Los ultras perviven ante el temor de los clubes a quedarse sin incondicionales
A muchos dirigentes de los equipos les cuesta desprenderse de sus radicales porque ven su actuación como beneficiosa
“Son actores de un espectáculo que se desarrolla en paralelo al terreno de juego: una obra de teatro de sonidos, canciones, banderas y colores del que proviene el 30% de los ingresos de los clubes", analizan desde la universidad
“Son actores de un espectáculo que se desarrolla en paralelo al terreno de juego: una obra de teatro de sonidos, canciones, banderas y colores del que proviene el 30% de los ingresos de los clubes", analizan desde la universidad
La primera reacción de los clubes afectados, con el
cadáver del ultra del Deportivo de La Coruña caliente, resume la postura
de los dirigentes del fútbol al respecto de los violentos que dicen
defender sus colores: “Esto no tiene nada que ver con el fútbol. No
tenemos nada que ver con los hechos. El fútbol es el fútbol y no tiene
nada que ver con este incidente que se ha producido lejos del estadio y
lejos de lo que es un partido de fútbol", resumió el presidente del
Atlético de Madrid, Enrique Cerezo.
La conclusión del
directivo fue muy futbolística. “Lo que pasa en el campo, se queda en
el campo”, como dijo el entrenador de su equipo Diego Pablo Simeone,
tras penetrar con sus tacos el muslo del internacional del Athletic
Club, Julen Guerrero, en su etapa de jugador. Son los códigos bélicos,
las consignas totalitarias las que rigen la gestión de las aficiones en
los equipos. No en vano, muchos directivos consideran una ventaja tener
una facción ultra que acompañe incondicionalmente al equipo sin importar
que sean violentos, despiadados, malhablados o simplemente, asesinos en
potencia. Así lo demuestran estudios como el de la Universidad de Firat
en Turquía que deja claro que “los administradores de los clubes creen
que el comportamiento agresivo de sus aficionados va en beneficio
propio”. Y así lo creen entrenadores como José Mourinho, recientemente
enfrentado a los hinchas del Chelsea por reclamar de manera marcial lo
que ya pidió del Bernabéu: “Más ruido y más apoyo”.
Los portavoces de Ultras Sur, la facción salvaje del Real Madrid, han
hecho público su acuerdo con los dirigentes cada vez que se les ha
preguntado: libertad y facilidades para entradas y viajes siempre y
cuando no se produzcan situaciones delictivas dentro del campo. Un
acuerdo que se remonta al episodio de 1998 en el que una portería atada a
su valla acabó en el suelo. “Al estadio se viene con las familias”,
enfatizó el pasado domingo Cerezo.
Y a animar, piensa
Florentino Pérez (presidente del Real Madrid) que ha tratado por todos
los medios de generar ambiente y animación en el frío y cada vez más
lleno de turistas y vips estadio Santiago Bernabéu. Un speaker,
una grada joven con posibilidad de ver el partido de pie, tres himnos y
hasta abonos a precios irrisorios para jóvenes que ni siquiera son
socios del club. El Real Madrid lo ha intentado todo para que su gente
sea animosa y los Ultras Sur han chantajeado con ese aspecto para seguir
gozando de prebendas: “Este estadio sin los ultras, es un cementerio”,
gritaron durante la pasada temporada hacia el palco la sección de ultras
a la que se le retiró el carné tras unos incidentes en una versión
pequeña en el metro de los sucedido el domingo en el Manzanares. Esos
violentos fueron expulsados, los más pacificados, pero de ideología
igual de derechista y faltona siguen en la grada.
“No
es lo mismo un estadio grande y vacío que un estadio pequeño y lleno”,
afirma Miguel Ángel Gómez Ruano, de la Universidad Politécnica de
Madrid. Este especialista en sociología del deporte ha estudiado la
influencia de jugar en casa o fuera en los resultados deportivos. La
conclusión es que el ambiente tiene cada vez menos influencia en los
jugadores y el árbitro. “La media de victorias en casa frente a las
conseguidas fuera está en un 60%. No hay más que ver cómo han cambiado
los resultados en las quinielas”, explica. “Los árbitros y los jugadores
son mucho más profesionales que hace años”, añade. Se refiere a los
años 80, cuando los equipos ganaban ligas ganando en casa y empatando
fuera en condiciones casi infernales en los años álgidos del
hooliganismo. “El miedo escénico”, lo llamó Jorge Valdano, protagonista
de las grandes remontadas del Real Madrid respecto a los resultados
adversos en campo contrario.
Nostalgia de la tribu
Si ya han pasado los años en los que se podía amedrentar a un árbitro y
los jugadores son capaces de soportar la presión, ¿Por qué esa obsesión
en seguir apoyando a los radicales? Para ganar, porque el negocio es
cada vez más grande y los empresarios dueños de los clubes tienen cada
vez más miedo a la aleatoriedad de los resultados deportivos frente a la
previsibilidad de los resultados económicos. Y porque las aficiones
forman parte de un show que obtiene el 30% de sus
ingresos de la explotación comercial de los estadios. "Los ultras son
actores de un espectáculo que se desarrolla en paralelo al terreno de
juego: una obra de teatro de sonidos, canciones, banderas, colores,
masas en movimiento etc… Un show pacífico, que sin embargo, con
frecuencia se vuelve agresiva, violenta y destructiva frente a las
aficiones contrarias y la policía. Y el vandalismo se convierte en
rutinario, inherente al ritual del domingo y las luchas de clases, razas
o idelogías encuentra en los estadios el lugar perfecto para
dispararse", advierte la profesora Emanuela Lavari, de la Universidad
Pontificia Salesiana.
Que la violencia encuentre
refugio en el fútbol es responsabilidad del fútbol. De aquellos que por
ganar permiten que sus hinchadas gritar salvajadas del tipo: "Juanito
como mola, tu tumba en Fuengirola" o "y va morir y va a morir el hijo de
Mijatovic". El propio Valdano, que encontró en los 80 las palabras
exactas para describir el ambiente necesario para ganar un partido,
encontró en una reciente entrevista en Canal Plus una explicación a la
capacidad del fútbol para propagarse entre la gente: "En una sociedad
tan individualista como la nuestra, hay una nostalgia de la tribu que el
fútbol compensa como mucha eficacia". Una nostalgia de tribu que en
muchas ocasiones lleva a la tribu de las cavernas.
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