domingo, 15 de mayo de 2016

PONGA HUEVOS CAMPEON!!!

En el armario del fútbol español

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Foto: Getty.
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Es una imagen conocida por cualquiera que frecuente un estadio, tanto que muchos han dejado de verla. El hincha ensancha el pecho, forma un altavoz con las manos y dirige su voz hacia el jugador:
«¡Maricón!».
Ha fallado un penalti, o quizá se trata de que lo falle. O no ha llegado a un pase. O ha zancadilleado a un contrario, o ha sido zancadilleado y se le quiere acusar de teatralidad. O quizá nada de eso. Tanto da. En el fútbol, el insulto homófobo sirve para todas las circunstancias. Durante un minuto de silencio, mientras rueda la pelota o en el descanso. En el Bernabéu, en el Camp Nou, en la Rosaleda o en Mestalla. No hay normas. Ocurre con impunidad, se repite incesantemente y se corea con la pasión de los himnos. En España, con frecuencia, lo hacen gradas enteras. «Cristiano, maricón», «Negredo, maricón», «Guti, maricón», «Guardiola, maricón».
Hasta el momento, ningún futbolista español ha declarado ser gay. Pese a que sí lo han hecho otros —Thomas Hitzlsperger en Alemania, Justin Fashanu y Anton Hysen en el Reino Unido o Robbie Rogers en Estados Unidos—, en España sigue imperando la tesis de que en el deporte rey no hay varones homosexuales. Tampoco existe un debate público sobre las causas de esta singularidad, ni si tiene que ver con la frecuencia y la impunidad con la que tienen lugar los gritos homófobos. A lo sumo, en algunos medios se deslizan rumores intentando sacar a empujones del armario a determinados jugadores, muchas veces porque visten de una determinada forma o frecuentan según qué ambientes. Y se acepta que eso no es, de hecho, un ejercicio de homofobia.
Con objeto de profundizar en las causas que perpetúan esta invisibilidad hemos consultado con profesionales de todos los ámbitos y les hemos pedido una reflexión desde su experiencia en los banquillos, los vestuarios y los medios de comunicación. Algunos de los consultados enmudecían, nos colgaban el teléfono o se negaban a «ver su nombre asociado a ese asunto». Sus nombres no constarán. Cedemos el espacio a quienes han querido hablar de lo que casi nadie habla, al menos en público. Un tabú, recordemos, que sufren los afectados. Porque los hay.
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«En todos mis años de experiencia no me he encontrado ningún caso de homosexualidad. Extraño, pero es así», afirma Jorge Valdano, exfutbolista y exentrenador. «Tanto, que me sorprende no haber sido consciente hasta que me habéis preguntado de por qué no existe ningún jugador español que haya salido del armario. Es realmente llamativo». A Pep Guardiola, actual entrenador del Bayern de Múnich, también se lo parece: «Es curioso que en España, un país en el que la homosexualidad se vive ya con normalidad en todos los ámbitos, ningún jugador haya dado el paso».
Y más con las cifras en la mano. La mayoría de estudios coinciden en señalar que la población homosexual representa entre un 5 % y un 7 % del total, aunque esos números no parecen trasladarse al mundo del fútbol profesional. «Son cuarenta y dos equipos con veinte jugadores. Es decir, ochocientos y pico en total. Pongamos que cada cinco años renuevan plantilla, así que estamos hablando de cerca de quince mil jugadores y exjugadores [desde que comenzó a jugarse la Liga]. ¿Y ninguno es gay?», cuestiona Rubén López, experto en el área deportiva de la LGTB.
En 2014, Hitzlsperger se convirtió en el futbolista de mayor rango que revelaba su homosexualidad, y lo hizo con la intención de que «avanzáramos en el mundo del deporte, no se toma en serio en muchos países y es preocupante». Los dos años transcurridos desde entonces y la escasa movilización que provocó el asunto en España invita a que nos demos por aludidos. A partir de esta revelación, el periodista Michael Robinson trató de encontrar testimonios de futbolistas españoles que pública o anónimamente hablaran del particular. «En eseInforme Robinson no hubo manera de conseguir una declaración de nadie de dentro que ayudase, y rastreamos mucho», explica. «Cuando yo era jugador, en los años setenta-ochenta, el fútbol era un nido de machismo. El tema de la homosexualidad no se hablaba, ni se planteaba; era algo impensable. No se tenía la información ni la conciencia que hay ahora. Por eso me parece acojonante que siga ocurriendo hoy en un país tan tolerante como España. Me hace pensar que las leyes van muy por delante de la sociedad», apunta.
