martes, 4 de septiembre de 2018


Simeone y “lo que dicen los demás”

Él y solamente él logró que todos los que ahora dicen que el Atleti es favorito monten en cólera con cada frase, con cada pelota parada, con cada declaración, con cada palabra y con cada título

<p>Diego Pablo Simeone durante la celebración de la Supercopa de Europa en el Wanda Metropolitano.</p>
Diego Pablo Simeone durante la celebración de la Supercopa de Europa en el Wanda Metropolitano.
ALBERTO SAENZ MOLINA
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Salió la autoridad moral número uno del movimiento colchonero micrófono en mano, desde el centro del campo, después de un partido pobre del equipo, para ejercer su liderazgo una vez más. Su discurso, corto y en vena, fue un chute de adrenalina entre los que saben que el Atleti no es un equipo, sino una misión, una forma de vida. Rasgó el silencio Simeone y lo hizo para volver a poner de manifiesto que no existe nadie como él para manejar el escenario y para interpretar cualquier realidad, la propia y la ajena. “No nos dejemos llevar por lo que dicen los demás, la única forma que conocemos nosotros es trabajo, humildad y compromiso”. La ovación fue cerrada, intensa y unánime.
El Cholo, que ha sido cocinero antes que fraile, que no habla para contentar oídos sino para levantar trofeos –siete y subiendo, para desgracia de sus odiadores profesionales –y que no pretende gustar, sino ganar, sabe como funciona el tinglado. Un día es el presupuesto. Otro es el juego rácano. Al siguiente es que tiene la mejor plantilla de la historia. Luego le tiran a la cara lo que compra sin contar lo que vende. Después le dicen cómo debe ser su discurso, luego le dan lecciones gratis sobre la exigencia –a un señor que ha ganado siete títulos a dos gigantes que le sacan 300-400 millones de presupuesto y que estos años han contado con Messi y Cristiano- y después le echan en cara que no diga lo que otros necesitan escuchar de su boca y él no va a decir. Si mete tres delanteros le dicen que es conservador, si gana que tiene que jugar mejor, si logra un título que tiene que ganarlos todos, si gana de pelota parada que eso no tiene mérito y si gana por 1-0, que por lo visto es pecado, le dicen que hay que dar un paso al frente.
En definitiva, después de haber logrado el milagro de los panes y los peces, tras haberle robado protagonismo deportivo a los dos de siempre, el aparato propagandístico habitual pretende cambiar a Simeone. No les gusta que les recite las verdades del barquero cuando habla de dineros, no les va que tenga los pies en el suelo, no les satisface que juegue como quiere, le afean que desprecie la posesión, les echan en cara que no se deje llevar por lo que ellos dicen y por supuesto, le tratan de fabricar un relato diseñado, a medida, para lograr que se estrelle: repiten, por activa, pasiva y perifrástica, que su Atleti es favorito a todo y que tiene la mejor plantilla de su historia –cada verano siguen con el mismo disco rayado– pero, por razones ignotas, al Atleti jamás le dedican la misma cobertura informativa ni el mismo espacio que le dedican a los de siempre. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque quieren pintarle de favorito cuando no lo es. Quieren elevar al Atleti a lo más alto, para poder pisotearle si el globo se pincha. Y Simeone, que puede gustar más o menos pero no es ningún ingenuo, sabe de qué va esta historia.
Él y solamente él logró que todos los que ahora dicen que el Atleti es favorito, que eran los mismos que se reían del Atleti y decían que era el Pupas, monten en cólera con cada frase, con cada pelota parada, con cada declaración, con cada palabra y con cada título. Quieren decirle a los atléticos qué deben pedir al entrenador, qué debe decir, cómo debe jugar, qué sistema tiene que poner y qué once tiene que alinear. Insisten una y otra vez, inasequibles al desaliento, pero con el Cholo han pinchado en hueso. Este no consume. Este trabaja. Y tiene personalidad. Lo que dice, lo mantiene. Uno no sabe si el Cholo acabará siendo Moisés para guiar al Atleti a la tierra prometida aunque se quede sin pisarla, ni tampoco sabe si después de hacer decenas de milagros deportivos, habrá todavía atléticos que presuman de creer y dejen de hacerlo a la primera dificultad o tras un par de partidos malos. En realidad, da igual. Su mensaje, a pie de campo, fue potente: el Atleti está donde está porque nunca ha hecho caso a lo que los demás dicen de él. Muchos serían felices y comerían perdices si el Atleti de Simeone volviese a ser aquel club desnortado, perdedor y pusilánime que arrastraba sus complejos por los campos de Dios. No caerá esa breva. Simeone no lo va a permitir. Jamás va a ser miembro del popular club del “Se dejaba llevar”. Eso no va con él. Al menos, no sin pelear. Para eso vino y por eso sigue. Tiene una idea en la cabeza y no hay crítico, fiscal o inquisidor barato que se la vaya a sacar de ahí: el fútbol, como la vida, consiste en insistir. Y el trabajo siempre paga.

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