jueves, 19 de octubre de 2017

"Los All Blacks somos amistad e igualdad"

La selección de Nueva Zelanda de rugby en un partido ante Sudáfrica. PHIL WALTERGETTY IMAGES
Jordie Barrett e Israel Dagg, miembros de la legendaria selección, hablan de valores y deporte antes de recibir el Princesa de Asturias
"Lo mejor de venir a España es ver que el rugby crece en un país tan futbolístico"
"Nuestro vestuario es fraternal y positivo: reímos mucho y trabajamos mucho"
La próxima vez que nos topemos en la tele del bar con, por ejemplo, un Australia-Nueva Zelanda, ¿por qué razón deberíamos nosotros, españoles al otro lado del mundo, ir con los All Blacks?
"Porque somos gente encantadora y representamos a un país pequeño y remoto... Y porque no podéis ir con Australia, por favor, con Australia no..."
Y en ese momento, Israel Dagg, zaguero de los All Blacks, da su opinión sincera sobre los Wallabies, que no es positiva ni decorosa, de modo que se arrepiente, se corrige, "por favor, no pongas esto último", y empieza con la cantinela de que Australia es un gran equipo al que respetan y...
¿Es Australia el rival al que más ganas tienen?
No. Son estos de aquí arriba.
¿Arriba?
Inglaterra.
Claro, Inglaterra. Junto a Dagg (29 años) está Jordie Barrett (20 años), compañero de equipo y puesto. Representan en Oviedo a la selección neozelandesa de rugby, que hoy recoge el Premio Princesa de Asturias del Deporte. Aunque quizá sea la Fundación Princesa de Asturias la que tiene que celebrar que los All Blacks estén en su palmarés. "No se premian sus victorias sino los valores que representan", se escucha en Oviedo. Bien: hablemos de valores.
La intimidad dentro de los All Blacks, ¿se parece a la de cualquier otro vestuario? ¿Las mismas bromas? ¿Los códigos son más severos?
Nuestro vestuario es un entorno fraternal y positivo. Reímos mucho y trabajamos mucho.
Un amigo que vio el Nueva Zelanda-Francia del último Mundial me contaba que a Francia le rodeaba la parafernalia de un equipo de Champions, mientras ustedes transmitían una imagen muy austera.
Las normas de comportamiento las ponemos los jugadores y nuestro compromiso es vivir de acuerdo a ellas todo el tiempo. Pero Francia también juega con emoción y orgullo, no los veo tan diferentes.
¿Y qué ocurre si un all black se comporta poco deportivamente?
Hay riña en el siguiente entrenamiento.
¿Y si se repite?
No se repite.
A simple vista, los All Blacks viven en una sociedad utópica y viril, caballerosa e igualitaria, casi ingenua, como el rugby de los viejos tiempos.
¿Qué ocurre si llega al equipo un chaval con talento, pero sin carácter? Que se asusta y se bloquea...
El grupo lo envuelve y le ofrece lo que somos: amistad e igualdad. Al principio, el vestuario de los All Blacks intimida, nos pasa a todos. Después, es fácil sentirse cómodo. Todo el mundo se trata igual. Todos tienen voz, dentro y fuera del campo.
Hablando de igualdad: Nueva Zelanda es uno de los pocos países, junto a Gales, en que el rugby no es un deporte asociado a las clases medias-altas. Lo fue, al principio, cuando entró en las islas a través de los internados masculinos religiosos, que lo utilizaban para que los chicos se desfogaran y evitaran el pecado.
Pero, en algún momento temprano, el juego se volvió transversal. Quizá fue porque los maoríes, históricamente empobrecidos y marginados, parecían nacidos para el rugby. O quizá fue porque Nueva Zelanda era un país nuevo en el que las clases sociales no eran rígidas. "Yo creo que va por ahí... Nuestra estructura social es distinta a la de Sudáfrica o Inglaterra. Los All Blacks están abiertos a cualquier origen social, raza o identidad sexual", explica Barrett.
Por cierto, ayer, en Oviedo, en un acto público, alguien preguntó qué pasará el día que un all black diga que le gustan los hombres: "Estamos preparados para llevarlo con total normalidad", fue la respuesta.
¿Saben que ahora en España los padres apuntan a los niños a equipos de rugby porque todo lo que rodea al fútbol les abruma?
Es lo que nos hace más ilusión de estar aquí, ver que el rugby crece en un país con tanta tradición de fútbol. No recogemos este premio sólo en nuestro nombre, es en honor de todo el rugby, porque los valores que transmitimos son los mismos.
Y durante los últimos 22 años de rugby profesional, ¿no se han devaluado esos valores?
Nada ha cambiado. Estoy convencido de que el orgullo y las cosas por las que peleamos son las mismas. La satisfacción sigue siendo jugar bien y representar con honor a tu familia.
Muy reconfortante. Pero en algún momento habrá que recordar que los All Blacks no son una leyenda por cuestiones morales sino porque ganan. Ganan muchísimo. Rondan el 80% de victorias a lo largo de su historia y llevan dos años de dictadura.
Cuando se gana tanto, el miedo a perder debe de ser terrible.
Cuando perdemos, los enfados son impresionantes. Pero cuando ganamos tampoco estamos contentos. Jamás. Nuestra cultura ganadora implica no estar nunca conformes.
Y tanto. En 2007, cuando Francia eliminó a los All Blacks en cuartos de final del Mundial, el primer ministro neozelandés puso su cargo a disposición del Parlamento. Y antes del Mundial de 2011, ese mismo Gobierno creó un Ministerio del Rugby.
¿Y si le digo que lo normal sería que, ahora que el rugby crece y se profesionaliza, Nueva Zelanda dejase de ganar tanto? Como Uruguay dejó de ganar mundiales de fútbol.
Sabemos que el cerco se va estrechando, que cada vez más países presentan muy buenos equipos. Los últimos 20 años de profesionalismo han sido positivos en ese sentido. Pero estoy seguro de que Nueva Zelanda siempre será competitiva.
¿Y si pudieran elegir cualquier momento en la historia de los All Blacks para jugar?
El Mundial de 1995. Aquel equipo era muy bueno. Y jugar en Sudáfrica, ante Nelson Mandela...
Pero aquel año perdieron la final, que lo vi en una película.
Claro, por eso querría viajar en el tiempo. Para jugarla y ganarla.
Sólo falta preguntar por la haka. Por lo que se ve enfrente cuando se hace la haka. De vez en cuando, hay rivales que muestran una actitud desafiante cuando los neozelandeses hacen su baile ritual.
¿Le ofende?
No. Quieren armarse de valor, lo hacen para ellos más que para nosotros. Si son respetuosos, no hay problema. Eso sí: si nos quieren desalentar, que sepan que el efecto es el contrario, nos motiva aún más.

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