Bienvenidos a la muerte del fútbol argentino
La búsqueda del próximo técnico
No fue una
sorpresa ni nadie debería rasgarse las vestiduras. También convendría
sosegar las audacias de quienes ya mencionan a sus candidatos como
eventuales sucesores. Hay urgencias porque hay compromisos inmediatos;
nada que no se resuelva con el interinato apurado de algún patriota que
resuelva la actuación olímpica. El problema es otro. Aceptado el
paralelo entre la situación del fútbol y la que atravesó el país en
2001, surge una diferencia sustancial: Argentina sufría malamente
herida, pero aún con vida. El fútbol argentino murió.
Aquel “que
se vayan todos, que no quede ni uno solo” interpelaba directamente a los
hombres y por extensión, al sistema. La bronca y el hartazgo
justificaba el coro que el mínimo espíritu democrático debió cuestionar:
¿si se van todos, ¿quién queda entonces? Luego, idos todos, ¿cómo se
sigue? El mismo cuestionado ejercicio de la política fue el salvavidas
del mar embravecido, la única herramienta posible de reconstrucción, aún
al alto costo de corralitos, represiones y múltiples presidentes en
pocos días. Recuperada la legitimidad política lo que ocurrió en los
doce años siguientes pertenece a otro debate. En el fútbol no se
advierten voluntad de modificaciones profundas ni intérpretes para
implementar cambios radicales. Los perfiles (y las acciones) de quienes
aspiran al poder dan indicios de ser más aficionados al maquillaje que a
la remoción de escombros En la AFA hay dos o tres sectores de
dirigentes, más cerca de ser bandas de choque que a constituirse como
corrientes de opinión, hijos y herederos del sistema inaugurado por
Julio Grondona hace casi cuatro décadas en el cual se han movido
cómodamente. Por torpeza, pereza, conveniencia, obediencia y, los menos,
por convicción. Ninguno de los sectores en pugna han propuesto para el
fútbol soluciones institucionales ajenas al “manual de Sarandí” que,
justo es decirlo, si fue eficaz, nunca podía ser eterno. En el fondo, lo
que se vislumbra, es que esos actores insisten más en convertirse en
“nuevos Grondona” en lugar de pensar “la nueva AFA sin Grondona”. Hay
quienes creen en la reencarnación.Quiso la historia que la muerte del fútbol argentino se produjera durante la presidencia del país de un hombre que saltó del fútbol a la política. No es Macri quien firma el certificado de defunción y hasta debe entenderse que en este breve lapso de gestión, prioridades con otra envergadura consumieron sus tiempos. En cambio, como “hombre del fútbol” es partícipe necesario del desbarranco: fue presidente de Boca durante 12 años y su política se extendió con sus dos sucesores. El último interviene decisivamente en el desastre de la AFA que confluye hasta el portazo de Martino, símbolo último y final de una decadencia inevitable.
Podrá decirse que “no todos son lo mismo”. Cierto. Tanto que esos “no son lo mismo” votaron una y otra vez durante casi 40 años la forma de hacer política de Grondona confundiendo genuflexión con espíritu democrático. “No son lo mismo” pero el 38-38 los iguala en la impotencia de un resultado imposible. Y los expone salvajemente. Se fue Martino. “¿Que se vayan todos?”. No se irá nadie más. Porque todo pasa.
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