miércoles, 27 de julio de 2016

CUANDO LAS OLIMPIADAS NO ERAN UN NEGOCIO

1936.

Ezequiel Fernandez Mores
Ezequiel Fernández Moores

Foto: LA NACION / Sebastián Domenec

Llegaron deportistas obreros, intelectuales, desocupados, políticos, periodistas y poetas. Seis mil inscriptos de 23 países. Del gobierno amigo de Francia, que aportó 600.000 francos y envió a 1500 deportistas. De Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Polonia, Dinamarca, Noruega, Alemania y varios más. Se sumaron delegaciones regionales (vascos, catalanes, gallegos) y de otros pueblos locales. Casi como sucedía en los viejos Juegos griegos. Iban a competir en fútbol, tenis, rugby, remo, básquetbol, boxeo, atletismo, lucha, pelota vasca, ajedrez. 16 disciplinas en total. La mayoría eran afiliados a sindicatos y partidos políticos de izquierda. De ateneos populares, clubes obreros y asociaciones deportivas. Pero estallaron los tiros. El tenista Bernard Bamber y sus compañeros de Estados Unidos vieron disparar desde la torre de la iglesia pegada a su hotel. Adentro, el cadáver de un sacerdote quemado. Había destrozos y disparos en muchos puntos de la ciudad. Los equipos de Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros, fueron a entrenarse. El día previo a la apertura, aviones ametrallaron el Estadio Olímpico en pleno ensayo, que además fue suspendido por un sabotaje eléctrico. Manolo Torres, velocista, siguió entrenándose igual. Cientos de atletas cambiaron zapatillas por fusiles y murieron en batalla. Cataluña resistió, pero España iniciaba su Guerra Civil. La Olimpíada Popular de Barcelona quedaba cancelada. Trece días después, el 1° de agosto de 1936 (el lunes próximo se cumplen 80 años), el Comité Olímpico Internacional (COI) inauguraba sus Juegos oficiales en Berlín. Los Juegos de Hitler.
Barcelona, escenario del comicio, era la gran candidata a ganar la elección de abril de 1931 como sede de los Juegos del '36. Pero diez días antes de la votación se había proclamado la República. Y al COI no le gustó el nuevo gobierno. Acudieron sólo 19 de sus casi 70 miembros. La votación terminó haciéndose por correo al mes siguiente. Ganó Berlín. Hitler, es cierto, asumió en 1933. Pero en el '36 ya había mostrado los dientes. Y el COI miró hacia otro lado. Barcelona no. Fortalecidos por un nuevo triunfo electoral, bases obreras del Comité Catalán pro Deporte Popular (CCEP) organizan primero la Copa Thaelman, homenaje a un deportista alemán encarcelado por comunista. Deciden luego que el deporte debe celebrar un gran acto antifascista en contra de Berlín 36: la Olimpíada Popular. "Sería mejor decir Olimpíada Roja", critica La Veu de Catalunya. "Por culpa de izquierdistas y de los comunistas", que usan el término "Olimpíadas" sin autorización del COI, Barcelona, añade el diario, perderá "para siempre" la posibilidad de organizar Juegos Olímpicos. Hay un alivio, dice el articulista: "Mientras los comunistas y socialistas de todos los países se distraen jugando a pelota, boxeando, nadando, cansándose corriendo, podemos estar seguros de que no harán la revolución". El que la hizo fue el general Francisco Franco.
La sublevación militar obliga a suspender también la Olimpíada Cultural. El 18 de julio, en el Palau de la Música, el gran Pau Casals ensaya con su orquesta la Novena Sinfonía de Beethoven, que debe interpretar al día siguiente en el Teatro Griego de Montjuic, en paralelo con el inicio de las competencias. Cuando el coro sube al escenario, un hombre entra corriendo a la sala y le entrega un sobre. Casals lee en voz alta. "Se espera un alzamiento de un momento a otro", avisaba un ministro. "Queridos amigos -dice Casals a los demás músicos- no sé cuándo volveremos a estar juntos de nuevo. ¿Podemos tocar el final?". La orquesta tocó y el coro -recordó Casals en sus memorias- "cantó como nunca. Las lágrimas no me dejaban ver las notas. Cantábamos el himno inmortal a la hermandad, el Himno a la Alegría, mientras en las calles se preparaba una lucha fratricida". Se juró "volver a tocar la Novena en Barcelona "tan pronto resurgiera la concordia". Dejó Barcelona en 1938, cuando el Ejército franquista