las finanzas del fútbol
El fútbol, «pichichi» en deudas
Las entidades de la Liga española han acumulado durante años una deuda de 3.600 millones de euros, una situación que deja a punto de la desaparición a clubes como el Xerex o el Racing de Santander
En pocos días, el Sevilla F.C. pasó de haberse clasificado
para jugar competiciones europeas, habiendo quedado en un meritorio
quinto lugar, a verse en Segunda División B. Con jugadores como Davor
Suker, Gabi Moya o Juan Carlos Unzué. Era el verano de 1995. La Liga de
Fútbol Profesional (LFP) anunció que no inscribía ni al club hispalense
ni al Celta de Vigo para la temporada 1995/1996. Un retraso en la
presentación de una transferencia económica que debía avalar el 5% del
presupuesto de cada entidad, como garantía de provisión de futuras
deudas, implicaba su descenso administrativo.
Uno de los portavoces de la LFP afirmó en medio de la
polémica: «Una marcha atrás, sea cual fuere, incluida aceptar una Liga
de 22 equipos, tumbaría el actual sistema».
Se dio marcha atrás, hubo una Liga de 22 equipos y no cayó ningún
sistema. La presión de las aficiones, que salieron a la calle
acompañadas por los políticos, y las negociaciones en los despachos
hicieron que 38 clubes aceptaran readmitir a las dos entidades implicadas.
El propio alcalde de Vigo por aquellos días, Manuel Pérez, acompañó a
los dirigentes del Celta a Madrid para presentar el recurso. Aquel
suceso lo provocó un error menor comparado con la situación insostenible
que empezó a generarse entonces. Pero la anécdota del verano de 1995
deja en evidencia la causa de la expansión del virus de deuda que infló
la burbuja del fútbol: la falta de atrevimiento de las instituciones a
tomar medidas s que hubieran llevado a la liquidación de clubes de
fútbol. O en otras palabras: el miedo a quitarle a los ciudadanos lo que
se ha definido como el moderno «opio del pueblo».
Un proceso ante el que todos los agentes sociales miraron para otro
lado y que ha generado una deuda acumulada por todos los clubes de la
Liga española de 3.600 millones de euros.
El origen del virus que nos lleva hasta esta situación nos traslada a los años noventa. La conversión de todos los clubes en sociedades anónimas deportivas (menos Real Madrid,
Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna) en junio de 1992, obligados
por la Ley del Deporte, no consiguió el propósito de frenar su tendencia
derrochadora. Al contrario, la llegada de las televisiones a finales de
la década cambió el ritmo del juego.
Su interés por la industria del fútbol elevó en gran medida la curva de
ingresos de las entidades deportivas, que empezó a crecer y crecer.
Apoyada, en menor parte, por los ingresos por publicidad y venta de
entradas. Sin embargo, incluso entonces, los gastos eran mayores que los ingresos.
Unas cuentas condicionadas por los elevados gastos de personal, donde
se incluyen los salarios de los futbolistas. Si en un sector económico
medio, esta partida supone el 30% de los gastos de explotación; en los
clubes españoles está en torno al 70%. En la temporada 2010/2011, según
un informe del doctor en economía José María Gay de Liébana, esta cifra
supuso exactamente el 79% de los gastos totales (incluyendo gastos de personal y jugadores y amortización de jugadores e intangibles).
Grifo del crédito abierto
La industria del fútbol en España, por tanto, siempre ha
tenido un fondo de maniobra negativo. Un desequilibrio que se mantuvo en
pie de forma artificial: a través de recurrir al endeudamiento. Para
poder pagar los salarios y traspasos de los futbolistas, las entidades
no dejaron de endeudarse. Un proceso favorecido por la bonanza económica
de la época que infló la burbuja del fútbol al mismo tiempo que otras
como la inmobiliaria.
¿Y cómo se endeudaron los clubes? A través de dos fórmulas. La negociación con Hacienda para
aplazar sus deudas tributarias, lo que se convirtió en una práctica
constante, como reconoce incluso la propia LFP en un protocolo que
aprobó con el Consejo Superior de Deportes (CSD) para atajar esta
situación el 25 de abril de 2012. Como afirma el abogado Pedro J.
Contreras, del despacho Montero Aramburu, «el trato dispensado a las
entidades no ha sido similar al trato concedido al resto de contribuyentes». Unos aplazamientos que han provocado que la deuda actual de los clubes con la Administración Tributaria supere los 700 millones.
Por otro lado, el grifo del crédito privado estuvo abierto
de par en par. Procedente, sobre todo, de las cajas de ahorro, ligadas a
los poderes regionales. Según fuentes conocedoras de la situación, los
gobiernos locales han actuado como si estuvieran obligados a favorecer a
los clubes como símbolos de sus regiones. El Sindicato de Técnicos del
Ministerio de Hacienda (Gestha) critica un «trato condescendiente, una doble vara de medir».
Y, cuando la deuda comenzaba a causar alarma, los clubes acudían a dos
fórmulas «extraordinarias»: las ventas de jugadores y los pelotazos
inmobiliarios: recalificaciones, nuevos estadios, etcétera.
Con la crisis económica llegó la catarsis nacional que fue
poniendo en orden los sectores que habían vivido por encima de sus
posibilidades. Y el templo del fútbol se vino abajo. Según Sandalio
Gómez, director del Centro de Gestión Deportiva del IESE, «desaparecieron muchos patrocinios,
las televisiones frenaron las cantidades que pagaban». Con ello, muchas
entidades se asomaron al abismo. Cerca de la mitad de los clubes que
integran la Primera y la Segunda Divisón están o han estado en concurso
de acreedores. Esta misma semana el secretario general de la LFP, Carlos
del Campo, reconoció que la desparición del Xerez «es una posibilidad».
Como afirma Contreras, «el club ya ha incumplido el primer pago del
convenio de acreedores al que llegó después del concurso».
Según los datos de la temporada 2010-2011, recopilados por
Gay de Liébana, a pesar de que la LFP facture 1.666 millones de euros,
el 50% de los ingresos los producen el Real Madrid y el F.C Barcelona.
Entidades como el Zaragoza, el Deportivo de la Coruña o el Betis están
en peligro. El caso de un histórico como el Racing de Santander, que
este año celebra su centenario, «no hay por donde cogerlo»,
según un experto en la materia. Ahora, casi en el tiempo de descuento,
dos normativas aprobadas en abril de 2012 y enero de 2013 por la LFP y
el CSD han decidido marcarle el gol del ajuste a la industria del
fútbol.
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