadores hablaban en sueldos netos. “Les dije que de salarios netos nada, que hablaríamos en bruto como en todas las empresas”. Sobre la tolerancia de la Administración opina: “El fútbol es una actividad protegida. Un Ayuntamiento no se atreve a embargar la taquilla a un club que no pague el IBI como haría con una ferretería”.
El auditor Vicente Andreu administró el Levante, donde bajó la masa salarial. “Tras el concurso, los futbolistas cobraban de media 250.000 euros. ¿Quién gana eso fuera del fútbol?”. Cuando llegó al club, vio que los jugadores hablaban en sueldos netos. “Les dije que de salarios netos nada, que hablaríamos en bruto como en todas las empresas”. Sobre la tolerancia de la Administración opina: “El fútbol es una actividad protegida. Un Ayuntamiento no se atreve a embargar la taquilla a un club que no pague el IBI como haría con una ferretería”.
Algo similar le ocurre al Rayo, cómodamente instalado en Primera con la plantilla más barata de la categoría. Gasta en salarios seis millones, menos que el sueldo de Cristiano Ronaldo. Vendieron a la estrella local, Michu, y a Coke, y este verano previsiblemente saldrán Leo Batistao y Lass. Si la grada protesta, mala suerte. “No nos dejamos llevar por los caprichos. Al llegar hubo un choque porque el futbolista se creía intocable. Ahora ven que pagamos cada mes y que somos serios”, explica Plaza.
Prada Gayoso insiste en que el problema no es solo de los directivos: “Habría que preguntarse si a los 20.000 accionistas del Depor les preocupaban las cuentas o los resultados deportivos. Una vez, un directivo importante de un club me contó que en su consejo solo se hablaba de lo que pasaba en el rectángulo verde, de por qué el entrenador había quitado a tal o cual jugador, pero que en cuanto entraban en materia financiera muchos consejeros se salían de la reunión porque tenían otras cosas que hacer”.
El abogado Antonio González Bustos, de 45 años, que entró en 2005 a gestionar el concurso del Sporting, coincide: “Me sorprendió que los criterios de gestión empresarial más básicos no se apliquen. Los accionistas lo que quieren es que el equipo gane, no les interesa el resultado económico”.
Cuando los administradores dejan el club, generalmente fijan una quita del 50% para los acreedores (jugadores, otros clubes y proveedores), que deben aprobar el convenio. Hacienda y la Seguridad Social ya no aceptan rebajas, pero sí pactan un periodo de pagos fijos para saldar la deuda. En la mayoría de los casos hay poca deuda bancaria porque hace años que la banca dejó de considerar a los clubes dignos de crédito.
El Hércules, por ejemplo, tiene un plan de pagos a Hacienda de 80.000 euros al mes en Segunda y 170.000 si sube a Primera. El Levante, que sigue vendiendo pese a jugar en Europa, destina a pagar deudas lo que supere los 600.000 euros de ingresos por traspasos. Con la entrada de los administradores y la mayor firmeza de Hacienda, la deuda de los clubes se ha reducido. En 2012 bajó un 8%, de 752,3 millones a 690,4 en febrero de este año. La Real Sociedad ha sido el primer club en salir del concurso. Lo hizo el pasado enero después de casi cuatro años cumpliendo el convenio.
Daniel Pastor llevó el concurso del Málaga: “El club tuvo un año de austeridad, pero ahora vuelve a acumular deuda”
Prada Gayoso justifica que, al contrario de lo que ocurre en otros sectores, aún no haya ningún club profesional que haya echado la persiana. “Si liquidas la empresa se vende el patrimonio y se reparte entre los acreedores. Pero en el fútbol solo puedes vender los trofeos, que igual tienen un valor para un coleccionista, y los futbolistas, que no dan para pagar nada. Así que los acreedores suelen preferir seguir con la actividad y aceptar una quita”. Por eso, y pese a que el Depor es colista y puede bajar a Segunda, en su informe ha considerado que el club es viable. Prada esgrime que no lo hacen por el impacto que tendría el cierre de un club que hace 13 años ganó la Liga: “El fútbol tiene solución. En España hay una gran demanda, gente que está dispuesta a sacrificar tiempo y dinero por este deporte. El problema es meterte en gastos excesivos”. El fútbol, argumenta, se ha convertido en un “negocio endemoniado, diabólico, imposible. Todos invierten en futbolistas caros para ganar y cumplir el presupuesto, pero por definición solo cuatro o cinco pueden lograrlo”.
» Un negocio que podría ser sencillo.
Una de las cosas que más sorprendió a varios de los administradores es que el fútbol es un negocio sencillo de gestionar. “He llevado empresas de todos los sectores y siempre hay incertidumbre. Cuando uno planifica cualquier presupuesto hay riesgo, nunca se sabe cuánto material se va a vender o cómo va a evolucionar la competencia o el precio de tu materia prima. Sin embargo, en el fútbol el primer día sabes con un 90% de seguridad cuáles van a ser tus ingresos. La televisión, taquilla, abonados, quinielas... son ingresos fijos, solo hay que ajustar los gastos”, explica Prada.
La Asociación de Futbolistas: “El problema es que la Liga permite que se mantengan los clubes que no pagan”
El Málaga desapareció una vez y ya refundado entró en concurso hace cinco años. Fue administrado por Daniel Pastor, de 52 años, presidente del Colegio de Economistas de Andalucía. “Tuvo un año de austeridad tras salir del concurso, pero ahora debe de tener una deuda de unos 60 millones con proveedores”. El equipo del jeque Al-Thani ha sido sancionado por la UEFA a no jugar competiciones europeas el año que viene por sus impagos. El Málaga confía en demostrar que se ha puesto al día con Hacienda.
La esperanza es el Levante, que tras salir del concurso mantuvo la política de austeridad. Sandalio Gómez, responsable del Centro para la Gestión del Negocio Deportivo de la Escuela de Negocios IESE, recuerda que se interesó por el club en enero de 2011. “El equipo había hecho una primera vuelta en Primera malísima. Tenía solo 15 puntos. Me reuní con el presidente, Quico Catalán, y le pregunté si no iba a fichar como hacían otros equipos en esa situación”. La respuesta fue que no, que esa era la plantilla y el entrenador apropiados y que si bajaban eran cosas del fútbol. “En lugar de eso, organizaron un concurso de dibujo sobre el Levante entre los hijos de los abonados y empapelaron el vestuario, organizaron una paella para unir afición y jugadores. Vi que el concurso había sido una vacuna que les impedía hacer disparates”. El Levante hizo una segunda vuelta espectacular y se salvó sin problemas. Sigue en Primera y juega en Europa. A veces, las menos, la vida es justa.
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