sábado, 28 de junio de 2014

La pelota no se muerde

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  • Ricardo Roa
En un segundo todo cambió y Luis Suárez pasó de héroe a villano y de villano a héroe por el insólito mordiscón que lo sacó del Mundial.
Suárez es el más temible futbolista uruguayo que anda por el mundo, y su participación en la Copa estuvo rodeada por la épica del herido que se levanta para estar en la gran batalla y no fallar. Lo operaron de meniscos el 22 de mayo.
Todos creían que no llegaba pero llegó. Vio el debut desde el banco cuando Costa Rica sorprendió a Uruguay y casi él solo le ganó a Inglaterra, en una actuación memorable.
De infancia difícil y de problemas con el alcohol, hasta tenía el aura de héroe romántico: la familia de su novia de la adolescencia, hoy su mujer, debió irse a vivir a España y él se propuso jugar en Europa para juntarse con ella y lo consiguió. Sancionado, la gente fue a esperarlo el jueves al aeropuerto de Montevideo como se espera a un ídolo.
Lo aman pese a todo o por todo eso. Dentro de su historia hay otra historia. Uruguay se siente heredero del Maracanazo, aquella hazaña en que, contra el mundo entero, le ganó la final del 50 a Brasil. Esa victoria operó como un renacimiento de un país apretado entre dos gigantes, Brasil y Argentina, y que encuentra en el fútbol su mayor reconocimiento.
Ya son tres las veces en que a Suárez lo domina el impulso irresistible a morder a un rival. Una patología. Las burlas en las redes sociales han sido tan injustas y desproporcionadas como la defensa en su país frente al castigo de la FIFA, igualmente desproporcionado: lo sancionaron con nueve partidos, lo multaron y le impiden también ir a los estadios durante cuatro meses, como si fuera un barrabrava.
Hubo demagogia en la FIFA y hay demagogia en Uruguay, donde la política se montó sobre el desconsuelo. Afloraron sobre la infracción futbolística las teorías conspirativas. El propio presidente Mujica las alentó. Dijo: “Es una agresión contra los pibes del pueblo uruguayo. Tiramos para afuera a Italia e Inglaterra: ¡Cuánta guita perdieron!”.
No es nuevo. Hace 20 años, la Argentina tuvo que sacar del Mundial a Maradona por dóping. Todavía algunos prefieren creer que tomó un descongestivo nasal sin saber que contenía efedrina o que cambiaron los frascos cuando estábamos para campeones otra vez.
Clavar los dientes en un adversario no debe quedar impune como no deben quedar impunes los golpes arteros con los pies y con los codos, los vea o no los vea el árbitro. O el dóping.
Para Suárez, morder no es un arma para perjudicar sino más bien para perjudicarse. Ha sido muy eficiente en eso: el mordisco que clavó en el hombro del italiano se clavó sobre todo en su propio destino.
Ni héroe ni villano, es un hombre que precisa ayuda.

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