viernes, 20 de junio de 2014

 El Huevo Bó

Por: 
Todos gritamos ese gol de Suárez; todos quisimos abrazarlo.
Hubo tiempos en que los argentinos sabían ganar guerras. Aquel año, 1827, vencieron a Brasil por el control de la Banda Oriental: seguiría siendo una provincia de la Confederación. Pero al imperio inglés no le gustaba que el Plata fuera un río argentino y que los dos países de la región compartieran esa frontera que sería caliente –y empleó sus poderes para crear un estado-tapón que se llamó Uruguay. Hoy, en Sao Paulo, se arrepintieron tanto.
El Paisito podría no haber existido pero existe y tiene rasgos pronunciados: son amables, son creíbles, dicen bó y juegan al fútbol como perros hambrientos. Contra Inglaterra se jugaban todo, como siempre.
El partido era tosco. Lo peleaban como una final, que es lo que era: el que perdía se iba. Así que todo era pasión, intensidad: Uruguay defendía con una línea de cinco más dos, que se tiraban al piso todo el tiempo. Inglaterra intentaba sin ideas; de tanto en tanto, Uruguay armaba un contraataque. Era uno de esos partidos invertidos donde los jugadores están en el suelo y la bola en el aire.
Pero Cavani y Suárez metieron uno y había que defenderlo: el partido se hacía más y más charrúa. Si hay un fútbol con una identidad es el de ellos: el fútbol como esfuerzo, sacrificio del que sabe que nada viene solo. Lo voy a repetir en buen francés: con Uruguay todo es cuestión de huevos. Los huevos en la cancha de sus jugadores, los huevos en la garganta de sus hinchas. Huevos que no se rompen ni caducan: se usan y se usan a través del tiempo. Es esa variedad tan valorada: el Huevo Bó, los cojones yorugas.
Los españoles dicen que estos partidos hacen afición. Yo creo que los hace la afición; que sin esa afición, sin fanatismo, es imposible jugar como los uruguayos. Y es imposible verlos jugar sin entregarse a ellos. Así sufrimos cuando les empataron. Y después todos empujamos ese gol, a los 40 del segundo tiempo, cuando el esfuerzo parecía desperdiciado. Todos palpitamos el sablazo, lo vimos salir endemoniado –y el arquerito inglés que se corría por si acaso. El gol gritaba, el huevo había ganado.
Los hinchas ingleses eran, antes de empezar, los más pesimistas en cuanto a las posibilildades de su equipo: se ve que saben de fútbol. Inglaterra se va: las viejas monarquías europeas están cayendo en fila. Cualquier parecido con la vida real es un error del árbitro.

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