lunes, 21 de noviembre de 2016


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Odio el fútbol moderno

Era raro que un padre apareciera por el campo, si acaso las chicas de la pandilla cuando jugábamos en casa
En 1973 un grupo de amigos del barrio montamos un equipo de fútbol y nos federamos para competir en la categoría de juveniles con el poco original nombre de U.D.73. Nosotros inscribimos al equipo, nos compramos las equipaciones y nos ocupamos de todas las formalidades. Nos levantábamos a las siete de la mañana para coger dos autobuses al objeto de llegar al campo y jugar. Lo hacíamos en campos de arena o de albero hasta el punto de que cuando te caías te quedaba una raspadura amarilla en la pierna que no se quitaba con la ducha hasta varios días después de mucho restregar. Los balones eran de cuero cosido, había que ir a la gasolinera a que te los llenaran y al zapatero si se rompían. Cuando llovía al darle de cabeza te quedaba la marca del barro en la frente. En aquella época las camisetas de algodón se descolorían al segundo lavado motivo por el cual nadie las compraba de rayas. No había móviles ni guasap, si alguno se retrasaba había que subir a su piso y despertar a los padres, sobre todo si era de los buenos del equipo. Era raro que un padre apareciese por el campo, si acaso las chicas de la pandilla cuando jugábamos en nuestro campo. Nadie se ponía en la grada a insultar al entrenador propio si no ponía a su hijo. Eso sí, no hay ni que decir que éramos bastante bestias a la hora de jugar . No sabíamos lo que era ir con chándal, nunca vimos un calentador , espinilleras, camisetas térmicas, balones termosellados o unas mallas. Ningún entrenador nos decía tontería copiadas de Guardiola ni nos enseñaba a engañar al árbitro para ganar aunque fuera con trampas. Seguramente todo era peor en aquella España en blanco y negro pero lo que ahora cuentan no me parece que sea edificante: gente insultando a un árbitro por ser homosexual, diciéndole barbaridades a una chica árbitro o gritando gravemente a un chico por ser negro como hemos visto en Cádiz. Nosotros no éramos ni mejores ni peores pero jamás nos hicimos estos peinados tan raros con esas rayas hechas con maquinilla como se hacen ahora los futbolistas e imitan todos los niños previo pago de los papás. Quizás unos padres sobreprotectores que dan todos los caprichos a los niños, que hacen huelga porque les ponen deberes o se quejan porque se van a examinar de reválida estén criando a una generación incapaz de valerse por sí mismos en un medio hostil. Pasarán del regazo paterno a solicitar la ayuda del estado sin solución de continuidad. De dejarse caer en el área a evadir impuestos. Que gran razón tienen Karim y las FARC

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