domingo, 17 de septiembre de 2017

Y ADEMAS GANO CON GOL DEL FRANCESITO "SUDACA"

Atlético De Madrid

Wanda Metropolitano Como una final de la Champions

El Atlético estrenó su estadio y el día tan esperado por sus hinchas fue una fiesta en los aledaños del Wanda Metropolitano
Wanda Metropolitano: 
Como una final de la Champions
J. ASPRÓN / J. C. CARABIAS
La estación de Avenida de América cambia su tonalidad a eso de las 18:10. El metro de Madrid, línea 7 naranja, rebosa de estrías rojas y blancas en un santiamén. El trasbordo ha llenado el convoy de fieles a la causa colchonera. Los seguidores hablan sin conocerse de lado a lado de la vía. Les une una camiseta y un sentimiento, que está punto de explayarse varias paradas más allá. El tren llega a su destino, el Estadio Metropolitano. Los vagones se vacían y el jolgorio se convierte en himno. De repente, la hinchada del Atlético comienza a cantar a capela la vieja tonadilla. «Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón...». Los anchos vomitorios se colapsan porque aquello parece una atracción turística. Cientos de smartphones captan el momento y lo registran en su disco duro. El Atlético y su gente están de estreno. Ayer nació para el fútbol el Wanda Metropolitano.
La explanada que enlaza el metro con el estadio, apenas cien pasos, es un lugar de cita y teléfonos. Todo el mundo con el móvil en la mano para quedar, darle al whatsapp o hacer «selfies». Nadie conoce el lugar como para recrearse en explicaciones. Una pregunta se propaga por encima de todas. «¿Dónde estás?», se escucha en la zona. «Debajo de la segunda A de Wanda», contesta una niña con la camiseta de Simeone. «Buscando a los demás para hacer una inspección para beber», comenta por móvil un aficionado con la elástica de esta temporada y el 10 de Paulo Futre a la espalda.

Riadas de gente

Del suburbano sale otra riada de hinchas, alborozados y felices, que entonan el célebre «Luis Aragonéeeees, Luis Aragonéees». Y una tercera, que se cuenta por miles, que aclama al hombre que cambió la historia. «Ole, ole, ole, Cholo Simeone».
«Me emociono, de verdad que me emociono, porque yo ya viví el traslado del Metropolitano al Calderón, y esta es mi segunda mudanza», cuenta Luis, un socio que se ha enfundado en la camiseta del doblete y que dice sentir veneración por Milinko Pantic. «Tiene solera», dice señalando aquella antigua publicidad de Marbella. Es un ambiente de final de Champions, de partido europeo en Múnich o Londres, hechizado el público ante lo que se puede encontrar detrás de las puertas de acceso.
Junto al estadio se agolpa una multitud. Algunos llevan inspeccionando su nueva casa desde por la mañana, y tras recorrer la zona infantil y aprenderse de memoria los precios de las bebidas, deciden hacer cola en las puertas de acceso.
Por fin, tras una larga espera se abrieron las puertas sobre las siete de la tarde. La amplitud de los pasillos, aún con cajas a medio embalar que dan fe de la apresurada mudanza, facilita los movimientos y la búsqueda del asiento. Con todo el mundo instalado llegaron los homenajes. Primero, a los cuatro estadios anteriores, Retiro, O’Donell, Metropolitano y Vicente Calderón.Después alAtlético Aviación, con un desfile aéreo de la Patrulla Águila. El balón del encuentro descendió también desde el aire gracias a un paracaidista del Ejercito del Aire.

El mismo himno

Con la salida al campo de los jugadores se desveló una de las grandes incógnitas. El Atlético mantiene el himno. Con su mención al Manzanares intacta. Ni se volvió al del Metropolitano, ni se recurrió a Sabina ni se estrenó uno nuevo. Con el pitido inicial, tras una previa extenuante, el estadio estaba ya cargado de energía y sentimiento. La acustica, la «olla a presión» que vaticinó Simeone, se reveló impresionante, con un fondo sur tan ruidoso como en las mejores noches europeas del Calderón. Por momentos la gente olvidó que estaba en otro escenario, en otro lugar a varios kilómetros de distancia de su antiguo hogar. Desde fuera relucía la cubierta en miles de colores y el Wanda dejaba escrita su primera página sin mancha alguna. A partir de ahora comenzará a llenarse de recuerdos, de ilusiones y decepciones que le harán ganarse el cariño definitivo de una afición que en solo unos meses ha pasado del duelo y el recelo a la ilusión.

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