domingo, 6 de abril de 2014

Cuando ser futbolista se convierte en una pesadilla

Ser una estrella del deporte rey tiene un precio, pero en el caso de muchos menores africanos es bastante alto

En pleno siglo XXI, la era del fútbol moderno, hay 20.000 «diamantes negros» repartidos por Europa. 20.000 chavales de color menores de edad que dejaron tras de sí a su familia y sus amigos por cumplir su anhelo: ser futbolistas de élite. Lo hicieron engatusados por alguno de los cientos de agentes y ojeadores que pululan por África a la caza y captura del nuevo Drogba, Weah o Eto’o de turno. Representantes (muchos de ellos sin licencia) que en la mayor parte de los casos son exfutbolistas que conocen bien la trastienda del deporte rey y que la utilizan en beneficio propio y con la connivencia de muchos de los grandes clubes europeos. Prometen a familias que viven en la extrema pobreza hacer de su hijo la nueva perla del fútbol, con todo lo que ello supone, pero la realidad es muy distinta cuando llegan al Viejo Continente. El 95% de estos niños acaba desahuciado, sin papeles, ni estudios ni posibilidades de trabajar; y con la única salida de la delincuencia, el tráfico de drogas y la prostitución como método (marginal) de subsistencia.
«El modus operandi es muy sencillo: un hombre blanco llega a África y recluta chavales que pueden despuntar y que pueden llegar a ser una figura a corto-medio plazo. Entonces, este ojeador le dice a la familia que su hijo va a ser una estrella y que él, que tiene muchos contactos en el mundo del fútbol en Europa, lo va a llevar a un equipo de nivel top. Eso sí, la familia del chaval debe pagar entre 2.500 y 3.000 euros al ojeador a cambio de ese tren que le está ofreciendo y que pasa una vez en la vida» detalla a ABC Miguel Alcantud, el director de «Diamantes Negros», el primer largometraje español que aborda el tráfico de menores en el mundo del fútbol. «En Malí, por ejemplo, la mortalidad infantil es seis veces más alta que en España, la esperanza de vida es de 45 años y hablamos de uno de los diez países más pobres del mundo. La miseria es total. Así que si a una familia se le promete que su hijo, gracias al fútbol, les va a hacer ricos y, encima, el niño va a cumplir su sueño, hacen lo imposible por ayudarlo. Por eso, si para reunir esa elevada cantidad de dinero tienen que vender sus casas, sus tierras y hasta alguno de los miembros de su familia, lo hacen sin dudarlo», añade Alcantud.
Normalmente, suelen entrar en Europa con una falsa identidad y una inexistente beca de estudios. Lo hacen por Portugal y Bélgica donde son más permeables las fronteras y el destino final suele ser habitualmente Francia, un país con bastantes similitudes a muchas regiones de África en cuanto a idioma, cultura y religión. Viajan solos y cuando llegan al Viejo Continente les espera otro representante que les ha conseguido varias pruebas: «Tienen dos, tres semanas como mucho para demostrar su valía y la mayoría de los test son en equipos del montón, y no en grandes clubes, como les aseguraron. Si en ese tiempo no consiguen colocar a los chavales les dejan tirados, porque si les dan techo y comida durante más tiempo estarían perdiendo dinero», nos asegura Alcantud. Para luchar contra esta trama, en París, donde se estima que se encuentran más de 1.000 menores víctimas de estos bajos fondos del fútbol, tiene su sede Culture Foot Solidaire, dirigida por el exfutbolista Jean Claude Mbvoumin. Esta ONG se dedica a recoger de la calle a estos «diamantes negros» para darles una educación, legalizar su situación y ayudarles a encontrar un equipo de fútbol donde, al menos, puedan seguir practicando su deporte favorito.

Escasas excepciones

Es verdad que hay casos que terminan con final feliz, como el de John Obi Mikel, hoy futbolista en la Premier League, pero se cuentan con los dedos de una mano y no se escapan a su gran dosis de porquería. Según recoge el libro «The Star of Africa», este futbolista nigeriano, con apenas 15 años, fue fichado por un agente del Manchester para, poco después, ser robado por un representante del Chelsea. El conjunto londinense lo mantuvo escondido durante tres años entre Sudáfrica y Noruega. Para que no se sintiera solo, en el FC Lyn Oslo, equipo escandinavo que tiene un acuerdo de colaboración con los de Abrahamovic, le pusieron tres compatriotas que también habían sido traídos ilegalmente desde África. Cuando cumplió los 18 años y ya no incumplía el artículo 19 del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores de la FIFA, fue cuando el Chelsea le hizo una ficha y le firmó un contrato. Eso sí, para evitar una interminable y peligrosa pelea en los juzgados con el United, los «blues» acordaron pagarle quince millones y otros cinco más al Lyn Oslo por derechos de formación.
Precisamente, por infringir ese artículo 19, la FIFA ha sancionado al Barça con un año sin poder fichar. Miguel Alcantud muestra su satisfacción por ello: «Yo soy muy culé, pero veo bien el castigo, principalmente, por el toque de atención que supone. Ojalá los grandes clubes se empiecen a replantear su posición sobre los menores. Cuando promocionábamos “Diamantes Negros” le pedimos al Barcelona que apoyara la causa y su contestación fue que no se posicionaba ni a favor ni en contra. La Masía no es una ONG, es un centro de protección de inversión. Ellos meten un dinero en unos chicos a la espera de que salga otro Messi. El objetivo no es la educación de los niños sino hacerse ricos, deportiva y económicamente, gracias a ellos. Me parece genial que la FIFA haya dejado de mirar para otro lado».

100.000 firmas contra el tráfico de niños

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