sábado, 19 de mayo de 2018

LO MEJOR DE PERÓN FUE SER HINCHA DE RIVER


Perón, Perón, la selección
Jorge Sampaoli y Alejandro Sabella, dos entrenadores, "dos progresistas", que encontraron en las formas AUTORITARIAS de conducir del ex presidente argentino la fórmula más perfecta para domar al conjunto nacional
La obsesión de Jorge Sampaoli es el Mundial. Mira partidos compulsivamente, va todos los días al predio de la AFA aunque no haya un solo jugador para entrenar, viaja para ver en acción a posibles convocados, duerme poco, duerme mal. Sampaoli está hecho de fútbol. Sin embargo, debajo de esa primera capa, se vislumbra su tejido político. Para sublimar los instintos de la pelota, el entrenador de la Selección se sienta frente a la computadora, abre Youtube y reproduce videos en los que puede repetir en simultáneo lo que dice el protagonista. Pocas cosas lo instruyen más a Sampaoli que escuchar discursos de Juan Domingo Perón. El liderazgo lo interpela. Incluso lo considera tan o más importante que la táctica. “Yo digo, siempre, que el mejor abogado es el que sabe qué piensa el jurado y no el que estudia leyes. En mí, es tener la claridad de con quién voy a hablar y de la manera en que voy a seducir. Por eso, a veces, escuchar un discurso de Perón es mucho mejor que ver un partido de fútbol”, le dijo al periodista Pablo Paván, en el libro No escucho y sigo (Libro fútbol, 2015).
A Alejandro Sabella lo que más le preocupaba antes de asumir como entrenador de la Selección era cómo sería capaz de amalgamar un equipo híbrido, inexpresivo, que no trasuntaba el sentido de pertenencia que él pretendía. Para revertir esa composición debía inocular valores a través de su liderazgo. Sabella, un animal futbolero, es en esencia un ser político. “Me considero progresista”, se definió alguna vez. En su adolescencia moldeada por la militancia setentista, de las paredes de su habitación colgaban cuadros de futbolistas, de Perón y publicaciones de El Descamisado, un semanario de propaganda montonera.
Sabella señalaba que “sin comunidad no hay entrenador”, una idea desprendida de las entrañas de uno de sus referentes. Perón decía que el conductor debía ser el reflejo de su pueblo.
Entre el próximo Mundial de Rusia y el anterior de Brasil 2014 hay un puente trazado por el gen peronista de ambos entrenadores. En el medio naufragaron Gerardo Martino y Edgardo Bauza. Ninguno de los dos le imprimía a su faceta futbolera un carácter político para sostener el liderazgo ante los jugadores. En cambio Sabella antes y Sampaoli ahora, detrás de sus estilos tácticos, sostienen banderas emparentadas con las luchas sociales y políticas. Un peronismo explícito para conducir a la Selección argentina de fútbol.
“Jorge, diría yo, es progresista. Alfonsinista en el 83 y peronista hoy”, lo define en off al actual entrenador de la Selección alguien de su círculo íntimo. El sociólogo Artemio López, con bagaje peronista y futbolero, también analiza a Sampaoli para Enganche: “Él es del peronismo de los Redondos, un peronismo más moderno, al que se vuelve a vincular a partir de Néstor (Kirchner)”.
Sampaoli nunca fue indiferente a la política. De adolescente merodeaba la fábrica de repuestos de su tío, que solía reunirse con otros compañeros a debatir y cantar la marcha peronista. Cuando eso sucedía, el sobrino Jorge vigilaba que no se acercara ningún Ford Falcon verde. En ese caso, su misión se enfocaba en tocar un botón de aviso. De grande, cuando dirigía en Ecuador, admiró a Rafael Correa, a quien consideraba el extranjero más peronista entre los líderes latinoamericanos. “Si quieren matar al Presidente, aquí está, mátenme”, gritó Correa el 30 de septiembre de 2010, frente a una multitud. Ese día, Sampaoli no fue a escuchar sus discursos, como lo hizo otras veces. Su equipo, el Emelec, del que es hincha Correa, jugaba contra Olmedo. Luego del 1 a 0, Sampaoli le dedicó el triunfo al hombre que sospechaba que policías sublevados lo querían asesinar.
El peronismo de Sabella tiene otra impronta, más asociada a la militancia de base. El técnico argentino en Brasil 2014 maquillaba en público su modo de conducción peronista, aunque no siempre ocultaba sus sentimientos. Cuando Estudiantes se consagró campeón de la Copa Libertadores en 2009, Sabella se asomó al balcón del Palacio Municipal de La Plata y, exultante por el festejo de la multitud, parafraseó a Perón y a Raúl Alfonsín: “Siento en mis oídos la más maravillosa música, que es la voz de la gente de Estudiantes (…) La ciudad está en orden”. Al otro día, por si había ofendido a alguien, pidió disculpas.


