sábado, 20 de octubre de 2018

JORGE ACIERTA

Messi y el pipí

Al artista hay que valorarlo por su obra, no por su vidaImprimir

Messi, en un partido con Argentina durante el pasado Mundial.
Messi, en un partido con Argentina durante el pasado Mundial.  REUTERS

Maradona y el baño

Viajé a México, donde en los medios reina Maradona, otra vez feliz al frente de un equipo porque el fútbol es su auténtica droga. Diego nunca se queda corto en sus declaraciones y en esta ocasión alabó a Messi como jugador, pero lo condenó como líder. Los elogios quedaron enterrados por esta frase lapidaria: “Es inútil querer hacer caudillo a un hombre que va veinte veces al baño antes de un partido”. Sabemos que Messi, siempre contenido y hasta ensimismado, es un líder técnico antes que social. Pero sobre su capacidad de influencia durante los partidos caben pocas dudas. Voy a decir sobre Messi una frase que utilicé muchas veces para defender al propio Maradona: al artista hay que valorarlo por su obra, no por su vida. Vengo aguantando a Messi como rival desde hace mucho tiempo y confieso que, cada vez que agarra la pelota, el que se hace pipí encima soy yo.

Aplausos provisionales

Termina otra fecha FIFA y España sale fortalecida. No tanto por los resultados, desiguales, sino porque el camino ya está definido. Analicemos desde el contraste. El Mundial dejó grogui a todas las selecciones que defraudaron, algunas de las cuales aún están sonadas. Mientras se recuperan, las federaciones conciertan partidos amistosos con más interés comercial que futbolístico y toman decisiones provisionales. Son las peores decisiones. Lionel Scaloni, en su primera experiencia al frente de un gran equipo, es el técnico interino de la selección argentina. El Tuca Ferretti, de larga trayectoria en el fútbol azteca, el interino de México. Terminan sus contratos en diciembre, mientras las federaciones buscan al entrenador ideal. Ferretti y Scaloni están haciendo un buen trabajo; sin embargo, aunque debuten jóvenes prometedores y alcancen algunos picos de buen juego, es inevitable preguntarse: ¿para llegar adónde?

Pisemos el freno

Demasiada velocidad para el análisis. México juega contra Chile un amistoso y se habla del último precedente, un 7 a 0 en la Copa Centenario que dejó temblando al fútbol mexicano. Pero Chile no se clasificó para Rusia. El final para la mejor generación de su historia fue tan triste que de aquel 7 a 0 parece que pasaron 100 años. ¿Y qué me cuentan de Alemania? El año previo al Mundial ganó la Copa Confederaciones con suplentes y el Europeo sub-21 con jóvenes formidables. Creíamos que Löw podía meter cuarenta nombres en un sombrero, sacar once al azar y ser campeón del mundo. Pero en Rusia fue eliminada por Corea y en la Liga de las Naciones sigue dando manotazos de ahogado. La percepción dice que aquel sombrero está vacío. ¿Quieren más velocidad? España vino de Gales un jueves sintiéndose potencia y el lunes, en el minuto 45 frente a Inglaterra, era una selección del montón. Moraleja: la velocidad aumenta con el exceso de confianza.

Todos ensartados

Las apariencias engañan. El tango de Discépolo lo cuenta mejor: “Tu silueta fue el anzuelo donde yo me fui a ensartar”. Hay jugadores elegantes y, desde la admiración por esa pinta, los puntuamos con excesiva generosidad. Cometemos una injusticia mayor cuando penalizamos a los jugadores por su apariencia. El Levante visita el Bernabéu y aconsejo seguir a Morales, futbolista sin un reconocimiento proporcional a su rendimiento. Hace muchas cosas bien y algunas de un modo brillante. Es potente, tiene visión, juega en un campo de acción grandísimo, se lleva bien con el gol… Nadie lo ve con el entusiasmo que merece porque cuando corre su espalda se achepa y tiene cara de sufrimiento. Hay casos aún más llamativos por su visibilidad. Por ejemplo, si Carvajal tuviera el cuerpo de Paolo Maldini, no hubiéramos esperado tanto para preguntarnos si no será el mejor lateral derecho de la historia del Madrid.

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