miércoles, 19 de abril de 2017

EL BARÇA Y MESSI PERDIERON EL RUMBO

El fracaso de un proyecto

Los azulgrana, incapaces de hallar el difícil
Resultado Barcelona-Juventus: 
El fracaso de un proyecto

Ningún ambiente de remontada durante la semana ni en la jornada en Barcelona. Si el equipo lo conseguía iba a ser contra el escepticismo y hasta el cabreo de una afición decepcionada por tan llamativas irregularidades. Ridículo mosaico en inglés con el lema «More than a club», con ese toque provinciano de quien tiene que declarar su grandeza porque no está seguro de poder mostrarla. Todavía en el capítulo de las payasadas, la de Dani Alves. La Juventus empezó jugando con diez porque el brasileño estaba haciendo el mono saludando uno por uno a sus excompañeros en el banquillo.
La Juve empezó mandando, sin dejarse someter, con la lección aprendida de lo que le pasó al PSG. Precipitación de los azulgrana, incapaces de hallar el difícil equilibro entre la calma que te permite ser preciso y la intensidad que necesitas para intimidar. Francamente mejor la Juve y muy emocional el Barcelona, que perdía demasiados balones y no llegaba a generar nada. A partir del cuarto de hora, el Barça empezó a calmarse, a tocar más el balón, y Messi tuvo dos ocasiones notables. Pero continuábamos con más nervios que fútbol, con más ansia que esperanza. Bien Busquets en las recuperaciones. Neymar y Sergi Roberto remataron como si en lugar de a Buffon quisieran marcarle el gol a Dios en el cielo.
El árbitro Björn Kuipers es el Mateu Lahoz de Holanda, que deja jugar y pita poco. Busquets se jugó la amarilla poniéndose chulo con él para protestarle una falta. Lo mejor que podía decir el Barça de la primera media hora del partido es que la Juve no había marcado, lo que efectivamente era positivo, pero es muy poco cuando tienes que marcar tres goles para como mínimo forzar la prórroga. El Barça, sin armonía ni continuidad, no había rematado ni una sola vez entre los tres palos hasta que lo hizo Messi en el 30, a la que respondió magníficamente este gran portero e ídolo de toda una generación que es Gianluigi Buffon. Los minutos iban cayendo sin que apareciera la magia, ni siquiera una chispa que permitiera soñar en algo.
Decepcionante primera mitad, sin juego colectivo ni comparecencia de las individualidades. Poca luz local contra mucha fiabilidad visitante. A Neymar se le fue la cabeza para vengar una entrada de Pjanic sobre Messi y vio una amarilla que pudo ser roja. El talento del brasileño es tan indiscutible como su inmadurez. De camino a los vestuarios, inútilmente los jugadores y el público se quejaron del árbitro, que es el triste recurso de los incapaces. Cuando tienes que marcar tres goles y en 45 minutos sólo has tenido dos semioportunidades, tienes que protestar, pero contra ti. Y gritando y levantando los brazos.
Al Barça se le alejaba la proeza y ya sólo le quedaba el milagro, que también parecía improbable. Piqué enloquecido se iba de excursión al ataque, con más ímpetu que cerebro, como suele ser habitual en este chico cuando no se limita a hacer lo que sabe, que es ser un excelente central. El Barcelona daba para lo que daba, y evidenciaba mucho más el fracaso de un proyecto que una derrota concreta.
Un accidente como el que el de Turín puede tenerlo cualquiera, pero la falta de recursos del equipo, tanto técnicos como mentales, indican una precariedad que va mucho más allá de los tres goles que no llegaron y que afecta sobre todo al club, carente de cualquier inspiración comparable a la que Cruyff le procuraba a Laporta o Beguiristain a Guardiola. Nada, el Barça no tiene ahora mismo nada más que las piernas de sus jugadores, como si un restaurante tuviera los productos y no supiera cocinarlos. No hay textura ni metáfora, ninguna idea que dé sentido al conjunto ni ningún argumento sobre el que edificar un relato creíble.
La directiva es una triste colección de nulidades, con sus mediocridades superpuestas en un insólito recital de la incapacidad. Ni entienden de fútbol, ni tienen ninguna sensibilidad para estar a la altura del club que dirigen, ni desde luego acreditan la inteligencia necesaria para tomar decisiones valientes y acertadas. Entre Rosell y Bartomeu han ido secando y marchitando el fútbol y las ideas que Pep, Johan y Laporta inspiraron y de las que hoy sólo queda un fantasma. La inercia les salvó al principio, pero el paso del tiempo les ha ido dejando con todas sus vergüenzas al descubierto. El colapso del equipo es sólo el síntoma de un colapso mucho más lacerante, que es el de un club que ni sabe lo que hace, ni sabe dónde va.
Como en las peores épocas de Joan Gaspart, el Barça está abandonado. Nada que no merezcan los socios del club, que votaron lo que votaron.

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