ya se acercaba a la ciudad. Nunca más volvió a España. Barcelona vive meses de colectivizaciones y autogestión. Un poder paralelo de anarcosindicalismo. Una utopía libertaria que termina a los tiros, y no sólo rivales. Los primeros deportistas de la Olimpíada heridos son franceses. El primer muerto es un austríaco. Otros, como los italianos Fernando Rosa y Nino Nanneti, mueren en combate. Pasó más de medio siglo para que Barcelona pudiera organizar Juegos Olímpicos. Fue en 1992, con un rey en el palco. El presidente COI, Juan Antonio Samaranch, era catalán. En 1936 tenía 16 años. Cuenta Julián García Candau en su libro "El deporte en la Guerra Civil" que Samaranch debió esconderse cuando estalló la guerra. Mostraba la cruz gamada a sus compañeros del Colegio Alemán. "Esto -les decía- es el futuro".
"¿Vamos a permitir que los comunistas ensucien el sueño olímpico de nuestros atletas?". Avery Brundage, entonces presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos (USOC) y luego del COI, no hablaba de la Olimpíada Popular de Barcelona. Lo decía para defender a los Juegos de Berlín 36. Afirmaba, textual, que, además de los "comunistas", también los "judíos" querían boicotear los Juegos de Berlín porque buscaban derribar a Hitler. Y que el olimpismo, entonces, debía mantenerse "al margen de la política". "Yo declaro abiertos los Juegos de la undécima Olimpíada de la era moderna". Lo dijo el Führer el 1° de agosto de 1936, ante 110.000 personas que colmaron el Estadio Olímpico de Berlín, un festival de cruces gamadas con asistencia perfecta de 49 países y 4066 atletas. Sin gitanos en las calles, recluídos en el ghetto de Marzahn, y (excepto Helene Mayer, una esgrimista rubia, residente en Estados Unidos y de saludo nazi) sin judíos en el equipo alemán. Porque los judíos comenzaban a ser enviados al campo de concentración de Sachsenhausen, a 29 kilómetros de Berlín, construido en plena disputa de los Juegos. El inicio del horror. En Buenos Aires, el Comité Contra la Participación Argentina en las Olimpíadas de Berlín, compuesto por jóvenes de izquierda de la comunidad judía, promovió una campaña pero de alcance limitado, según me cuenta César Torres, gran historiador olímpico. El Comité escuchó elogios para Alemania, su "raza sana y vigorosa". Berlín, escribió El Gráfico, será una "calificada, excepcional asamblea del deporte".
Jesse Owens, el atleta negro de Estados Unidos que venció a sus rivales de raza aria, es recordado históricamente como el gran héroe de Berlín 36. Como el deportista que humilló a Hitler. Elijo al luchador Werner Seelenbinder. Cuando en 1933 ganó el campeonato alemán, sonó el himno nazi, la multitud estalló y él fue el único del podio que rechazó saludar con el brazo erguido. A los ocho días cayó la Gestapo. Hijo de un albañil desocupado, Seelenbinder, portero en un hotel lujoso de niño, carpintero luego, pasó a ser un ícono en clubes de lucha, que pegaban fotos dándole su apoyo. El régimen le permitió volver a competir escasos meses antes de los Juegos. Seelenbinder quería boicotear la cita, pero sus compañeros del Grupo comunista Uhrig lo convencieron de que sería mucho mejor estar, ganar y aprovechar la entrevista en el podio para denunciar a Hitler. El plan incluía escape inmediato con ayuda de atletas suecos. Sus compañeros del Uhrig cayeron a comienzos de 1936. Seelenbinder ganó su clasificación a Berlín. Imaginó que, ya descartado el plan de la entrevista, su gesto sería no hacer el saludo nazi. Pero perdió en una dramática semifinal de los Juegos y ni siquiera pudo subir al podio. Seelenbinder volvió a ser campeón alemán en 1940 y 41. Siguió colaborando como correo del Grupo Uhrig. Los nazis lo arrestaron en 1942. Fue torturado ocho días. Pasó por nueve campos de concentración. El 24 de octubre de 1944 fue decapitado con un hacha en la prisión de Brandenburgo. "Compañeros del deporte -escribió antes de morir-, querría volver a vivir aquellos buenos viejos tiempos, pero, después de sufrir la peor tortura posible, el destino, lamentablemente, decidió otra cosa. Sé que tengo un lugar en sus corazones"

No hay comentarios:

Publicar un comentario