“El vínculo de ambos es con Perón. Ellos hacen de la persuasión una bandera. Tiene lógica que lo tomen como referencia: Perón fue el más didáctico de todos los líderes argentinos. Tenía una teoría acerca de cómo relacionarse con el otro y ante la opinión pública”, compara Artemio López. Y lo explica: “Sampaoli y Sabella tienen un modo de conducción con impronta peronista en cuanto a la teoría de los perros y los gatos”. Según Perón, los perros son el 10 por ciento y los gatos, el 90. La minoría es fiel, idealista. Pero la mayoría –los gatos– es materialista. A los gatos, decía Perón, no hay que acorralarlos porque reaccionan como todo materialista. Siempre hay que dejarles una salida.
Sabella y Sampaoli alcanzaron su horizonte como entrenadores por caminos muy disímiles. Pero en el punto de encuentro tallaron su liderazgo con la dedicación de un orfebre. Los dos eran conscientes que para domar los egos de los futbolistas necesitaban de un método de conducción. Sampaoli tomó como fuente de inspiración aspectos de Perón. De lo que considera el manual del líder, rescató aspectos de la política para aplicar dentro de la placenta de la Selección.
En su libro Mis latidos (Planeta, 2018), remarca que “uno se tiene que conmover para conmover al otro”. Y entonces, su referente para saber cómo conducir a Lionel Messi y a los demás jugadores aparece como una estampita inmaculada: “Me agarro de Perón que conmovió a tanta gente para pensar y entender que conducir no tiene nada que ver con mandar ni obligar, sino que hay que persuadir y seducir. El General decía (…) que no hay que forzar la voluntad de los hombres; pero sí promoverla, concebirla y lanzar esa voluntad”. Sampaoli, un Perón bajito, con camperón azul sponsoreado, intenta convencer y generar sensaciones en sus futbolistas. Son los que, en definitiva, permitirán que el entrenador tenga su propia estatua o sea condenado al escarnio.
Sabella apelaba al patriotismo. El día de su asunción, por ejemplo, citó una frase de Manuel Belgrano. Instó a sus futbolistas a que fueran próceres en pantaloncitos cortos, obreros de un equipo que basara su juego en la solidaridad y la distribución de la pelota. Sabella, el progresista que admiraba a Chacho Álvarez y a Cristina Fernández de Kirchner, quería que fuera la Selección del pueblo.
Cuando estaba en Chile, Sampaoli se asumió como “kirchnerista” en una entrevista concedida al diario La Tercera. De todos modos, desde su llegada a la Argentina no se reunió con Cristina. Lo hizo con Mauricio Macri, por una cuestión de protocolo. Ese mismo día, como si hiciera falta, el equipo de comunicación del entrenador publicó: “(…) el encuentro no responde a ninguna vinculación ideológica”. En cambio, cuando Sabella se reunió con Cristina en la Casa Rosada, en 2012, aprovechó para subrayar esa sinergia entre la política y el fútbol: “Yo considero que tenemos un Gobierno progresista, con una Presidenta que piensa en el conjunto de la sociedad”; Sabella les inculcaba a los jugadores que, cuando corrieran, también pensaran en la gente. Coinciden los analistas en que hay algo que Perón no hacía: colegiar su poder.
Sabella y Sampaoli tuvieron que hacerlo por necesidad. Nadie, ni siquiera Pep Guardiola, consideró oportuno competir con el líder futbolístico del equipo. Con Messi, los últimos dos entrenadores mundialistas de Argentina tuvieron que adaptar sus formas. Una de las primeras decisiones de Sabella en la Selección fue hablar con Javier Mascherano, el entonces capitán. Le dijo que la cinta la llevaría Messi; quería que Leo asumiera enteramente el papel de Messi. Cuatro años después, cuenta Sampaoli: “En este momento siento que me toca dirigir al mejor jugador de la historia. Es todo un tema. Está por encima de las variables normales. Un tipo que se mantuvo diez años como el mejor del mundo te modifica las formas de conducción. Es difícil asumir ese rol cuando tu conducido sabe que es mejor que vos, que ejecuta como nadie. (Pero) no me puedo confundir y dejar todo librado a su persona”. Cuando piensa en el liderazgo, a Sampaoli lo encandila una luz prístina, esa frase de Perón: “La política no se aprende. Se comprende”.
Los técnicos mundialistas post Diego Maradona miran más allá del fútbol. “Perón también decía que quien se dedica a la conducción debe ser profundamente humanista”, evoca Sampaoli en su libro. A esa idea se aferró Sabella, quien en medio de una inundación que castigó particularmente a La Plata en 2013, abrió un comedor comunitario en su propia casa. El actual técnico de la Selección, sigue la línea argumentativa de Perón: “El conductor siempre trabaja para los demás. Jamás para él. A mí no me gustan los entrenadores que hablan para ellos y no para los jugadores”.
Sabella es el hombre que se crió en Vidt y Paraguay, Palermo, aunque su geografía no le impidió militar en villas y practicar sus creencias peronistas. Incluso aplicadas en su relación con los jugadores. Sampaoli es de Casilda, Santa Fe. Desde siempre, dice, se interesó por las cuestiones sociales. Cada vez que pudo, las vinculó con su tarea de entrenador.
Es un día de noviembre de 2017. Sampaoli, que en las giras de la Selección nunca sale a pasear, esta vez decide hacerlo porque se cumplen cien años de la Revolución Rusa. En la Plaza Roja, con la mirada proyectada sobre el Kremlin, lo asalta una duda. Es una obsesión, algo que le quedó repiqueteando. Es un interrogante viscoso, que no se diluye con facilidad. Le viene, por supuesto, de alguno de los discursos que escucha repetidamente. A su lado está Ezequiel Scher, su jefe de Prensa. Es esa soledad de dos hombres. O quién sabe. Sin dejar de mirar hacia adelante, Sampaoli aniquila con una voz apenas empujada por el bloque de silencio: “Para vos, ¿el fútbol se aprende o se comprende?”.

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