jueves, 25 de octubre de 2018

Margot Moles: la gran deportista de la República

La catalana fue campeona nacional en atletismo, esquí y hockey. Pero la Guerra Civil truncó su vida personal y su carrera deportiva

ARCHIVO FAMILIAR DE MARGOT MOLES

Existe la creencia general de señalar a Lili Álvarez como la gran pionera del deporte femenino en España, pero en los comienzos del siglo XX hubo otras mujeres en nuestro país que también dejaron una huella importante, que podría haber sido aún mayor de no haberse tenido que enfrentar a circunstancias tan adversas y dramáticas como la guerra civil. Hace unos días se ha cumplido el 108 aniversario del nacimiento de Margot Moles, cuyos méritos en diversas disciplinas merecen ser rescatados del olvido y puestos en valor. Su compromiso político con la Segunda República le costó un precio muy alto, tanto a nivel personal como en su trayectoria deportiva.
¿Se imaginan que actualmente hubiera una mujer que destacara en deportes tan distintos como atletismo, hockey, natación y esquí, que fuera campeona de España en tres de ellos, que además lograra algunas marcas que la convirtieran en una referencia no sólo nacional, sino mundial, y que también se caracterizara por tener una acusada personalidad, siendo una adelantada a su tiempo? Pues todo eso, y más, era Margot Moles, una de las deportistas más completas en la historia de nuestro país. Y en un momento, la década de los 30 del siglo pasado, donde las mujeres con su perfil no abundaban. Por eso se convirtió en un referente para las progresistas de la época.
Ignacio Ramos, autor de la biografía ‘Margot Moles. La gran atleta republicana’, de la editorial Libros.com, opina que la mayor repercusión que ha tenido para la posteridad la trayectoria deportiva de Álvarez en comparación con la de Moles se debe “a una cuestión ideológica. Lili estuvo ligada a las políticas más conservadoras, de hecho perteneció a Falange, mientras que Margot era más afín a la República, lo que provocó que después de la guerra la borraran del mapa. Por eso trascendió más la primera”.
Margot era catalana, de Tarrasa, donde nació en octubre de 1910 en el seno de una familia de marcado carácter republicano, siendo la pequeña de tres hermanos. Su tío, Juan Moles Ormella era ministro de la Gobernación cuando estalló la guerra y otro hermano de su padre, Enrique, afamado químico y científico, fue director de explosivos de la República en la contienda. Su padre Pedro era maestro, licenciado en filosofía y letras. En 1927 le surgió una oportunidad laboral en el Instituto-Escuela de Madrid y la familia se trasladó a la capital. Creado por la Institución Libre de Enseñanza, el centro se caracterizaba por ser pionero en la aplicación de pedagogías renovadoras, entre las que tenía importancia la educación física.
En esa institución había un profesor que se fijó en que Margot y su hermana Lucinda tenían muy buenas condiciones físicas y las animó a practicar deporte. De forma amateur, claro. Eso facilitaba la curiosidad por probar varias disciplinas, aunque en una de las que más destacó Margot fue en el atletismo, especialmente en modalidades poco habituales para las mujeres en aquel momento. Así, en el primer campeonato de España celebrado en Madrid en 1931, fue campeona de la prueba de lanzamiento de disco y segunda en peso y jabalina. Al año siguiente, logró los títulos nacionales de disco y de peso, fue subcampeona en jabalina y tercera en 80 metros vallas. Entre 1929 y 1934 batió en cinco ocasiones el récord de España de lanzamiento de disco. El último de ellos, de 35,84 metros se mantuvo vigente durante 30 años. En 1932 logró la mejor marca mundial de martillo, con 22,85 metros, que estuvo vigente hasta 1975 a nivel internacional, mientras que en España no fue superada hasta 1988. Ella fue la única mujer en la expedición española que acudió a los Juegos Olímpicos Universitarios celebrados en Turín. Cuesta comprender, sin embargo, su ausencia en la delegación española que compitió en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, donde podía haber logrado un resultado relevante.
De forma paralela, Margot formó parte de la Sociedad Peñalara, una de las que organizaba excursiones a la sierra para practicar montañismo y esquí, deporte en el que también destacó sobremanera y que terminó siendo su favorito, proclamándose en 1936 la primera campeona de España. “Ella decía que cuando se deslizaba por la nieve y sentía el aire se sentía libre, era lo que más le gustaba”, afirma Ramos. Ese mismo año fue seleccionada junto a Ernestina Maenza para participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de Garmish-Partenkischen, donde compitió en descenso y slalom, convirtiéndose en las primeras españolas en acudir a esa competición olímpica. Los resultados no fueron muy destacados debido a la falta de una preparación en condiciones para el evento.
Otro hecho importante al que está ligada es la fundación del actual club Real Canoe, del que fue una de sus impulsoras en 1930 e integrante junto a su hermana de la primera junta directiva. Allí comenzó también a practicar la natación, en una época en la que solo había dos piscinas en Madrid que permitían al acceso a las mujeres durante unas horas establecidas. También se proclamó campeona de Castilla de 100 metros braza en 1931.
Entre su actividad deportiva se encontró asimismo la de jugadora de hockey hierba. Militó varios años en el Atlético de Madrid, con el que se proclamó campeona de España tres años consecutivos, entre 1934 y 1936, siendo la capitana del equipo. De esa etapa es una anécdota que ocurrió antes de la final del campeonato de España que las enfrentó al Real Madrid en 1936. Las chicas del Atleti, más liberales, querían ponerse un pantalón corto y una blusa para jugar más cómodas, pero las merengues, más conservadoras, no estaban de acuerdo. Las rojiblancas terminaron por confeccionar una falda pantalón que sorprendió a los espectadores. En un artículo sobre el partido publicado en la revista Crónica se puede leer textualmente: “Casi todos los que estábamos allí deseábamos que ganasen la del Athletic (entonces se escribía así) ¿Para qué nos vamos a engañar?  Las del Athletic se hacen simpáticas, porque sus trajes son más bonitos. Llevan una especie de falda-pantalón rojo, en la que se ha conseguido unir lo deportivo con lo femenino, sin perjuicio de lo segundo”.
