River coquetea con el sufrimiento
Por Víctor Hugo Morales. River tenía el número de la alegría, pero decidió llamar a la angustia.
River tenía el número de la alegría, pero decidió llamar a la angustia. Cuando Ramírez se perdió el gol del empate en el último suspiro de la noche, los hinchas millonarios miraban el partido con las manos en la cabeza, se miraban buscando una explicación, no conseguían entender cómo se había llegado a una situación desesperante, después de jugar bien el primer tiempo, cuando quedó dos goles arriba. Coqueto River con el sufrimiento, se fue apagando y, en la cancha, como en una publicidad de las pilas, el único que siguió funcionando fue Ponzio.
Apáticos y confiados, los millonarios permitieron que los sabaleros
tuvieran aproximaciones a las que sólo les faltaba la contundencia.
Pero el equipo de Ramón no salía del letargo, de una siesta profunda en
la que parecía mimetizarse su propia parcialidad. Apáticos, los hinchas,
sin mensajes de fútbol, miraban como en un teatro y sólo faltaba que
apagaran los celulares para escuchar mejor el golpe seco de los
jugadores a la pelota.
Nada se transmitía hacia o desde la tribuna hasta que, a los 29
minutos, Colón descontó con un tiro de su goleador Gigliotti, que tomó
un rebote de Barovero con el arco libre. Pero antes toda la defensa fue
superada hasta que Curuchet, entrando por la izquierda, obligó a ese
despeje defectuoso del arquero de River. Entonces despertó la tribuna,
pero el equipo siguio dormido. Con un zurdo buenísimo llamado Mugni,
Colón empezó a enviar mensajes cada vez más elocuentes, hasta esa jugada
de Ramírez, cuando el juez ya tenía el pito en la boca. Diga que
Ramírez recibió entrando por la izquierda y se quiso acomodar para
darle de derecha, ofreciendo la pelota,y perdiéndose la oportunidad del
tiro final. De haber cubierto con el cuerpo para rematar de zurda,
River hubiera caído en un desencanto peor que cuando perdió ante San
Lorenzo.
Porque este domingo el equipo de Núñez estaba a buenas con el
fútbol y el resultado, cuando terminó el primer tiempo, y mucho más su
caída que el reflote de Colón, auspiciaron los padecimiento de la parte
final. El comentario empezó por el final, porque es lo que quedó
flotando en la atmósfera desencantada del estadio. Pero no es justo
dejar tan olvidado el primer tiempo. Hubo un prólogo de fútbol bien
jugado por Vangioni, sostenido en la columna fenomenal de Ponzio.
Ledesma distribuía bien, Mora prometía por la derecha. Sin abrumar,
River era mejor y vinieron, además, dos ofertas que no podían
desairearse de los defensores santafesinos. Así que Trezeguet de rebote y
Ponzio con un derechazo cruzado infernal, dejaron sentadas las bases
para que el Monumental fuese una fiesta. Pero no. Empezó a suceder lo
que no terminó mal de pura casualidad, o por la derechez de Ramírez. El
hincha no se engañó. Festejó con el ademán del revoleo de pañuelos, pero
el gesto, eran reproches, facturas por el sufrimiento del final.
Así, River, aun ganando y quedando como líder provisorio, ofreció
más margen para las dudas que para las certezas. Quizás, cuando Ramón
vuelva a la raya, las cosas cambien. Nada racional lo dice. Apenas esas
cosas de las cábalas que a veces juegan más de lo debido.
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