domingo, 31 de mayo de 2015

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Las sospechas se ciernen sobre el escándalo de la FIFA

© REUTERS/ Arnd Wiegmann
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El “caso FIFA” no podía haber venido en mejor momento. Surge en medio del escándalo de espionaje de la NSA en Alemania y por el cual se venía diciendo que Obama podría faltar a la cumbre del G7 si las listas de las personas espiadas por la organización se hacían públicas.
Justo cuando un país se ve en aprietos surge una guerra, aunque en este caso lo que ha salido a la luz es una corruptela en el deporte rey por excelencia. La corrupción en el mundo del deporte, en general, y en el fútbol en concreto no es ningún hecho nuevo; que diversos organismos internacionales deportivos de una u otra forma hacían malas prácticas en lo concerniente a la selección de candidaturas oficiales era un secreto a gritos.
Antes las guerras parecían ser la mejor forma de desviar la atención ante asuntos políticos comprometidos como muestra la película de Barry Levinson (“Wag the Dog” en español, “La cortina de humo”) ahora, sin embargo, parece que acaba de aparecer la opción más efectiva: el fútbol.
El reciente escándalo de corrupción en la FIFA no podía haber venido en mejor momento. Y es que es una noticia que surge en medio del escándalo de espionaje de la NSA en Alemania y por el cual se venía diciendo que Obama podría faltar a la cumbre del G7 si las listas de las personas espiadas por la organización se hacían públicas. También Obama está a punto de validar la prórroga a la criticada Acta Patriótica (aprobada tras el 11S) que, según las organizaciones proderechos civiles, consiste en una flagrante violación de los derechos individuales en cualquier país que se haga llamar democrático.
Ahora sabemos también que el organismo deportivo en el ojo del huracán se disponía a estudiar la solicitud de Palestina de suspender a Israel por violaciones del estatuto de la FIFA tales como racismo, impedimentos para participar en torneos internacionales o restricciones a jugadores y técnicos.
Por otro lado, tenemos el apoyo de Sepp Blatter al proyecto Gol en el que iba a enviar millones de dólares a países en vías de desarrollo para mejorar las instalaciones deportivas de estos países. Ahora, con el escándalo, Sepp Blatter está en un aprieto y todas las decisiones tomadas por él durante su mandato, en cuestión. Los rusos tienen un refrán que reza: donde no hay humo, no hay fuego. Y es el fuego del escándalo el que está fabricando lo que podría ser una cortina de humo para desviar la atención de los muchos frentes abiertos por Goliat y de paso reventar una directiva deportiva molesta por no seguir el son de la música política que le toca ensayar a la orquesta.
Y la guinda del pastel es poner en cuestión la legítima elección de Rusia para hospedar el Mundial. Desde que una parte de los países occidentales entraran en una guerra informativa y de sanciones contra Rusia por la adhesión de Crimea tras las revueltas del Maidán, no han cesado las calumnias y los intentos de dinamitar cualquier acontecimiento que pueda de alguna manera dar una buena imagen de este país eslavo.
Después de que la Fiscalía suiza presentara cargos contra siete altos cargos de la entidad deportiva, enseguida empezaron a caer las sospechas sobre la elección de Rusia.
No olvidemos que tiempo atrás salieron en los medios voces que reclamaban que el Mundial de 2018 no debería celebrarse en este país y a las cuales la FIFA rebatía exponiendo la excelente infraestructura rusa disponible para celebrar la convocatoria en ese lugar.
En EEUU, uno de los países que más cacarearon que el Mundial de 2018 debía celebrarse en otro sitio, ya han salido senadores –Bob Menéndez y John McCain– mostrando su preocupación en una carta a la directiva futbolística (Sepp Blatter), curiosamente enviada al poco de que los agentes suizos entraran en los cuarteles generales de la FIFA en Zurich. En la carta se menciona que después de lo sucedido y teniendo en cuenta ”las continuas violaciones del espacio territorial ucraniano por parte de Rusia (…) creemos que permitir que Rusia hospede la Copa Mundial representaría apoyar al régimen de Putin cuando deberíamos condenarlo”.
La forma en la que se han desarrollado los acontecimientos: la filtración a The New York Times la víspera de las detenciones no puede menos que hacer pensar que todo forma parte de una instrumentalización política. Así la UEFA pide la dimisión de Blatter y David Cameron también. Por la parte de Rusia, Putin defiende la presidencia de Blatter. La guerra política internacional ha llegado al fútbol.

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