lunes, 13 de junio de 2016

Cómo Brasil pudo caer tan bajo en el fútbol: ¿es un mal terminal o proceso gradual?


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EliasImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionLa desazón de Elias refleja el actual momento del fútbol brasileño.
Una incógnita con varios interrogantes recorre las tertulias futbolísticas: ¿Qué demonios le pasa al fútbol brasileño? ¿Es que ha olvidado su destino de ganar o al menos disputar con gallardía todos los torneos en los que interviene?
¿Es terminal la decadencia de la mayor potencia futbolística del mundo? ¿Es un problema estructural, irreversible, o se puede barrer debajo de la alfombra?
La noche del domingo, en el estadio Gillette, de Boston, Brasil cayó ante Perú por un gol que no debió subir al marcador, quedando fuera de un torneo al que acudió para ganar, aunque desde el principio se amparó en la advertencia de que lo realmente importante sería el triunfo en los Juegos Olímpicos de Río.
Parece injusto destacar la derrota brasileña en vez del triunfo peruano, pero estamos ante el privilegio que la historia y la tradición dan a la canarinha.
RuidíazImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl momento que Ruidíaz desvía el balón al fondo de la red. Pega en el brazo, aunque también le pega con el muslo. La pregunta es si fue intencional.
Dunga, el seleccionador brasileño, destacó la "ilegalidad" del gol peruano y las estadísticas del partido, en particular las del primer tiempo, todas favorables a su equipo: "ocho corners nuestros y cero de ellos, cinco disparos nosotros y ninguno de ellos, 65% de posesión y 256 pases de nosotros contra 97 de ellos".
Así es, estimado Dunga, son las cosas que pasan en el fútbol. La protesta del DT causó mucha gracia en Argentina, donde se recuerda la mano de Tulio en la jugada de un crucial gol brasileño ante la albiceleste, en la Copa América de 1995, que determinó el empate y la definición por penales, favorable a Brasil.
Un Brasil dirigido, casualmente, por Dunga, quien entonces no tuvo tiempo para escuchar las protestas de Daniel Passarella, seleccionador de Argentina.
Ya se está haciendo una costumbre brasileña, esta de perder torneos. Y es importante porque Brasil es el "segundo equipo" de muchísimos aficionados alrededor del mundo, que admiran la tradición del jogo bonito.
Pero el jogo bonito ya no existe, o lo practican otros equipos.
Brasil eliminado de la Copa América... y por un Perú joven y experimental, para colmo. Esta caída es la culminación de un sostenido proceso de gradual debilitamiento del fútbol brasileño, Sí, aunque el gol del peruano Raúl Ruidíaz haya sido con la mano, o con una carambola de la mano y el muslo o como sea.
El Perú 1-0 Brasil es una noticia mucho más gorda que el Venezuela 1-0 Uruguay, un poco porque lo que le ocurre a Brasil interesa a virtualmente todo el mundo del fútbol, otro poco porque históricamente los charrúas suelen asimilar mejor los reveses y también porque el equipo rioplatense encabeza las posiciones en las eliminatorias sudamericanas para el Mundial 2018.
La selección de BrasilImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionBrasil quedó eliminada en la fase de grupo de la Copa América. Algo impensable hace una década cuando ganó dos torneos de forma consecutivas.
Brasil, en cambio, goleado por Alemania 7-1 en el Mundial 2014 y eliminado por Paraguay en cuartos de la Copa América 2015, marcha fuera de los puestos de la clasificación sudamericana para el Mundial 2018, por detrás de Uruguay, Ecuador, Argentina, Chile y Colombia.
El puesto del "maestro" Tabárez parece seguro por ahora, mientras que el de Dunga (Carlos Caetano Bledorn Verri) probablemente sea confiado a otro técnico en la próxima reunión de la Confederação Brasileira de Futebol (CBF).
Esta es la clásica coartada de los dirigentes, que así cubren su propia incompetencia, porque quiénes, si no ellos, designaron al DT culpable?
Fueron ellos los que insistieron por dos veces con un técnico con una breve trayectoria en el fútbol de clubes (Internacional, 2012-13), pero Dunga es un síntoma, no la causa de la enfermedad.
DungaImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionDunga llegó para conseguir resultados, pero su fútbol pragmático tampoco pudo regresar a Brasil al sendero de la victoria
Sobre las verdaderas causas existen por lo menos tres teorías diferentes.
Una, muy extendida, es que se ha traicionado la tradición del buen juego, privilegiando la defensa "tipo europeo" en detrimento de las tácticas ofensivas que posibilitaron las grandes conquistas, en particular entre 1958 y 1970.
Pero muchos analistas señalan que este enfoque es erróneo, por cuanto el fútbol brasileño tradicionalmente prestó gran atención a la defensa: el campeón de 1958 estrenó la defensa de 4 y no recibió ningún gol hasta semis.
La transformación de los últimos años, con mayor énfasis en el contraataque, se debió en gran parte a la comprobación de un mayor equilibrio entre el ataque propio y la defensa de los adversarios, neutralizándose mutuamente.
Esto se debe, claro, a que el fútbol internacional ha madurado bastante en los últimos 30 o 40 años, con muchos países capaces de presentar equipos competitivos, dirigidos por gente capacitada, con acceso a tácticas modernas.