Sin embargo, para el exjugador Rafael Martín Vázquez, la falta de visibilidad gay en el fútbol responde a otras causas: «Si ninguno sale del armario será que no hay gais en el fútbol. Y si los hay, como también hay libertad, me parece muy respetable si no quieren hacerlo público», valora.
En este punto, la pregunta es ineludible: ¿Es el fútbol español especialmente homófobo?
Isaac Lluch, periodista asentado en Alemania, lleva años estudiando el tratamiento que ambas ligas dispensan al asunto y concluye: «La homofobia en el fútbol existe como existe en el resto de la sociedad, es un reflejo de esta». Paco Ramírez, del Observatorio Español contra la LGTBfobia, precisa: «En el fútbol, la homofobia se considera una intolerancia de segunda categoría, como demuestra el hecho de que ni siquiera se quiera hablar de ello. Solo hay que compararlo con el racismo: se siguen produciendo incidentes racistas, pero se habla abiertamente para condenarlo. Con la homofobia, no». Algo que, en su opinión, se evidencia de una forma concreta: «Hoy en día las principales muestras de intolerancia en el deporte son los insultos homófobos que se ven domingo sí y domingo también en los campos».
Como Ramírez, son muchos los que señalan como culpables a los clubes y las instituciones futbolísticas, a los que acusan de amparar la homofobia. En ocasiones, incluso se habla de presiones directas para que el futbolista lo mantenga en secreto. Otros, sin embargo, responsabilizan a determinadas hinchadas; generan un ambiente opresivo e intolerante en el que salir del armario, sencillamente, no es una opción. Por último, están quienes sostienen que la invisibilidad de los homosexuales en el fútbol incumbe también a determinados medios de comunicación. Medios que convierten en deporte, esto es, espectáculo, la vida privada de los futbolistas.
La grada
«¡Sal del armario, Cristiano, sal del armario!», coreó la hinchada del Málaga durante su encuentro con el Real Madrid el pasado 22 de febrero, dirigiéndose al delantero. Una situación que volvió a repetirse unas semanas después, durante el derbi disputado en el Camp Nou. «¡Cristiano, maricón!» fue el grito que prorrumpió en el minuto de silencio dedicado al fallecido Johan Cruyff.
«Le ocurrió a Butragueño, a Míchel, a Negredo, a Guardiola, a Guti y ahora a Cristiano. Cada cierto tiempo le toca a uno, se le llama maricón ante cuarenta mil personas», recuerda Rubén López. «A lo que más se teme es a la hinchada, no está educada para aceptar a un gay en el terreno de juego».
Todos coinciden en subrayar el gran peso de ciertos comportamientos. «El estadio se convierte en un circo romano en el que todo lo que nadie diría en su entorno tiene cabida», valora Robinson. «El hecho de que sean mediáticos se interpreta como que todo vale. Pagas una entrada y tienes derecho a desahogarte, a decir lo que te venga en gana», apostilla. «Es probable que influya mucho la actitud de determinados aficionados en el campo, la tendencia a buscar debilidades con el fin de hacer daño, de desestabilizar», concuerda Guardiola. «En parte es responsable la impunidad de la grada, esa actitud de pandilla, de masa, que diluye responsabilidades», remarca Valdano.
Al margen de la influencia psicológica que pueda tener en el jugador la presión ejercida por la hinchada, los cantos homófobos en el terreno de juego abren un frente distinto. Las asociaciones y colectivos implicados en la lucha contra esta discriminación certifican que, mientras no se penalicen, esas actitudes seguirán constituyendo un ejemplo muy poco edificante, y será imposible que un jugador gay quiera significarse públicamente: «Cuando hay insultos racistas en los estadios, la Comisión Antiviolencia actúa inmediatamente. Se sanciona a los infractores y se condena públicamente. No ocurre así con la homofobia, y todos esos insultos quedan impunes», denuncian desde la Asociación LGTB. «Se actúa con una rapidez inusitada en los casos de racismo y xenofobia, pero se continúa ignorando que la mayor intolerancia en el fútbol es la homofobia», apoya Paco Ramírez.
El marco legal es claro. Según el artículo 2.1 c) y 2.2 d) de la Ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, hechos como los acontecidos en La Rosaleda o en el Camp Nou son sancionables. El organismo encargado de recoger las denuncias y disponer las sanciones oportunas es la Comisión Antiviolencia, dependiente del Consejo Superior de Deportes. A pesar de la articulación legal, jugadores y árbitros son reiteradamente objeto de insulto con apelativos de tinte homófobo cada fin de semana, y hasta hoy no existe sanción ejemplarizante.
