Simeone y las tripas del Atleti
Es el técnico más exigente de la historia del
club, porque nadie se ha autoimpuesto la necesidad de ganar una
Champions, porque nadie tuvo las pelotas de llegar a pelear por ella con
menos armas que los demás
Diego Pablo Simeone da instrucciones a sus jugadores durante el partido de Champions contra el Qarabag. 18 de octubre de 2017.
Ángel Gutiérrez / Club Atlético de Madrid
Ángel Gutiérrez / Club Atlético de Madrid
19 de
Octubre de
2017
Sí, el Atleti está atravesando un bache. Sí, el equipo
tiene, como en años anteriores, poco gol. Sí, algunos jugadores están
muy por debajo del nivel de antaño. Y sí, Simeone también se equivoca.
Para los que ahora están descubriendo el fuego, que son los mismos que
se tragaron que el Atleti gana a cualquiera sin bajarse del autobús,
ración doble de realidad: el Atleti es sudor y camiseta, un equipo que,
con intensidad es capaz de todo y que, sin ese ardor guerrero, se queda
en casi nada. Eso es el Atleti y no otra cosa. El que lo quiera
entender, bien. Y el que no, también. Este equipo ha alcanzado la cima
del fútbol mundial escalando, sin oxígeno, a golpe del tambor de
Simeone. Con brillantez y sin ella. Con buen fútbol y sin él. Con
cerrojazos y sin ellos. Este Atleti jamás ha pretendido gustar. Está
demasiado ocupado en competir, que no es lo mismo que jugar. Ese y no
otro ha sido el secreto de su éxito. Y a pesar de agoreros, falsos
profetas y adivinadores de todo a cien, que llevan años anunciando el
fin de ciclo de Simeone y el desgaste del proyecto, el Atleti ha
sobrevivido a todo: a rachas sin gol, a partidos plomizos, a faltas de
respeto de cierta prensa e incluso a un sector minoritario de su propia
afición que, tras seis años maravillosos, se permite el lujo de dudar.
A Simeone, que no es infalible y se equivoca, le
arrojan a la cara el estilo del equipo, las alineaciones y los cambios.
Le piden más autocrítica y mayor exigencia. Y claro, uno se ríe a
carcajadas. Hablarle al Cholo de exigencia es hablarle a Noé de la
lluvia. ¿Cómo pedir más exigencia a un tipo que dijo que era un fracaso
perder una final de Champions contra un equipo que tiene más Copas de
Europa que Ligas el Atleti? Nadie se exige más que Simeone. Entre otras
cosas, porque antes de que muchos se subieran al carro, él único que
creía era él, y el tipo más exigente con los jugadores, era él. Aquí no
van a leer un panegírico sobre Simeone, porque tiene piel de elefante y
sabe que el pasado es un trampolín para el futuro, no un sofá. Eso sí,
no es ningún ingenuo. Sabe cómo funciona este mundillo y que, después de
varios años, tiene haciendo cola a una legión de azotadores, escribas
interesados y ultrillas de poca monta, que están salivando porque el
Atleti ahora está mal y sueñan conque, al fin, el Cholo abandone el
barco.
Algunos llevan seis años sufriendo el cholismo, como
las hemorroides, en silencio. Y claro, cuando el Atlético sufre, asoman
la patita. Una hipotética marcha de Simeone les allanaría el camino para
recuperar esa cuota de poder que antes era cosa de representantes,
directivos florero, oficialistas de buen comer, empleados parlanchines y
satélites periodísticos. Fuerzas vivas del Atlético más mediocre, el
del club del amiguismo y el enchufe, el peor enemigo posible para un
entrenador que apuesta por la meritocracia. Por sus actos les
conoceréis: si el equipo gana es que hay que jugar bonito; si juega bien
es que no se ha ganado; si el equipo lo borda es que no juega el
favorito de algún periodista; si el equipo vuela es que hay malestar
entre los que no juegan; si el grupo es una piña es que mengano se va
del club en junio; y por supuesto, todos y cada uno de los veranos,
Simeone se va del club, aunque nunca se vaya, porque el tipo los tiene
tan bien puestos que sale al centro del campo a decirle a la gente, su
gente, que se queda incluso cuando lo más aconsejable para él sería
haberse ido hace tiempo.
Sí, el equipo no está bien. Sí, no le hace gol a
nadie. Sí, atraviesa una crisis de identidad. Y sí, hay futbolistas que
no suman lo que deberían. Pero ¿pedirle exigencia a unos jugadores que
han superado su propio nivel a base de casta, coraje y corazón? ¿Se
puede pedir ser más exigente a un señor que ha ganado cinco títulos y
llegado a dos finales de Champions con 400 millones de presupuesto menos
que los dos de siempre? Que hablen de sistemas, de tácticas, de
jugadores, de alineaciones, de cambios y de lo que quieran. Que se
llenen la boca de reproches, dudas, acidez y sospecha. La verdad es que
Simeone es, con diferencia, el técnico más exigente de la historia del
club, porque nadie se ha autoimpuesto la necesidad de ganar una
Champions, porque nadie tuvo las pelotas de llegar a pelear por ella con
menos armas que los demás.
Quien quiera dudar, que dude. Quien quiera tirotear a
Simeone, adelante. Quien quiera trocear a los jugadores, buen provecho. Y
quien deje de creer cuando más falta hace ser creyente, está en su
derecho. Eso sí, este Atleti no es un equipo de fútbol, sino una
misión. En realidad, siempre lo ha sido. Ser del Atleti es saber que
todo te cuesta el doble que al resto. Es luchar por hacer posible lo que
muchos te dicen que es imposible. Esto termina en mayo. Hay dos tipos
de personas: los ganen o pierdan siguen creyendo hasta el final y los
que presumen de creer cuando se gana y dejan de hacerlo cuando pierden.
Hace dos lustros, en los años de plomo, cuando ser del Atleti era casi
un ejercicio de masoquismo, mi señor padre me dijo algo que sigue
grabado en mi memoria: "ser del Atleti es recibir una paliza tras otra
y, cuando tienes ganas de quedarte en el suelo, te levantas". Este
Atleti eso eso. Siempre pelea. Siempre se levanta. Siempre vuelve. Y no
es un deseo, ni un simple eslogan. Es conocer las tripas de tu
identidad.
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