Archivo familiar de Margot Moles. 
En el aspecto de la vestimenta siempre demostró ser una inconformista con las reglas estéticas de la época, lo que le valió no pocas críticas. No dudó en practicar atletismo con pantalón corto y camiseta sin mangas, que era algo escandaloso para la época, y fue la primera mujer que se puso pantalón en la sierra madrileña para esquiar en lugar de llevar falda y vendas en las piernas, que era lo que se estilaba. La llamaron ‘chicazo’ pero el tiempo le terminó dando la razón.
Equipo castellano de atletismo femenino en 1932 con su entrenador, Manuel Robles. De izquierda a derecha, Lucinda Moles, Aurora Villa, Margot Moles y Aurora Eguiluz. Foto del archivo de Aurora Villa.
Fueron años felices para Margot. Su trayectoria como deportista le valió para empezar a trabajar como profesora de educación física en el mismo Instituto-Escuela donde daba clases su padre. Conoció a Manuel Pina Picazo, integrante como ella de la Sociedad Peñalara y partícipe también de la fundación del Canoe. Pina era otro amante de la montaña y del esquí, llegando a formar pareja con Margot en distintas competiciones mixtas de esquí. La Federación Española llegó a hacerles un homenaje de reconocimiento por ser los mejores esquiadores del momento en España. El 16 de enero de 1934, fueron portada del diario ABC, que afirmaba que ambos “fueron los ganadores de la carrera de parejas mixtas que organizó la Sociedad Peñalara”. Tres meses después, en abril del 34, se casaron.
En aquella época era normal que cuando la mujer contraía matrimonio abandonara la actividad profesional o deportiva para limitarse a cuidar del marido y tener hijos. Pero estaba claro que Margot no era de esas y se lo dejó claro a Manuel desde el primer momento. En una entrevista con el periodista Luis Meléndez en Barcelona aseguró que “nosotras no creemos en la superioridad del sexo masculino. Creo que hay un atraso formidable de muchos siglos que ha cohibido y ha mermado nuestro espíritu, pero la historia está llena de ejemplos que apoyan la tesis de que la mujer está dotada de los elementos raciales suficientes para ocupar en la vida un papel igual al del hombre”.
Aquella vida iba a cambiar de forma abrupta con el estallido de la guerra civil. Desde el primer momento, Margot se posicionó del bando de la II República, redoblando su activismo. Participó en mítines a favor de los obreros, colaboró en la formación física de los jóvenes reclutas a través del Consejo Nacional de Educación Física del que formaba parte, y ayudó a los niños que fueron víctimas del conflicto, creando un parvulario en las aulas del Instituto-Escuela. Como ejemplo de su militancia hay que entender su participación en 1937 en la Olimpiada Popular de Amberes (también conocidas como Olimpiadas Obreras), que empezó tan sólo una semana después de la sublevación militar en España. En la ciudad belga, Margot firmó su último gran resultado deportivo, la medalla de bronce en el lanzamiento de disco.
El marido de Margot, Manuel, formó parte del llamado Batallón Alpino republicano que combatió en Guadarrama, llegando a ostentar el grado de teniente de infantería. Le mandaron a Valencia y cuando finalizó la guerra intentó escapar en barco en Alicante pero fue apresado. Los padres de Margot y su hermano se exiliaron primero a México y después a Estados Unidos, donde ya estaba su hermana Lucinda. Ella, con el marido preso y una niña que había tenido hacía poco, no le quedó más remedio que seguir en España. Manuel Pina fue fusilado en Madrid en 1942 y Margot Moles se quedó viuda con 32 años.
Tras la guerra, el deporte femenino pasó a ser controlado por la Sección Femenina de la Falange, que permitió a las mujeres seguir practicando baloncesto, natación, gimnasia y esquí, pero prohibió el atletismo al considerarlo ‘masculinizante’. A Margot Moles se le impidió además seguir dando clase en el Instituto-Escuela y nunca más participó en ninguna competición deportiva ni casi volvió a practicarlo. De hecho, apenas comentó nada más sobre sus recuerdos deportivos en años posteriores con su familia. Ignacio Ramos explica que “fue tan traumático lo que le tocó vivir que ella ya no quiso saber nada. Sus propios nietos cuando leyeron el libro descubrieron cosas que no sabían”. Tuvo que ponerse a coser y bordar ropa para ganarse la vida y poder mantener a su hija, a la que manteniendo la tradición familiar, matriculó en el colegio Estudio, el único que mantuvo una educación más o menos liberal. Además, ganó algo de dinero recibiendo a estudiantes norteamericanas en su casa.
Margot Moles falleció en Madrid en agosto de 1987. Le dio tiempo a ver como las españolas volvían a hacer todo tipo de deportes y competían a nivel internacional. Seguro que habría disfrutado con el actual momento de éxito que viven muchas de ellas. Eso sí, murió sin recibir todo el reconocimiento que se merecía por su papel incuestionable como pionera en este ámbito. Con el fin de paliar en parte ese olvido, el Ayuntamiento de Madrid ha puesto recientemente su nombre a las nuevas instalaciones del polideportivo de Vicálvaro, un barrio de la capital, que incluye una pista de atletismo homologada y una piscina cubierta, donde se pueden practicar dos de los deportes que ella más disfrutó. Que menos para la que, como la define Ramos, fue “una superestrella deportiva de nuestro país”. 

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