El primer problema al que se enfrenta la Comisión a la hora de sancionar es la propia naturaleza de estos insultos. Se precisan informes adicionales (que elaboran los responsables de la Liga, los propios clubes y las fuerzas de seguridad presentes en los encuentros) para determinar quiénes son los responsables, ya que las grabaciones efectuadas en los partidos no siempre lo reflejan con nitidez. «En 2014, la LFP informó al Comité de cánticos de “Negredo, maricón” en un encuentro entre el Valencia y el Granada. Se archivó, según sabemos», recuerda Rubén López.
Para subsanar esta falta, en 2015 se constituyó el citado Observatorio contra los Delitos por Orientación en Identidad Sexual, apoyado económicamente por los Ministerios de Sanidad e Interior y rebautizado como Observatorio Español contra la LGTBfobia. Uno de sus objetivos es no solo permanecer vigilantes ante los insultos en los estadios, sino forzar la modificación de la legislación vigente para que refleje específicamente la homofobia en la lista de discriminaciones y se diseñe un protocolo contra ella. «Nos hemos reunido con la Liga, con el Consejo Superior de Deportes y con representantes de Ética y Juego Limpio. Pero no se ha modificado nada. No hay ningún compromiso real ni cierto, de hecho hubo un representante que nos llegó a decir que ni siquiera existía homofobia», explican.
Resulta relevante el caso vivido por el árbitro Jesús Tomillero, primer colegiado en salir del armario. Tras sufrir insultos homófobos por parte del utillero —le llamó «maricón» y «comepollas»— en un partido de la Liga Andaluza Sénior, ha acabado sufriendo el escarnio de la Real Federación Andaluza, que le amenazó con sancionarle si seguía difundiendo su caso en medios de comunicación y redes sociales. «Tarde o temprano van a tomar represalias conmigo y no creo que llegue más lejos en el fútbol», nos explica. «En España el tema de la homosexualidad está censurado, me estoy planteando irme a Gibraltar. Entiendo que los futbolistas viven una situación similar, tienen miedo a decir que son gais porque conseguirían que no jugasen más», valora.
No obstante, podría ser que los insultos homófobos a Cristiano Ronaldo supongan un punto de inflexión. En esta ocasión la Liga de Fútbol Profesional sí que ha remitido un informe a la Comisión Antiviolencia detallando los hechos e instándole a fijar sanciones. El Observatorio contra la LGTBfobia asegura que, de no ser así, llegarán al fondo del asunto transmitiendo la denuncia directamente a la Fiscalía, por dejación de responsabilidad de los organismos correspondientes.
Foto: Corbis.
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El club y el vestuario
«¿Si hay maricones en el vestuario? Yo espero que no», dijo Antonio Cassano, delantero del Milan, al inicio de la Eurocopa en 2012. Aunque no ha sido la única manifestación en este sentido, se convirtió en el ejemplo más flagrante del rechazo del vestuario a una orientación sexual concreta. La UEFA, por cierto, le multó por estos comentarios.
Pero entre la mayoría de los consultados en el fútbol español cunde la sensación de que la homofobia campa a sus anchas en la hinchada, pero no en el vestuario ni en el club, y tildan las opiniones de Cassano de caso aislado. Esteban Granero (Real Sociedad), Álvaro Arbeloa (Real Madrid) y Juan Mata (Manchester United) nos dicen que no han conocido ningún caso de homosexualidad entre sus compañeros, pero aseguran que si alguno se significara no supondría ningún problema dentro del vestuario. Se respetaría y se aceptaría.
«En el momento en que un futbolista homosexual dé el paso, el primero es el complicado, los demás se darán cuenta de que no ocurre nada. Porque estoy seguro de que en el vestuario se aceptaría, no habría ningún problema», afirma Gerard Piqué, jugador del Barça. «Es posible que el fútbol necesite un poco más de tiempo para normalizarse en este aspecto. Ocurrirá de forma natural, es algo que en nuestra sociedad ya no llama la atención». Concuerda con él Pep Guardiola: «Estoy convencido de que si alguien declarara abiertamente su homosexualidad se aceptaría perfectamente en el vestuario y en el club. Al menos por mi experiencia sé que no tratarían de taparlo si se diera el caso. Se exige que el jugador sea buen compañero y buen profesional, independientemente de su orientación sexual, nacionalidad, religión o raza», opina el entrenador del Bayern. «El vestuario no es homófobo, simplemente no es este un tema de conversación habitual», remarca Valdano.
