martes, 9 de junio de 2015

La tribuna del estadio Nacional de Santiago, con el recuerdo de los días más oscuros.  Foto: LA NACION  / Sebastián Rodeiro

La historia oscura del estadio Nacional de Santiago: fue la cárcel más grande de la dictadura de Pinochet

Miles de personas pasaron por este centro de detención y tortura; hoy hay sectores que se conservan intactos; la historia de un escenario que pasó de la alegría al llanto
Por Tomás Bence | canchallena.com
 
Los pasillos del estadio Nacional de Santiago, con el recuerdo de los días más oscuros.  Foto: LA NACION  / Sebastián Rodeiro
SANTIAGO, Chile (De un enviado especial).- Lejos de los festejos, los cantos, los aplausos y los goles, el estadio Nacional de Santiago guarda en el silencio de sus pasillos los gritos, llantos y súplicas de la época más oscura que vivió Chile. El estadio donde juega la selección local fue el principal centro de detención y tortura de la salvaje dictadura de Augusto Pinochet: detenidos, torturados, asesinados, en el mismo lugar donde la selección chilena guarda la ilusión de conseguir el título que todavía le resulta esquivo.
Cuando el 11 de septiembre de 1973 derrocaron a Salvador Allende, comenzó la dictadura de Augusto Pinochet. Utilizaron el estadio de Santiago como la mayor cárcel que alguna dictadura sudamericana haya vivido. Muchos de ellos fueron torturados y otros tantos, asesinados. En el medio de la tribuna, detrás de uno de los arcos, un sector está exclusivamente dedicado al recuerdo. Ese lugar se mantuvo protegido, intocable. Allí abajo de esos viejos asientos que contrastan con el resto del color del estadio, funciona un centro de la memoria. El frío, la humedad y la oscuridad conviven al bajar pocos escalones que separan el campo de juego de los recuerdos más oscuros.
 
Al descender esos peldaños, primero asoman las fotos, más los nombres de tantos desaparecidos y fusilados. En detalle, las marcas en las paredes: mensajes, fechas, nombres, todo parece recordar. "Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin futuro", reza uno de los carteles ubicado sobre las escaleras para subir al campo de juego. Según contaron a canchallena.com quienes se encargan de preservar este lugar, los detenidos dormían en el frío y duro piso de piedra, con excepción de las dependencias habilitadas para mujeres, donde sólo algunas disponían de colchonetas. Durante el día, las personas se la pasaban sentadas en las tribunas del Estadio, mirando al campo de juego. Algunos podían charlar con su vecino o hasta lavar sus ropas. Pero en ese lugar aparecía en escena un temible personaje, "el encapuchado", que reconocía entre los detenidos a los militantes de izquierda, que eran separados del resto de los detenidos y torturados.
El 11 de septiembre del año 2003, 30 años después del golpe de estado, se declaró este sector del Nacional de Santiago Monumento Histórico. Por eso, en las sucesivas remodelaciones que le hicieron al estadio, nunca tocaron ni los viejos tablones de madera ni el sector debajo de la tribuna. Allí resaltan algunas fotos: desde Allende defendiéndose en el Palacio de la Moneda, pasando por imágenes de militares por la calle, hasta los detenidos que eran "paseados" por las tribunas del estadio de Santiago cuando llegaban delegaciones extranjeras. Mostraban que "estaban cuidados y estaban detenidos en buenas condiciones", relataron a canchallena.com.
 
Una imagen del pasado: los detenidos de la dictadura, en las tribunas del estadio.  Foto: LA NACION  / Sebastián Rodeiro
Hay fotos de presos muy reconocidos: Víctor Jara, músico popular, quien pasó por allí detenido, o el periodista norteamericano Charles Horman. Llama la atención una mención a Francisco Chamaco Valdés Muñoz, autor del gol "más triste" de la historia de Chile.
En la eliminatoria al Mundial de 1974, Chile debía jugar el repechaje con la Unión Soviética, programado para días después del golpe de estado de Pinochet, quien había roto las relaciones con el Kremlin, tras el gobierno socialista de Allende. Luego de varios idas y vueltas, con el temor de algunos jugadores de viajar y que sus familias sean detenidas, decidieron jugar en Moscú. El partido terminó 0-0 y se definiría en Santiago. El estadio Nacional, con miles de detenidos, comenzó un "teatro": sacaban a las tribunas a los detenidos para que vean cómo los trataban, pero a medida que se acercaba el día del partido, cada vez eran menos. Entre asesinados, trasladados y otros que se quitaron la vida, finalmente para el día de la revancha, no quedaban detenidos. "Desalojaron el estadio y ese día se llenó de hinchas, miles vinieron a ver el partido", contó a canchallena.com Cecilia Rodríguez, encargada de prensa del estadio.
Los pasillos del estadio Nacional de Santiago, con el recuerdo de los días más oscuros.  Foto: LA NACION  / Sebastián Rodeiro
La Unión Soviética, sin embargo, decidió no viajar a jugar. "Por consideraciones morales los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos (...) La Unión Soviética tiene que negarse a participar en el partido en suelo chileno y responsabiliza por el hecho a la administración de la FIFA", explicaba en aquel entonces la Federación. Sin embargo, el partido se jugó igual: los carabineros tocaron el himno, Chile salió a la cancha y el árbitro marcó el inicio del partido. Sin rivales del otro lado del campo de juego, llegaron hasta el arco y Francisco Valdés Muñoz marcó el gol que le dio a Chile la clasificación al Mundial de Alemania en 1974.
Otro recuerdo imborrable, que emparenta el fútbol con la dictadura de Pinochet, es la imagen de Olga Garrido. Es madre de Carlos Caszely, ex jugador de aquella selección de Chile, quien desafió públicamente a Pinochet. Se mostró siempre cercano a Salvador Allende y su madre fue detenida y torturada. Por eso, cuando la selección chilena partía a jugar el Mundial de 1974 a Alemania, en la despedida con Augusto Pinochet, decidió no saludarlo.
Miles de detenidos, asesinados y torturados. Eso fue el estadio de Santiago en la época más difícil que vivió Chile. Hoy se mantiene la memoria y el recuerdo de esas almas. "La historia es nuestra, la hacen los pueblos", una de las últimas frases de Allende aparece escrita en una de las paredes. Mientras tanto, con la página ya dada vuelta, busca recuperar la alegría en el estadio donde su selección quiere conseguir su primer título..

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