viernes, 2 de noviembre de 2018

Alfredo Di Stéfano, en su etapa como jugador del River Plate
Alfredo Di Stéfano, en su etapa como jugador del River Plate
COPA LIBERTADORES

El clásico en el que Di Stéfano jugó de portero

La historia del duelo River Plate-Boca Juniors, final inédita de la Libertadores, está plagada de anécdotas



Nacieron en el mismo país, conviven en la misma ciudad e incluso habitaron en el mismo barrio durante sus primeros años de vida, pero entre Boca Juniors y River Plate se gestó desde el primer día una de las rivalidades más acérrimas e irreconciliables del deporte. Para muchos no existe un partido igual en el planeta fútbol por la pasión que contagian sus hinchadas. La Boca, al sur de Buenos Aires, fue el barrio portuario que a principios del siglo XX unió para siempre la historia de estos dos equipos, pero también el que los separó para la eternidad. Perder contra el íntimo rival resulta el peor de los castigos. En sus enfrentamientos no existe el calificativo «amistoso» y mucho menos si coinciden en la final de la Copa Libertadores, el duelo que tendrán que afrontar los dos conjuntos más emblemáticos de Argentina para poder levantar el título de 2018. Conquistar el trofeo más prestigioso del continente supondrá el cielo para el vencedor, el infierno para el perdedor. La peor y más cruel de las derrotas posibles. Hablar de «partido del siglo» es un titular manido en los últimos años en las páginas de los diarios deportivos, pero, en este caso, la frase está plenamente justificada.
Tras «afear» al fútbol brasileño en las semifinales eliminando al Gremio y al Palmeiras, respectivamente, River Plate y Boca Juniors ya sueñan con el partido más trascendental de sus centenarias historias. Han coincidido en decenas de citas a lo largo de estos más de cien años, incluso también en alguna eliminatoria de la Libertadores, pero el enfrentamiento en la final de esta competición resulta tan inédito como atractivo. «Este duelo siempre es el más esperado de la temporada en Argentina, y mucho más en esta ocasión, el primero en una final de la Libertadores, una competición que en este continente tiene una enorme trascendencia. El mundo entero espera este River-Boca», explica a este periódico Nomberto «Beto» Alonso, una de las grandes leyendas del River Plate y actual asesor de Rodolfo D’Onofrio, su presidente.
La eliminatoria que decidirá el campeón, a doble partido (10 de noviembre en el campo de Boca, y 24 en el Monumental de River), ya ha comenzado a generar los primeros piques entre hinchadas y no solo en Buenos Aires. También en el resto del país porque en Argentina, históricamente, el clásico no deja a nadie indiferente. «Además de tu equipo, en este partido siempre eres de River o de Boca, pero este duelo sobrepasa todos los límites porque se trata de la primera final en este torneo. El país se va a parar», asegura a ABC el periodista Jonathan Rosas. Será la tercera ocasión que la Libertadores se decida en un duelo entre clubes de un mismo país, la primera entre argentinos.

Un motivo de burla

Desde 2013, cuando River sufrió un vergonzante descenso a Segunda división, Boca es el único club argentino que puede presumir de no haber abandonado nunca la máxima categoría. Aquel borrón en la historia del conjunto «millonario» es desde entonces motivo de burla por parte de los hinchas «xeneizes» y hay ánimo de revancha, pero Beto Alonso no considera que un triunfo en la final de la Libertadores pueda hacer olvidar aquel manchón: «Eso quedó para siempre, lamentablemente, porque fue el primer descenso desde la fundación».
Desde que el 24 de agosto de 1913 el River se apuntara la primera victoria oficial, el clásico argentino ha generado cientos de anécdotas. Fue el partido en el que, el 30 de julio de 1949. Di Stéfano, uno de los delanteros más grandes que ha dado el fútbol, tuvo que ponerse los guantes seis minutos para defender la portería «millonaria» por el desfallecimiento sufrido por el meta Amadeo Carrizo. «No me perderé este partido por nada del mundo. Cada año, cuando sale el calendario, lo primero que haces siempre es ver en qué fecha toca jugar contra Boca, es el encuentro que siempre estás esperando», asegura Beto Alonso, que como jugador destacó por su capacidad de liderazgo cuando tenía que afrontar el duelo que nació en una rivalidad vecinal y que con los años se ha convertido en un clásico mundial.
Para Boca Juniors, conjunto entrenado por Gustavo Barros Schelotto que cuenta en su plantilla con ilustres como Fernando Gago y Carlos Tévez, será la undécima final de su historia en la Libertadores y buscará su séptimo trofeo. Para River, club argentino con más títulos, será la oportunidad de sumar su cuarto galardón en una competición en la que coincidieron ya en 2015 en los octavos de final. Una eliminatoria en la que la pasión acabó en violencia, una lacra que se ha enquistado en el clásico en las últimas décadas. En la vuelta, hinchas «xeneizes» arrojaron gas pimienta a los jugadores rivales, obligando a suspender el partido. River logró el pase a cuartos en los despachos. Un triste episodio que nadie quiere que se repita en la final más esperada en Argentina. «Es solo fútbol y hay que hacer un llamamiento a la tranquilidad», pide Beto Alonso. Ese aspecto también preocupa, y mucho, en Argentina.

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