sábado, 15 de diciembre de 2018

Un monstruo nos visita

JAVIER DIVISA

<p>Koke durante el encuentro ante el Club Brujas. </p>
Koke durante el encuentro ante el Club Brujas. 
ÁNGEL GUTIÉRREZ / CLUB ATLÉTICO DE MADRID

Para entender qué es al Atlético hay que tener muy clara la diferencia entre querer y poder, si es un seductor con algunas limitaciones (como Alvaro Vitali en 1981) o ha llegado al nivel Casanova de Lord Byron o el propio Giacomo, que gana con habitualidad jugándoselo todo a una baza. En Europa, actualmente el Barça y el Madrid son Giacomo de Casanova, aunque todo el mundo sabe que mola mucho más ser Jack Lemon en El Apartamento. Éste ha sido un Atleti que ya tenemos bastante identificado, un Baxter que al final se enamora de la chica bonita, Shirley MacLaine, cuando los derrotados son los poderosos. Categóricamente, querer. También es verdad que a veces los poderosos tienen una flota irresistible de yates que se pasan la vida en el embarcadero y solo salen para hundir el barco porque no hay demasiada presión más allá del dinero.
Uno se pregunta si en este tipo de partidos hay suficiente presión y disposición por quedar primero de grupo aunque solo fuera por evitar a los hipotéticamente más poderosos o ya se vislumbra (en octavos) una tesitura en la que cualquiera puede morir porque cualquiera sabe matar. Tampoco hay que ser un célebre dramaturgo alemán del siglo XIX para saber lo que inspira el propio sentido común: las dificultades aumentan cuando se aproxima uno al fin, y el arte de vencer las grandes dificultades se adquiere con la costumbre de afrontar las pequeñas.
Seamos veraces: sí hay rivales pequeños. El Brujas es un coloso de la liga belga y una medianía en la Copa de Europa. A partir de cuarta velocidad no debería haber problemas. La cuestión sería no tener la necesidad de meter la sexta en el 90. Veremos.
En el prefacio del partido dos rumores, la posible llegada del colombiano de River, Santos Borré, en enero por siete millones (de esos que Simeone convierte en 60 en 7 meses) y la improbable (afortunadamente) salida de Saúl al City de Guardiola. El partido se inició con el Brujas arreando al ataque y Atleti tan cómodo en la presión que, una vez recuperado el balón parecía querer volver a perderlo para volver a presionar y ganar en velocidad por la banda derecha de Arias y la izquierda del versátil y hombre reversible del Atleti, Saúl, y justo centro mediante por su banda le pegaba Thomas Partey para posterior rechace de Horvath. Entonces desde Mónaco con la post-cena de caviar y Veuve Cliqcuot llegaba un gol del Dortmund y complicaba la primera plaza. Entre medias asistíamos al rock and roll de Gelson (un jugador fino al que le gusta mancharse de barro, marca Simeone) enviando un centro a Griezmann que llegaba tarde y desviaba el remate. El Atleti tomaba el control y una puntera de guante espectacular de Horvath a mano cambiada evitaba la ocasión de Antoine (seguramente fue la foto de la noche, de poster de habitación de chaval de 12 años) rematando con la zurda en parábola desde la frontal del área, mientras Rodri seguía fabricando y destruyendo fútbol como si fuera un niño jugando al Lego, y Thomas y Saúl dispararan medio borrachos a los muñecos de la feria. A las nubes. Cuando (Saúl) no se pasaba con Arias llegando todo el tiempo a línea de fondo y sacando centros.
En el primer cuarto del primer tiempo entraron una eterna reivindicación, Correa y una incertidumbre racional, Vitolo, por el rock y el jazz, Gelson y Lemar, como si el partido fuera de flamenco y que salga el sol por Antequera, y la alboreá la puso Oblak  con un paradón que daba luz al partido, ante un remate de Peres a bocajarro que sacó el pie del mejor portero del planeta. Y ahí empezaron las peleas de barrio, como si el Brujas no fuera tan trivialidad de Europa como lo pintaba este cronista, y la patada se la había llevado el saxofón del Atleti, Lemar, cuando el Atleti ya era pura bajamar y resaca y Kalinic entraba a saldar la angustia de Thomas, agotado. Entonces la excitación por ganar se transformó en no dar pie con bola y solo quedaban la perpetua demanda, Correa, y el reloj marcando los segundos como si no hubiera un mañana.
Querer también es tener el valor de exponerse a un inconveniente. Aguardando la cita con el monstruo. El fútbol proveerá.


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