domingo, 4 de febrero de 2018

Aimar y Riquelme, para seguir creyendo
“El juego está integrado a la esencia de la vida”
Julio Cortázar
Dice Pedro Iturralde, el músico español, que el jazz es una música que primero se siente y después se piensa. Y a mi me parece que se puede decir lo mismo del fútbol.
Primero hay que enamorarse del juego y de la pelota, porque sin ese amor es muy difícil entenderlo. Hay que sentirlo para poder pensarlo y analizarlo. 
Pero vivimos en la sociedad de la inmediatez, de la banalidad, de la apariencia y entonces la tecnología quiere suplantar el sentimiento que va a lo profundo para quedarse en la superficialidad de los números, las estadísticas que sin una interpretación futbolera no dicen nada.
Y cuando todo parece perdido, siempre aparece algún jugador o algún equipo que nos devuelve otra vez al barrio y a reencontrarnos con el fútbol nuestro de toda la vida.
En este caso se trata de una conversación entre Pablo Aimar y Román Riquelme (la tuvieron en ESPN y la reprodujo Diario Popular), dos que cuando jugaban no concedían ni esto a la estupidez de la eficacia sin juego, a la prisa por llegar primero sabiendo que es mejor llegar antes. Dos jugadores que sabían el valor de la pausa, la importancia del pase y del control y que tenían el amplio panorama del que sabe para hacer lo que se debe.
Tanto Aimar como Riquelme hablan de cómo disfrutaban y aun disfrutan del juego y me acordé de una anécdota que solía contar Cruyff. Decía que cuando les interesaba un jugador para el Barcelona, Carles Rexach miraba sus fotos en los diarios para estudiarlo. “A este mejor no lo traemos, Johan, mirá como tiene los puños cerrados, juega tenso, no nos sirve”, recomendaba. Tanto Cruyff como Rexach opinaban que para jugar bien había que estar relajado, había que disfrutar en la cancha.
También hablan Pablo y Román de la pelota y lo hacen con el amor que es imprescindible tenerle. No conozco ningún crack, ni ningún buen jugador que no esté enamorado de la pelota. Y sin embargo entre los despropósitos que se escuchan actualmente figura en primer término que tal equipo se siente cómodo sin la pelota, a modo de elogio. Es como si dijeran que tal nadador se siente cómodo sin el agua.
Riquelme y Aimar recurren a la sencillez para definir cosas del juego, que el cientificismo complica y confunde, y que nosotros sabemos de siempre: el cambio de frente, la pared, la búsqueda inteligente del espacio, cuando frenar, cuando acelerar. No les hacen falta los drones, las tabletas electrónicas, ni los programas reveladores de la nada.
Los dos manejan los conceptos básicos que son tan valiosos y definen qué es jugar bien sin necesidad de tecnologías aplicadas ni discursos esotéricos.
“El fulbo, pibe, son 4 cosas y 5 metros”, decían los mas viejos en el barrio y uno descubre con el tiempo que efectivamente es así. Y también comentaban: “este defensor no me gusta, se tira mucho a los pies”. Tenían razón, si se tiene que tirar mucho a los pies es que no está nunca bien parado, no intuye por donde viene la jugada.
Alfredo Di Stéfano, que tenía ese vocabulario del barrio para cantar la justa en pocas palabras, solía decir: “El fútbol es muy difícil... hasta que aparece uno que juega bien y ya es un poco mas fácil”.
En estos tiempos de entrenadores haciendo señas permanentemente en la banda, tipo el penado 14, a jugadores que naturalmente no pueden atenderlos, solo para que los medios los elogien, es un placer que tanto Aimar como Riquelme tomen la palabra como en otros tiempos pedían la pelota.
Ellos padecieron en su carrera a algunos de esos entrenadores que se creen más importantes que los jugadores y superaron esa prueba a fuerza de convicciones. 
Una vez le pregunté a Guardiola, que tuvo en la selección española a uno de esos entrenadores que niegan el juego para conseguir el resultado, cómo hacía para jugar. “Muy fácil, me dijo, cuando empieza el partido soy yo y la pelota y hago lo que creo conveniente”. La misma personalidad que Aimar y Riquelme para imponerse a pesar de todo.
No se cómo ni dónde, será donde a ellos les parezca mejor, pero qué bueno sería que tanto uno como el otro no se alejen del fútbol. Aimar parece que se decidió por entrenar y lo festejo. Román será imprescindible donde a él le guste más. Los seguimos necesitando para que nuestro fútbol, al que tratan de matar de estupidez, siga resucitando.
* Ex DT de Racing, Huracán y River.

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