Imagen:La Voz de GaliciaGrabado que acompañaba la crónica del partido de fútbol.
El fútbol de los marinos británicos hizo vibrar al público
gallego, que perdió el entusiasmo en cuanto se pusieron a jugar a un
deporte «de barrabasadas».
Cuando el rugbi era «una atrocidad»
El fútbol de los marinos británicos
hizo vibrar al público gallego, que perdió entusiasmo en cuanto se
pusieron a jugar a un deporte «de barrabasadas»
Las alineaciones de los equipos.
Tras este alarde de higiene, «prosiguió el match, cada vez
más reñido». Marcaron los visitantes. Y cuando aún duraban los aplausos,
«lograron apuntarse otro goal». «A la postre, tras una filigrana de
combinación, avanzó Joaquín Caruncho y metió el goal más bonito de toda
la tarde. ¡Dos a dos! Ovación general. Instantes después, Caruncho, que
tenía una fiebre altísima y jugaba por puro compromiso, se retiró del
campo. El partido terminó sin nuevos tantos».
El entusiasmo era general. «Hubo los hurras de rigor, y el
público enorme -que estuvo discretísimo- desfiló muy satisfecho».
Faltaba la guinda a una agradable tarde «de sport».
Fue poco después, ya «en el magnífico campo del ‘‘Deportivo R. C.’’», cuando se dispusieron a jugar «una partida de ‘‘rugby’’ un equipo del ‘‘Gloucester’’ contra otro del ‘‘Liverpool’’».
«Desolladuras y contusiones»
Pero este otro deporte no era tan del gusto local. «Es una
atrocidad que difícilmente tomará carta de naturaleza en España»,
sentenciaba el periodista, que resumía así lo que ocurrió en el terreno
de juego: «Los jugadores se aporrearon y rodaron por el suelo durante el
tiempo que duró la prueba. Hubo tremendos batacazos, y varios jugadores
resultaron con desolladuras y contusiones muy apreciables. Que
aproveche».
Para colmo, «ni unos ni otros hicieron goal». Simplemente,
«se anotó cinco puntos el ‘‘team’’ del ‘‘Gloucester’’, por haber llevado
el balón más cerca de la meta contraria».
Movido por la curiosidad, «asistió a la fiesta bastante
público, al cual, francamente, no satisfizo la serie de barrabasadas que
el ‘‘rugby’’ requiere».
Andaba la Armada inglesa
repartiendo barcos por los puertos del noroeste y los aficionados
gallegos no vieron mejor ocasión para medir sus fuerzas con los
inventores del deporte «más popular e higiénico de Europa», el foot-ball. Fue el presidente del Real Club Coruña quien tomó la iniciativa de invitar a los marinos a disputar un match,
reto que el almirante May aceptó. Por su parte, los británicos
reservaron una sorpresa con la que obsequiar al público: una exhibición
de otro de sus deportes favoritos.
Los anfitriones se apresuraron a organizarlo todo. Un par de
días antes del encuentro, La Voz daba cuenta de los preparativos: «El
campo de Monelos será engalanado con banderas inglesas y españolas. Con
serrín de colores, se hará en la pista una artística greca», además de
colocar un «atrayente cartel» obra del «distinguido artista» Saborit.
Solo quedaban pendientes pequeños detalles. «Si como se cree el ‘‘team’’
británico está formado por oficialidad de los buques -que es la
invitada-, se pondrán a su disposición varios automóviles adornados.
También en este caso se les obsequiará con un té en el ‘‘Ideal Room’’ o
en el ‘‘Hotel de Francia’’». Por el contrario, «si fuesen subalternos
los jugadores ingleses se habilitarán tranvías para ir al campo y se les
brindará con un lunch».
La víspera del partido, mientras la mayor parte de los
barcos de la escuadra se dirigían a Vigo y Ferrol, a A Coruña arribaban
los cruceros Gloucester y Liverpool, cuya oficialidad
(se entiende que finalmente eran oficiales porque al día siguiente «los
jugadores llegaron al campo ocupando dos automóviles adornados con
banderas») formaría el equipo de la Royal Navy.
Momentos antes del comienzo del encuentro, la banda de
música del Regimiento Isabel la Católica «dejó oír el ‘‘God save the
Queen’’ y luego la Marcha Real española».
Champán y cigarros
«Los muchachos del ‘‘Coruña’’ vestían camiseta a franjas
amarillas y azules y calzón blanco. Los jugadores de los cruceros,
camiseta roja y pantalón azul». Durante la primera parte, «la prueba fue
animadísima». Se llegó al descanso con ventaja de un gol a cero para
los locales: «Stagg, el notable portero, se arrojó al suelo para parar
la pelota; pero fue inútil. Ovación».
Los futbolistas aprovecharon, despreocupados, para reponer
fuerzas: «Mientras los invitados del palco presidencial y los jugadores
eran obsequiados con champagne y cigarros por la directiva del
‘‘Coruña’’, un hábil fotógrafo obtuvo curiosos grupos».
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