sábado, 10 de mayo de 2014

¡¿EL "CHE SIMEONE" REVOLUCIONARIO NUEVO EN EL FUTBOL ?



El fenómeno del 'cholismo'


Simeone fue un jugador de limitaciones artísticas, pero su impresionante carrera errante -Vélez, Pisa, Sevilla, Atlético de Madrid, Inter, Lazio, Rácing de Avellaneda, amén de capitán de la albiceleste- demuestra que acertó a neutralizarlas desde la capacidad de adaptación, desde la fiereza y desde el esfuerzo.
El mérito ahora consistía en extrapolarlos al equipo. Convertir el Atlético de Madrid en una especie de prolongación personal. Implicar a la grada en el esfuerzo. El club tenía un problema psicológico al que Simeone puso remedio resolviendo la depresión en el lugar y en el momento adecuados: ganar la Copa del Rey al Madrid y en su estadio. Adquirió entonces vuelo el sustantivo del cholismo. No está admitido aún en el diccionario de la RAE, pero sí lo considera legítimo la Fundación del Español Urgente (Fundeu), tratando de acotar la definición semántica en un marasmo de acepciones.
Se entiende por cholismo la devoción al Cholo Simeone. Y no sólo, puesto que caben otras posibilidades de mayor complejidad y envergadura. Desde el mantra cortoplacista con que los jugadores se mimetizan con su entrenador -"vamos partido a partido"- hasta las proyecciones de sus aforismos preferidos, a semejanza de un manual de autoayuda: "El esfuerzo no se negocia", "si me das hoy 20 minutos, mañana tendrás media hora", "nuestra fuerza reside en el bloque".
Tanta popularidad concitó el cholismo en los usos verbales de 2013 que la propia Fundeu la consideró candidata al neologismo del año. Es verdad que no ganó el título, pero resulta interesante mencionar la lista de finalistas porque demuestra el grado de penetración sociológica del propio término atlético: escrache, ere, expapa, wasapear, copago, emprender, quita, austericidio, meme, autofoto y bosón.
El cholismo cuajaba como el sustantivo característico de la gestión de un vestuario hermanado y competitivo. Destacaba el principio de autoridad tanto como los propios futbolistas, suplentes o no, se percataban de la propia evolución. Hasta el extremo de preguntarse cuántos de ellos hubieran prosperado como lo han hecho sin haber intervenido el trabajo mental y el criterio disciplinario que ha inculcado Diego Pablo Simeone en cuestión de unos meses. Desarrollando además o perfeccionando el arma cultural del contraataque. El entrenador no sólo convenció a los futbolistas dialécticamente de que podían competir de igual a igual con las estrellas del Madrid y del Barcelona. Les demostró que la retórica del sacrificio y del esfuerzo se materializaba en el campo. Lo prueban las estadísticas, las evidencias. Lo demuestra incluso la derrota del Atlético de Madrid en la Supercopa que inauguró la temporada 13/14. El Barcelona se adjudicaba el título sin haber logrado vencer al Atlético de Madrid. Lo hacía gracias al empate a uno cosechado en el Calderón, pues el partido de vuelta en el Camp Nou se resolvió con una igualada sin goles y con una timorata celebración blaugrana.
Se habían terminado las experiencias sacrificiales del Atleti. Tanto con el Barcelona como con el Real Madrid, pues resulta que el equipo colchonero repitió la victoria en el Bernabéu en la primera vuelta de este último campeonato liguero, desarrollando un fútbol agresivo y ordenado, que neutralizó cualquier atisbo de juego galáctico.
'Atlético de Madrid. Una pasión. Una gran minoría'. Autor: Rubén Amón. Editoria: La Esfera de los Libros. Precio: 17,90e
Ya no era el Atlético de Madrid un sparring ni un colectivo simpático, aunque el gran mérito de Simeone consistió y consiste en mantener al equipo por encima de sus posibilidades. ¿Cuántos de sus jugadores serían titulares indiscutibles del Madrid, del Barcelona o de cualquier otro equipo con parecidos presupuesto y envergadura? (...)
Decían los viejos jugadores del Atleti que su rival era el Madrid. Que los derbis representaban siempre los partidos cruciales, absolutos, de la temporada. Sucedió en los setenta, en los ochenta. También ocurrió en la posguerra. Contaba Adrián Escudero, delantero de referencia entre 1946 y 1958 con su fútbol de seda, que un jugador colchonero no podía ni salir de casa cuando perdía el partido del año contra el Madrid: "Si ganabas, te comían a abrazos. Si perdías, hasta te empujaban del tranvía".
Simeone ha terminado con la larga, larguísima década de la sumisión. Semejante proeza, conseguida con una plantilla limitada, irrita a los rivales del foro tanto como lo hace entre los futboleros que le reprochan el linaje bilardista. Me refiero a Carlos Salvador Bilardo, contrafigura perfecta y absoluta de César Luis Menotti en su concepción pragmática y guerrillera del fútbol en contraposición a la noción estética y filosófica que preponderaba en el caso del lánguido compatriota.
Bilardo entrenó al Sevilla. Y por la misma razón entrenó a Simeone. Él fue quien se lo trajo al fútbol español cuando el Cholo militaba en el modesto Pisa italiano. Lo conocía desde los 16 años, apreciaba la relación obsesiva de Simeone con el fútbol, su grado de implicación, el carácter que lograba transmitir al equipo. Le gustaba hasta la manera de celebrar los goles. Lo prueba la asiduidad con que Bilardo proponía a los jugadores de la selección albiceleste -y no sólo a ellos- un vídeo en el que aparecía Simeone festejando un tanto que anotó con la selección ante Bolivia. Bilardo lo reconocía como un líder. Valoraba su capacidad para transformar la mentalidad del colectivo, más allá de su capacidad de aprendizaje y de su talento estratégico. Lo ha acreditado en Madrid. Ha demostrado un esmero de orfebrería en el planteamiento de los partidos que tanto concierne a la concepción global del juego como a los detalles.
Sirva como prueba la proliferación de goles a balón parado. La pizarra de Simeone ha situado al Atlético de Madrid en una posición inverosímil. Se trata de aprovechar cualquier resquicio. De controlar los imponderables. De enseñar a los jugadores que pueden divertirse defendiendo y sudando. De mantener ilusionados a los suplentes. De conseguir que los titulares se reconozcan a sí mismos como invulnerables. El mérito de Simeone ha sido acabar con la amnesia del Atlético de Madrid. Recordarle quién era y de dónde venía. Incluso demostrarle hasta dónde puede llegar, tal como ha sucedido esta misma temporada en la asombrosa campaña europea.

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Diego Pablo Simeone celebra un gol en Mestalla.

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