domingo, 24 de abril de 2016

EL DIA QUE NACIO EL EQUIPO DEL PAPA

Ficciones deportivas: El hombre que trabó con el tranvía


El 1 de abril se cumplió un nuevo aniversario del Club San Lorenzo de Almagro. Agencia Paco Urondo comparte con sus lectores "El hombre que trabó con el tranvía", un cuento de Sebastián Giménez que relata los orígenes del Club.
Por Sebastián Giménez *
Armar los equipos no era cosa que demorara demasiado. Por afinidad se iban agrupando los jóvenes, y no eran raros los casos en que el fútbol servía para dirimir viejas rencillas barriales o de amoríos. Si antes el malevaje utilizaba el puñal para saldar las cuentas, en ese momento la pelota que pesaba tanto como un adoquín servía como medio menos cruento para poner las cosas en su lugar.
No había árbitro y los testigos no abundaban. Se jugaba en la calle y uno de los lados de la cancha limitaba con la vía del tranvía. La tierra formaba una gran nube de polvo que envolvía a los jugadores y las partidas parecían del lejano oeste. De un enjambre de piernas sobresalía ella, la de cuero, la suprema jueza de los sueños, rencores y desafíos de esa genuina estirpe de argentinos.
De esos partidos hubo muchos, pero uno marcaría la historia para siempre.
El partido estaba peleado, áspero. Juan Abbondanza paró la pelota y la tiró hacia adelante como wing izquierdo. Por adentro, la pedían los compañeros anónimos bien cerca del arquero. El jugador sintió el ruido de siempre del tranvía y su aliento se cortó al sentir que lo perseguía a sus espaldas. La pelota viboreaba caprichosamente por la vía.
Muchos creerán que los jugadores de nuestro fútbol contemporáneo son valientes porque meten un codazo o un planchazo al rival o porque traban con la cabeza, pero este hombre, el wing izquierdo de México y Treinta y Tres Orientales tenía la pelota ahí adelante, cerca, coqueteando con él, y persiguiéndolo de atrás estaba la muerte, nada más y nada menos. Cualquier otro hubiera desistido de la empresa, pero este hombre siguió corriendo para el desborde heroico. Era gol y morir. Era pelota afuera y vivir. O era gol y vivir. O era morir para nada.
Juan Abbondanza siguió la pelota hasta que el tranvía lo alcanzó y lo tumbó en la cancha. Los compañeros concurrieron presurosos a ayudarlo. De esa caída, de ese hombre que trabó la pelota con el tranvía iba a nacer uno de los clubes más grandes de la Argentina. Sin ese acto de arrojo, no se hubiera conmovido Lorenzo Massa.
San Lorenzo se fundó por una caída, como desafío tenaz a los molinos de viento. Y su partida de nacimiento se extendió en México y Treinta y Tres Orientales, barrio de Boedo. De donde nunca debió haber salido. Donde volverá siempre, por esa obstinación con que se empeña siempre en seguir adelante.
*Lic. en Trabajo Social

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