La falta relativa de grandes mediocampistas ofensivos (un problema que también afecta a Argentina) llevó a los técnicos a orientar el juego hacia el contraataque por eso de que "es más fácil atacar a 4 rivales que a 9."
Y aquí surge una comprobación irónica: Dunga estaba tratando de cambiar este enfoque negativo (que practicó con mucho gusto durante su anterior paso por la canarinha, en 2006-2010) en esta Copa América, aunque sin Neymar.
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Otro ángulo de este enfoque es la afirmación de que "Brasil ya no produce grandes delanteros", si se deja de lado a Neymar. Pero esto debe ser circunstancial, ya que el país tiene suficientes recursos humanos (alrededor de 200 millones de habitantes) y la necesaria fecundidad del talento, sin ningún otro deporte de masas que compita en atraer a jóvenes talentosos.
Otra explicación, que tuvo su cuarto de hora tras la humillación infligida por Alemania en el Mundial 2014, es que la vulnerabilidad relativa del fútbol brasileño es una consecuencia del malestar político, social y económico de los últimos años.
Mario Vargas Llosa, en un artículo que tuvo amplia difusión, titulado "La Careta del Gigante", escribió que "cuanto más pronto caiga la careta de ese supuesto gigante en el que Lula habría convertido al Brasil, mejor para los brasileños. El mito de la Canarinha nos hacía soñar hermosos sueños. Pero en el fútbol como en la política es malo vivir soñando y siempre preferible —aunque sea dolorosa— atenerse a la verdad".
Gerardo Lissardy, corresponsal de BBC Mundo en Brasil, escribió en julio de 2014 que, según el diario británico Financial Times, la caída ante Alemania había sido "simbólicamente un fin apropiado para los largos años de boom económico de Brasil".
Otro medio británico citado por el corresponsal, The Economist, "publicó en su última edición una nota sobre la goleada y recordó la desaceleración de la economía brasileña a paso de tortuga, la inflación de 6,5% y sus dificultades en proyectos de infraestructura."
Pero tanto Vargas Llosa como The Financial Times y The Economist han denunciado enérgicamente los problemas económicos y sociales del pasado reciente en Argentina, cuyo seleccionado de fútbol alcanzó las finales del último Mundial y de la Copa América 2015, y todavía sigue en esta de EE.UU.
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El seleccionado que dirige el Tata Martino está primero en el ranking de la FIFA, mientras que Brasil, durante mucho tiempo el primero indiscutido, es ahora 7º y seguramente bajará algunos peldaños tras este fracaso.
Otra aparente falla en esta teoría es que el fútbol argentino está virtualmente acéfalo desde la muerte de Julio Grondona, el expresidente de la AFA, y sumido en una de las crisis más extendidas y vergonzosas del fútbol internacional, con continuos episodios de violencia, incluso criminal.
Si se deja de lado la teoría conspirativa de la "traición" y el enfoque ideológico que atribuye los problemas del fútbol a la ineptitud de los gobiernos, la única explicación racional es que se trata de un proceso evolutivo que comenzó mucho tiempo antes de que se advirtieran sus primeras consecuencias negativas.
Lo cierto es que el fútbol brasileño ya no es el crisol de ideas y tácticas innovadoras que impulsaron su desarrollo en la edad dorada de hace 50 años.
Marcador en Belo HorizonteImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionMuchos pensaron que la goleada contra Alemania en el mundial fue el punto más bajo en la historia del fútbol brasileño, pero Alemania terminó siendo el campeón. Ahora quedó por fuera de una Copa América en la primera ronda.
Tim Vickery, un periodista británico freelance que trabaja en Brasil desde 1994 (colabora con varios medios, entre ellos la BBC), cita a un técnico brasileño, Levir Culpi, actualmente en Fluminense, que pasó por el fútbol japonés.
"Yo no volví al país con una mentalidad anticuada", dijo Culpi. "Es el fútbol brasileño el que está anticuado en términos de tácticas y disciplina. La gente cree que fui a Japón a enseñar fútbol, pero en realidad yo estuve aprendiendo allí, y he traído lo aprendido".
Otro técnico brasileño que pasó por el fútbol japonés, Oswaldo de Oliveira, dijo que permanecer en Brasil hubiera significado un estancamiento en su carrera.
Vickery opina que el rasgo crucial del fútbol brasileño fue su temprana asimilación de las enseñanzas de uruguayos, argentinos y húngaros, los grandes innovadores antes de la eclosión del genio en el Mundial 1958.
Fue un proceso gradual, durante el cual el fútbol brasileño se hizo universal y se colocó a la vanguardia del juego. Y muchos se convencieron de que el fútbol de Pelé, Rivelinho y Garrincha había sido así desde los albores del juego, cuando en realidad es un deporte global que se desarrolla en varios centros.
Aquellas lecciones tácticas de otras grandes usinas del genio futbolístico fueron adaptadas a la personalidad de los jugadores locales, pero, agrega Vickery, "parece evidente que la saga del fútbol brasileño es un caso clásico de los peligros del éxito: un proceso lleva al éxito, que entonces es tratado como un derecho innato, en vez del resultado de un proceso. La gente se olvida de lo que le permitió tener éxito al principio. Y la historia se repite."
Y si se repite, a Brasil le tocará estar nuevamente a la vanguardia del proceso.

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