El contrapunto lo da Javier Irureta, actual director deportivo del Athletic Club: «El fútbol siempre ha sido un deporte muy de hombres, muy de machos. Creo que si un futbolista decidiera dar el paso de reconocer su homosexualidad el encaje natural en el vestuario sería difícil. No estaría bien visto», afirma.
La experiencia de Miguel Ángel López, quien fuera director y fundador de la revista Zero, es bien distinta a la de la mayoría de entrevistados. Se atreve a hablar de la responsabilidad y presión de los clubes cuando uno de los suyos ha amagado con salir del armario. En 2008 se filtró que la cabecera preparaba un reportaje sobre varios futbolistas dispuestos a revelar su homosexualidad en portada, lo que generó una inusitada expectación que se prolongó durante varios meses. Según cuenta, hasta el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, llegó a preguntarle quiénes eran dichos jugadores. Obviamente, no lo reveló. «Eran seis futbolistas del Real Madrid, el Barça, la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao. Se trabajó con ellos durante meses y acabaron echándose atrás por presiones directas de algunos clubes. Algo comprensible: los futbolistas estaban absolutamente decididos, pero el club es el que manda, el que te deja en el banquillo o no te renueva», afirma.
Unas presiones que también llegaron hasta la redacción de la revista: «El entonces jefe de prensa del Real Madrid llegó a enviarnos un documento en el que se afirmaba: “No hay jugadores homosexuales en el equipo, y si los hubiera…”», explica. Del resto de los clubes no hubo una presión tan directa, pero también le trasladaron que no veían con buenos ojos que sus jugadores dijeran públicamente que eran homosexuales.
Los cuatro clubes mencionados, a los que consultamos, afirmaron no saber nada de este asunto.
El que fuera fundador de Zero considera que dentro de los clubes prevalece el don’t ask, don’t tell, y califica al mundo del fútbol como «un sector muy conservador que está instalado en la tónica de la negación y la amenaza, similar al ambiente que se vive en la Iglesia; todos saben quiénes son homosexuales, pero se actúa como si no existieran. Tienen mucho miedo a que se normalice la situación, hay muchos intereses económicos creados. Por eso se fomenta la invisibilidad», apunta.
Sanciones y lucha contra la homofobia
Históricamente, los clubes de fútbol se han esforzado en activar cambios sociales, prestando su imagen para campañas contra el racismo, el trabajo infantil, la violencia de género e incluso la piratería. Los futbolistas, habitualmente, prestan su imagen para causas de toda índole, tratando que su poder mediático multiplique el debate social y el impacto de la iniciativa. Pero contra la homofobia no es así. A título privado algunos clubes han llevado a cabo pequeños proyectos, pero no existe en el fútbol español un movimiento que vertebre la lucha contra esta discriminación, que haga ondear la bandera multicolor.
«A todos se les llena la boca de palabras de tolerancia y normalidad, pero hay muchos frentes abiertos como para generar que haya una cierta normalidad en este sentido», resalta Isaac Lluch. Las asociaciones LGTB estiman que este es otro de los grandes escollos que dificulta que los jugadores gais se sientan respaldados. En concreto, señalan a los grandes equipos: «El Barça firmó un manifiesto contra la homofobia el pasado año, pero no se traduce en nada. Continúan manteniendo un silencio inaceptable e inexplicable en todo lo que tiene que ver con insultos homófobos», dice Paco Ramírez. «Los presidentes de los clubes permiten cosas en sus campos que jamás admitirían en sus otras empresas», afirma Michael Robinson.
Según explican, los equipos líderes rehúsan continuamente no solo promover iniciativas en contra de la homofobia, sino también adherirse o comprometerse con las que surgen desde otros sectores. Denuncian que el año pasado ninguno de los equipos grandes accedieron a participar en la campaña de #LaLigaArcoiris, consistente en que los jugadores usaran cordones multicolor en las zapatillas, en apoyo a la tolerancia sexual. Algo que sí hicieron desde clubes más pequeños, como el Rayo Vallecano, el Leganés, el Racing de Santander, el Guadalajara o el Conquense; clubes que no es la primera vez que se implican en proyectos de esta clase.
