Cuando ser futbolista se convierte en una pesadilla
Ser una estrella del deporte rey tiene un precio, pero en el caso de muchos menores africanos es bastante alto
En pleno siglo XXI, la era del fútbol moderno, hay 20.000 «diamantes negros» repartidos por Europa. 20.000 chavales
de color menores de edad que dejaron tras de sí a su familia y sus
amigos por cumplir su anhelo: ser futbolistas de élite. Lo hicieron
engatusados por alguno de los cientos de agentes y ojeadores que pululan
por África a la caza y captura del nuevo Drogba, Weah o Eto’o de turno.
Representantes (muchos de ellos sin licencia) que en la mayor parte de
los casos son exfutbolistas que conocen bien la trastienda del deporte
rey y que la utilizan en beneficio propio y con la connivencia de muchos de los grandes clubes europeos.
Prometen a familias que viven en la extrema pobreza hacer de su hijo la
nueva perla del fútbol, con todo lo que ello supone, pero la realidad
es muy distinta cuando llegan al Viejo Continente.
El 95% de estos niños acaba desahuciado, sin papeles, ni estudios ni
posibilidades de trabajar; y con la única salida de la delincuencia, el
tráfico de drogas y la prostitución como método (marginal) de
subsistencia.
En el 95% de los casos los niños acaban abandonados, sin echo ni comida
Normalmente, suelen entrar en Europa con una falsa identidad y una inexistente beca de estudios. Lo hacen por Portugal y Bélgica donde son más permeables las fronteras
y el destino final suele ser habitualmente Francia, un país con
bastantes similitudes a muchas regiones de África en cuanto a idioma,
cultura y religión. Viajan solos y cuando llegan al Viejo Continente
les espera otro representante que les ha conseguido varias pruebas:
«Tienen dos, tres semanas como mucho para demostrar su valía y la
mayoría de los test son en equipos del montón, y no en grandes clubes,
como les aseguraron. Si en ese tiempo no consiguen colocar a los
chavales les dejan tirados, porque si les dan techo y comida durante más
tiempo estarían perdiendo dinero», nos asegura Alcantud.
Para luchar contra esta trama, en París, donde se estima que se
encuentran más de 1.000 menores víctimas de estos bajos fondos del
fútbol, tiene su sede Culture Foot Solidaire, dirigida por el exfutbolista Jean Claude Mbvoumin.
Esta ONG se dedica a recoger de la calle a estos «diamantes negros»
para darles una educación, legalizar su situación y ayudarles a
encontrar un equipo de fútbol donde, al menos, puedan seguir practicando
su deporte favorito.
Escasas excepciones
Es verdad que hay casos que terminan con final feliz, como el de John Obi Mikel,
hoy futbolista en la Premier League, pero se cuentan con los dedos de
una mano y no se escapan a su gran dosis de porquería. Según recoge el
libro «The Star of Africa», este futbolista nigeriano, con apenas 15
años, fue fichado por un agente del Manchester para, poco después, ser
robado por un representante del Chelsea. El conjunto londinense lo mantuvo escondido durante tres años entre Sudáfrica y Noruega. Para que no se sintiera solo, en el FC Lyn Oslo,
equipo escandinavo que tiene un acuerdo de colaboración con los de
Abrahamovic, le pusieron tres compatriotas que también habían sido
traídos ilegalmente desde África. Cuando cumplió los 18 años y ya no incumplía el artículo 19 del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores de la FIFA,
fue cuando el Chelsea le hizo una ficha y le firmó un contrato. Eso sí,
para evitar una interminable y peligrosa pelea en los juzgados con el
United, los «blues» acordaron pagarle quince millones y otros cinco más
al Lyn Oslo por derechos de formación.
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