jueves, 2 de febrero de 2017

VOLVIERON LOS COMBATIENTES DEL CHE CHOLO


El regreso de los referentes al Atlético

La actuación de los líderes del vestuario rojiblanco, cuestionados por su bajo rendimieto en lo que va de curso, marca el camino de la deseada recuperación

Fernando Torres, en el partido contra el Barcelona.  AFP
El orgullo es la única virtud que dignifica la derrota. La volcánica segunda parte del Atlético en la noche del miércoles terminó con el Calderón en pie, despidiendo a un equipo que reconoció por primera vez en meses. La hinchada enfiló encendida por los vomitorios tras uno de esos partidos en los que la llama de los sentimientos y las sensaciones se imponen sobre la frialdad numérica y realista del marcador. En la derrota, el Atlético fue el Atlético durante 45 minutos y eso es mucho ante la imagen de equipo desalmado proyectada en muchos partidos de esta temporada.

Entre las derivadas que dejó el duelo con el Barcelona hay una que es palmaria. El carácter pertenece a la vieja guardia. Gabi desencadenó esa reacción emocional desde el saque inicial del segundo tiempo. Recibió la pelota y lanzó un balón profundo a Torres. También fue ese líder grupal al que el resto del equipo sigue a ciegas en la presión adelantada. En esa dinámica se reveló una sensación que no es nueva, pero sí reveladora por contraste: este equipo es más fiable ahora jugando en campo contrario que en el propio. En plena crecida, incluso Gabi se atrevió en el uno contra uno en la mediapunta con recortes y pases bien filtrados.
Ese segundo acto rockanrolero estuvo marcado por el regreso espiritual y futbolístico de los referentes del vestuario. Gabi, Torres, Juanfran, Filipe e incluso Godín lideraron esa reacción que Simeone espera que marque un punto de inflexión. Ninguno de ellos ha rendido en los niveles de sus mejores días, pero se reivindicaron como transmisores del gen competitivo perdido. En medio de la búsqueda de un once, de soluciones que enderezaran al equipo hubo un momento del curso en el que el técnico apuntó en el vestuario la necesidad de que fueran los jóvenes los que empezaran a tirar del carro ante el desgaste de la vieja guardia tras cinco años de una exigencia estresante. Simeone se ha enfrentado por primera vez a esa situación que más angustia a un entrenador: sentar a jugadores que le han dado todo. Conocedor en sus propias carnes de las reticencias del veterano a asumir el banquillo, Simeone ha manejado la situación con tanto respeto hacia las jerarquías como al temor de una rebelión definitiva de parte del núcleo duro. En su cabeza ha sido inevitable el pensamiento de sentar más a Gabi o a Godín tanto como pensar en las consecuencias de que el relevo no le diera buenos resultados. ¿Cómo sentar a los símbolos y volver a contar con ellos si los recambios no funcionaban?
En esa descarga de oleadas de presión asfixiante sobre la salida de balón del Barça, la figura de Torres también emergió. Su condición de símbolo también ayudó a generar ese ambiente de electricidad al que Simeone apeló en el vestuario. Ya en la aciaga tarde de Vitoria en la que el equipo tocó fondo, en los diez minutos que jugó, Torres lideró esa reacción final. Ese rato en Mendizorroza evidenció con su entrada la necesidad de jugar con referentes, aunque predomine más el sentimiento que el juego con balón y los goles. Ya la temporada pasada, en la recta final, Torres y el equipo crecieron a la vez desde la única ocasión en la que Simeone le ha concedido confianza y continuidad. Apoyado en algunos de sus goles y en su carisma, el equipo llegó a pelear la Liga hasta la penúltima jornada y se metió en la final de la Champions.
Godín fue otro de los que reaccionó en el segundo tiempo. Su mala temporada le señala como uno de las causas de la pérdida de solidez. Nadie como él refleja esa versión tan desconocida del Atlético en lo que va de curso. En el gol de Luis Suárez midió mal cuando quiso ir a su encuentro y se le apreció fuera de sí en algunos despejes largos. En el segundo tiempo se atrevió a dar el paso adelante que requería el partido y la presión adelantada del equipo. Se olvidó del temor del espacio a su espalda y fue varias veces a anticipar. Arriesgo para vivir al filo de la navaja cuando ha sido uno de los jugadores reticentes a que el equipo juegue más tiempo en campo contrario. En el caso de Juanfran y Filipe el equipo recuperó en ese esperanzador segundo tiemo a esos laterales de percusión constante, dañinos y contundentes para frenar al rival. La cuestión es sí ahora, en el día a día de una Liga tan alejado de la cabeza, los referentes y el equipo vibrarán como en ese segundo tiempo tan del Atlético.

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