Esta falta de compromiso público de los equipos importantes sitúa a España varios pasos por detrás de otros países como Alemania o el Reino Unido. «Para empezar, aquí la cultura del fan está más controlada y concienciada», apunta Lluch desde Berlín. «Habitualmente se ven pancartas contra la homofobia, banderas multicolor en las gradas. Los clubes firmaron la Declaración de Berlín para combatirla. Y, a pesar de eso, se ha acusado a la federación alemana de fútbol de ser tibia; imagina lo que puede decirse de la Liga de fútbol española y de los clubes», apunta.
«El problema es que no hay un modelo ni un protocolo de LGTBfobia en el deporte», aduce Rubén López. En Francia existe desde 2009 y en el Reino Unido ha llegado a presentarla el propio David Cameron. El año pasado, la Asociación Inglesa de Futbolistas reconoció que estaban tratando ocho casos de jugadores homosexuales a los que se asesoraba. En la Bundesliga, tras el testimonio de Hitzlsperger, la canciller Angela Merkel animó a salir del armario a los jugadores, y su federación envió un memorándum a los clubes titulado «Cómo hacer frente a la salida del armario en el fútbol» para encaminar los esfuerzos en la misma dirección. Algo que en el ámbito español no existe. En 2014 el grupo de Izquierda Plural llevó al Congreso de los Diputados una proposición no de ley para instar al Gobierno a elaborar un documento similar al de la Bundesliga y hacer frente a la invisibilidad de los deportistas gais. La propuesta fue rechazada con los votos del Partido Popular.
Los medios de comunicación
Las novias de los jugadores son noticia. Sus cambios de imagen también. Las noches de fiesta se reseñan hasta el desuello, y sus movimientos en las redes sociales generan más titulares que su actuación en el terreno de juego. Sus crisis de pareja, sus vacaciones o cualquier otro detalle extradeportivo abarrotan horas de televisión y hacen correr ríos de tinta, difuminando la línea entre vida privada y pública.
Todos coinciden en señalar a ciertos medios de comunicación como otro de los focos de presión sobre el jugador. Michael Robinson hace examen de conciencia sobre este particular: «Hablar de la vida privada de los futbolistas es también deporte para determinados medios, lo que más vende es la intimidad del futbolista. Hay insinuaciones o insultos directos. Lo importante es vender y lo que vende son los rumores. Rumores que abren programas deportivos. Esto es una presión añadida al tipo que se plantea salir del armario. Piqué, por ejemplo, ocupa ahora más programas o páginas de periódico por el Periscope que por su juego». Guardiola también es crítico con el papel desempeñado por los medios: «Del mismo modo que pesa la actitud de determinados aficionados, pesa la presión mediática, especialmente cuando se trata de un asunto extradeportivo», añade.
El rumor es constante, alimentado por los detalles más peregrinos. Una fotografía de dos delanteros en actitud cariñosa, una ruptura sentimental no aclarada, un gesto imperceptible en el campo. Todo es válido para especular. «Cuando surge este debate, ni sale el club a denunciarlo ni tampoco hay un debate serio en los medios de comunicación españoles. Se tiende a la frivolidad», admite Lluch. «Lo único importante es descubrir quiénes son los jugadores homosexuales, cuántos son, revelar sus nombres. Se desvía el foco de lo importante. Esto no promueve tolerancia, ni el respeto a la intimidad y la dignidad para las personas que pueden encontrarse en una situación así», valora.
El periodista Diego Torres apunta cómo, por la combinación de todos estos factores, el ocultamiento de la homosexualidad del jugador se ha convertido en algo inherente a la profesión: «Los futbolistas de élite están en un nivel estratosférico, en una burbuja aislada del resto. Desde pequeños están mentalizados, viven en ese ambiente de masculinidad, de machos. Si se retiran y han triunfado, tienen una fortuna y pueden vivir una segunda vida, son aún jóvenes», explica. «Ocultar la condición sexual podría ser un sacrificio más de los que exige el deporte a este nivel», aventura.
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El 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. En esta fecha (1990) la OMS retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.
El Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol se estableció el 19 de febrero, fecha de nacimiento deJustin Fashanu. Fue el primer futbolista profesional en salir del armario. Ocho años después de dar el paso se ahorcó.
En 2009, una encuesta de YouGov desveló que un 90 % de los aficionados ingleses aceptarían sin problemas que los futbolistas gais hicieran pública su condición sexual. No existe sondeo equivalente sobre nuestro país, pero la sensación tras los testimonios recabados es prácticamente idéntica: nadie pone impedimentos, nadie manifiesta ningún problema, apelan a un clima de aceptación, respeto y tolerancia.
Y el hincha con mejor garganta volverá esta semana al estadio.

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